“No proteger a los polinizadores es de tontos”
Valeria López Peña. Madrid (EFEverde).- Miel, mandarinas, café o cacao son algunos de los productos que se obtienen gracias a la labor de los polinizadores, pequeños insectos y algunas aves muy importantes para la seguridad alimentaria, pero amenazados por la actividad humana, explica en su nuevo libro la ecóloga Anna Traveset, investigadora con más de 30 años de experiencia en el instituto Imedea del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Traveset creció en los Pirineos, pero se fue a estudiar a Barcelona, donde conoció a Ramón Margalef, importante figura de la ecología española. Fue su director de tesis en el máster, y desde entonces “ha sido mi referente”, narra la autora a EFEverde.
Lo considera su “padre científico”, pues la inspiró a estudiar, al igual que él, cómo funcionan los ecosistemas. Le gusta dedicar horas a entender aquellos subestimados polinizadores, “es la pasión que siempre he tenido”, afirma.
En su opinión, al hablar de biodiversidad, la mayoría de personas piensan en elefantes o jirafas, animales grandes. Casi nunca, se nombran estos pequeños repartidores de semillas "a pesar de que las zonas urbanas albergan una notable diversidad de polinizadores y juegan un papel crucial en la seguridad alimentaria", dice Traveset.
Por ello, dedicó sus ratos libres a escribir su primer libro ‘La crisis de los polinizadores’, publicado por la editorial Catarata y en colaboración con el CSIC. Los nueve capítulos responden a las preguntas más frecuentes del tema, desde las principales amenazas hasta las posibles soluciones.
En la portada se muestra la fotografía de una mariposa en Galápagos, hecha por Traveset. “Es una de las fotos de las que estoy más orgullosa, pero la escogí también para reivindicarlas”, explica la investigadora. Afirma que en algunos casos pueden ser más eficientes que polinizadores típicos (abejas, avispas, etc.), gracias a sus largos vuelos. Característica que comparte con aves polinizadoras como el colibrí.
Otra fotografía suya que se puede encontrar en el libro es de abejas de miel, polinizador muy conocido pero a nivel superficial. Traveset recuerda que “a mis colegas científicos también les sorprendió cuando les dije que había más de 20.ooo especies de abejas en el mundo”. Entre las diferencia entre ellas, las distintas maneras que tienen de depositar el polen, para ser más eficientes cuando entran en la flor.
Más que polen
La riqueza de la biodiversidad no está solamente en especies de diferentes colores y tamaños, “sino también en las interacciones entre ellos”, afirma la investigadora.
Como ecóloga, le gusta preguntarse por los efectos que pueden tener ciertas perturbaciones: La destrucción de hábitat, las especies invasoras, y el uso de pesticidas y herbicidas, son algunas de las amenazas que enfrentan.
Por ello, Traveset defiende que ya estamos en el período antropoceno. Si bien geológicamente muchos científicos no aceptan el término, para ella “es una noción útil para mostrar que la especie humana está teniendo un efecto muy importante en la biosfera”.
No obstante, considera que cuidar de la biodiversidad no es contrario al desarrollo agrario y cita un manejo integrado de plagas, impulsar espacios verdes en las ciudades, o aumentar flores en zonas de cultivo. “Suiza o Alemania están viendo cómo estas bandas florales mejoran la producción y la calidad de los frutos”, afirma Traveset.
Advierte también que alternativas como la polinización artificial implica muchísimas horas. Varios estudios estiman que “mientras un humano puede polinizar unos cinco árboles al día, las abejas, por ejemplo, una colonia, que pueden ser 50.ooo individuos, visitan millones de flores al día”.
Por ello “no protegerlos, es de tontos”, asevera Traveset, quien acaba su libro con propuestas tanto en la esfera política como en la civil. Enfatiza que lo más importante es la educación, porque desde esa conciencia se puede votar de manera informada, participar en actividades de conservación locales, o montar un hotel de abejas sobre el jardín.
EFE