Ir al contenido principal

Francisco, el Papa de los desposeidos y revolucionario por progresista (IV)

Teodoro Renter铆a Arr贸yave

 

CUARTA PARTE

 

Estas fueron las 煤ltimas palabras del Papa Francisco ante miles de fieles cuando se festejaba el Domingo de Resurrecci贸n en el Vaticano: “Queridos hermanos y hermanas, felices pascuas. Pido al maestro de ceremonias que lea el mensaje”, mismo que hab铆a preparado para la ocasi贸n. Al d铆a siguiente expir贸. Por ser un mensaje de paz ahora, en esta serie los reproducimos 铆ntegro:

 

“Cristo ha resucitado, ¡aleluya! Hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

Hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de coraz贸n a coraz贸n, y su canto hace llorar de alegr铆a al pueblo de Dios en todo el mundo.

 

Desde el sepulcro vac铆o de Jerusal茅n llega hasta nosotros el sorprendente anuncio: Jes煤s, el Crucificado, «no est谩 aqu铆, ha resucitado» (Lc 24,6). No est谩 en la tumba, ¡es el viviente!

 

El amor venci贸 al odio. La luz venci贸 a las tinieblas. La verdad venci贸 a la mentira. El perd贸n venci贸 a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecer谩 hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este d铆a.

 

Hermanas y hermanos, especialmente ustedes que est谩n sufriendo el dolor y la angustia, sus gritos silenciosos han sido escuchados, sus l谩grimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido! En la pasi贸n y muerte de Jes煤s, Dios ha cargado sobre s铆 todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diab贸lico que envenena el coraz贸n del hombre y siembra por doquier violencia y corrupci贸n. ¡El Cordero de Dios ha vencido! Por eso hoy exclamamos: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!».

 

S铆, la resurrecci贸n de Jes煤s es el fundamento de la esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusi贸n. No; gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda. ¡Spes non confundit (cf. Rm 5,5)! Y no es una esperanza evasiva, sino comprometida; no es alienante, sino que nos responsabiliza.

 

Los que esperan en Dios ponen sus fr谩giles manos en su mano grande y fuerte, se dejan levantar y comienzan a caminar; junto con Jes煤s resucitado se convierten en peregrinos de esperanza, testigos de la victoria del Amor, de la potencia desarmada de la Vida.

 

¡Cristo ha resucitado! En este anuncio est谩 contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no est谩 hecha para la muerte sino para la vida. ¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite! A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del ni帽o en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un n煤mero creciente de pa铆ses como personas a descartar.

 

Cu谩nta voluntad de muerte vemos cada d铆a en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cu谩nta violencia percibimos a menudo tambi茅n en las familias, contra las mujeres o los ni帽os. Cu谩nto desprecio se tiene a veces hacia los m谩s d茅biles, los marginados y los migrantes.

 

En este d铆a, quisiera que volvi茅ramos a esperar y a confiar en los dem谩s -incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y h谩bitos diferentes de los que a nosotros nos resultan m谩s familiares-; pues todos somos hijos de Dios.

 

Quisiera que volvi茅ramos a esperar en que la paz es posible. Que desde el Santo Sepulcro -Iglesia de la Resurrecci贸n-, donde este a帽o la Pascua ser谩 celebrada el mismo d铆a por los cat贸licos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero. Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, as铆 como a todo el pueblo israel铆 y a todo el pueblo palestino. Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se est谩 difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la poblaci贸n y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucci贸n, y provocando una dram谩tica e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz.

 

Recemos por las comunidades cristianas del L铆bano y de Siria -este 煤ltimo pa铆s est谩 afrontando un momento delicado de su historia-, que ans铆an la estabilidad y la participaci贸n en el destino de sus respectivas naciones. Exhorto a toda la Iglesia a acompa帽ar con atenci贸n y con la oraci贸n a los cristianos del amado Oriente Medio.

 

Dirijo tambi茅n un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que est谩 viviendo una de las peores crisis humanitarias ‘prolongadas` del mundo a causa de la guerra, e invito a todos a buscar soluciones por medio de un di谩logo constructivo.

 

Que Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera.

 

En este d铆a de fiesta pensemos en el C谩ucaso Meridional y recemos para que se llegue pronto a la firma y a la actuaci贸n de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiy谩n, que conduzca a la tan deseada reconciliaci贸n en la regi贸n.

 

Que la luz de la Pascua inspire prop贸sitos de concordia en los Balcanes occidentales y sostenga a los actores pol铆ticos en el esfuerzo por evitar que se agudicen las tensiones y las crisis, como tambi茅n a los aliados de la regi贸n en rechazar comportamientos peligrosos y desestabilizantes.

 

Que Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos africanos v铆ctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la Rep煤blica Democr谩tica del Congo, en Sud谩n y Sud谩n del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de 脕frica y en la Regi贸n de los Grandes Lagos, como tambi茅n a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe.

 

All铆 donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible.

 

La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean divisi贸n y est谩n cargadas de consecuencias pol铆ticas y econ贸micas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad rec铆proca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana.

 

Que en este tiempo no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde hace a帽os por conflictos armados, que afronta con valent铆a y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha causado la muerte de miles de personas y es motivo de sufrimiento para muchos sobrevivientes, entre los que se encuentran hu茅rfanos y ancianos. Recemos por las v铆ctimas y por sus seres queridos, y agradezcamos de coraz贸n a todos los generosos voluntarios que est谩n realizando actividades de socorro. El anuncio del alto el fuego por parte de los actores implicados en ese pa铆s es un signo de esperanza para todo Myanmar.

 

Hago un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades pol铆ticas a no ceder a la l贸gica del miedo que a铆sla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte.

 

Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que est谩 en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad.

 

Y que en este A帽o jubilar, la Pascua sea tambi茅n ocasi贸n propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos pol铆ticos.

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

En la Pascua del Se帽or, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el Se帽or vive para siempre (cf. Secuencia pascual) y nos infunde la certeza de que tambi茅n nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oir谩n el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte. Encomend茅monos a 脡l, porque s贸lo 脡l puede hacer nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5)”. Esperemos que lo escuche el mundo y act煤e en consecuencia.

 

Seguiremos con la biograf铆a-an谩lisis del colega franc茅s, Jean-Beno卯t Poulle. CONTINUAR脕.

ARCHIVOS

Mostrar m谩s


OTRA INFORMACI脫N ES POSIBLE

Informaci贸n internacional, derechos humanos, cultura, minor铆as, mujer, infancia, ecolog铆a, ciencia y comunicaci贸n

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de Espa帽a bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra informaci贸n es posible