Voto, territorio y pol铆tica en el pulso de lo com煤n
Del coraz贸n en la izquierda a la coherencia en los m谩rgenes: cada baldosa cuenta
Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires). cafassi@uba.ar
El pr贸ximo domingo 11 de mayo, Uruguay volver谩 a entretejer su destino con los hilos impredecibles y caprichosos de las urnas, con la sutileza de quien reescribe, voto a voto, el contrato social que regula la convivencia desde lo m谩s cercano: en la ciudad, en el barrio, en la cuadra, en la vida compartida. Las elecciones departamentales y municipales no son apenas la escala menor del poder, sino su ra铆z m谩s vital o, inversamente, su fisura m谩s silenciosa, su herida m谩s latente. Expresa la pol铆tica en su curso de cercan铆a. En esta suerte de plebiscito de la proximidad, donde se eligen 19 intendencias, 589 ediles, 136 alcald铆as y 544 concejal铆as, en total 1.288 cargos (rentados solo los ejecutivos, intendentes y alcaldes, formalmente honorarios el resto, aunque con algunas licencias tan discutibles como desiguales) no s贸lo se pone en disputa la gesti贸n territorial del quinquenio, sino algo m谩s hondo y decisivo: el v铆nculo entre la pol铆tica y la ciudadan铆a, entre la representaci贸n y la experiencia cotidiana, entre el Frente Amplio y su sentido hist贸rico. No fue solo el Frente Amplio quien impuls贸 la descentralizaci贸n institucional al crear los municipios y sus gobiernos de cercan铆a: fue tambi茅n quien supo entramar una arquitectura pol铆tica donde la territorialidad no es apenas geograf铆a, sino forma de organizaci贸n viva. Su estructura se apoya en la coalici贸n heterog茅nea de sectores pol铆ticos diversos en un amplio arco izquierdo-progresista, en tanto convergencia articulada y una red de base militante que se despliega barrio a barrio, calle a calle, con vocaci贸n de di谩logo y presencia. En ocasiones, como tuve oportunidad de conocer en el Comit茅 Amanda Gonz谩lez de San Carlos con una potencia motriz locomotora. Una trama que no reposa, al menos exclusivamente, en el carisma individual ni en la intermediaci贸n clientelista, ni se agota en el eco ef铆mero de la propaganda. Frente a los partidos tradicionales, enraizados a煤n en l贸gicas caudillistas, medi谩ticas o de broadcasting, partidos de electores en ocasiones unificados por la ambici贸n de cargos, el Frente Amplio sostiene una praxis contracultural contraria a las tendencias dominantes del escenario global, donde el marketing, particularmente en las redes, ha colonizado la pol铆tica, fertilizando el auge de las derechas conservadoras y sus versiones m谩s extremas.
Pero esa disputa electoral se inscribe en una arquitectura institucional estrictamente unitaria, monoc茅ntrica: en Uruguay, el poder pol铆tico no se fragmenta ni reparte, sino que emana como un pulso 煤nico y constante, desde un 煤nico v茅rtice de soberan铆a, el coraz贸n indiviso del Estado que act煤a a trav茅s de sus agentes y representantes locales, ya sean delegados o electos. No hay autonom铆as territoriales ni pluralidad constitucional, ni esferas concurrentes de poder: hay descentralizaci贸n administrativa, pero no federaci贸n. Por eso, incluso lo que parece local es nacional; incluso lo vecinal tiene resonancia estatal. Lo que se dirime este domingo, aun en sus retazos dispersos de ciudadan铆a, es el modo en que se habita y se ejerce el poder en el cuerpo entero de la Rep煤blica. Uruguay no conoce m谩s que una soberan铆a indivisible. Sin embargo, a煤n con esta estructura, no por azar, la descentralizaci贸n vigente, la existencia de municipios, solo fue posible, como ya sostuve, por la iniciativa e implementaci贸n del gobierno frentista.
A primera vista, la magnitud de la oferta electoral asombra por su vastedad, impresiona por su desmesura: m谩s de mil cargos en disputa -entre intendencias, juntas departamentales, alcald铆as y concejos municipales- para un pa铆s de tan acotado padr贸n que no supera los tres millones y medio de ciudadanos electores. Pero esa cifra, ya de por s铆 significativa, se multiplica si se considera que cada titular cuenta con varios suplentes, y que la estructura electoral admite, al amparo a煤n vigente, aunque erosionado, del resabio institucional de la ley de lemas, una proliferaci贸n casi exponencial de candidaturas y listas. Esta arquitectura pol铆tica, produce un espejismo multicolor que disfraza la paleta 煤nica de sus contenidos, donde la diversidad puede enmascarar una monocrom铆a program谩tica, o incluso una concertaci贸n de facto entre partidos tradicionales. A ello se suma una paradoja demogr谩fica que trastoca la escala institucional, anomal铆a censal con efectos constitutivos: el 66% de la poblaci贸n reside en tan solo dos departamentos, Montevideo y su periferia en Canelones, lo que imprime una inevitable desproporcionalidad entre el peso poblacional y la fragmentaci贸n pol铆tico-territorial, donde departamentos casi vac铆os en t茅rminos demogr谩ficos resultan privilegiados por un igualitarismo cartogr谩fico que desoye la densidad ciudadana.
Tras la recuperaci贸n del gobierno nacional en las elecciones de octubre, con la victoria de Yamand煤 Orsi, esta estaci贸n decisiva en el itinerario c铆vico, pone a prueba no s贸lo la potencia territorial del Frente Amplio, sino su coherencia entre discurso y pr谩ctica, entre lo nacional y lo local, entre la torre ejecutiva y la baldosa de la esquina. All铆 donde las grandes decisiones estructurales se dise帽an desde la Presidencia y el Parlamento, las elecciones subnacionales devuelven la pol铆tica a su escala m谩s palpable. ¿Qui茅n limpia la calle, organiza parques y saneamiento, decide el presupuesto del alumbrado o del deporte barrial? ¿Qui茅n representa los anhelos m铆nimos de una vida digna en los m谩rgenes del mapa, donde la naci贸n respira a ras del suelo? No se trata de cargos menores sino de trincheras esenciales para toda construcci贸n popular. Y sin embargo, el riesgo que acecha no proviene s贸lo de las coaliciones adversarias: tambi茅n brota del interior mismo del Frente cuando sus liderazgos se desconectan del territorio, cuando la l贸gica de partido reemplaza a la l贸gica de comunidad, y la t谩ctica electoral desplaza la pedagog铆a pol铆tica del compromiso. Gobernar desde abajo no es una consigna, es una pr谩ctica, y se cultiva en el contacto directo, en la escucha cotidiana, en la capilaridad organizativa que supo ser distintivo del FA, que comenz贸 a desvanecerse cuando su savia dej贸 de circular, hoy en recuperaci贸n intensiva. Es una oportunidad de devolver a la gente la capacidad de decidir y realizar. Toda demanda necesita voz para no quedar muda en la mesa del poder, por lo que es indispensable estimular adem谩s la existencia y representaci贸n de los movimientos sociales (barriales, de vivienda, obreros, ecol贸gicos, de g茅nero, etc).
Pero el riesgo no es s贸lo externo. El Frente Amplio llega a esta elecci贸n con desaf铆os internos profundos: el vaciamiento progresivo de su militancia territorial a manos de los sectores, la profesionalizaci贸n de sus cuadros, a veces m谩s t茅cnicos que militantes, el desgaste de su pedagog铆a pol铆tica. All铆 donde la derecha ensaya concertaciones oportunistas, el FA debe ofrecer ra铆ces, no esl贸ganes; v铆nculos, no marketing, organizaci贸n, no oportunismo. ¿Podr谩 revertir la tendencia que en ciclos anteriores lo vio perder municipios incluso donde ganaba departamentos? ¿Podr谩 resistir el avance de la derecha no solo en votos, sino en el modelo de ciudadan铆a que propone: un elector pasivo, interpelado cada cinco a帽os, reducido al bot贸n del voto, silenciado entre elecciones, pero excluido del cotidiano ejercicio del poder?
Se ha insistido, con raz贸n, en la excepcionalidad 茅tica de Jos茅 “Pepe” Mujica, cuya vida austera contrasta con la opulencia que suele alfombrar los pasillos del poder, la exaltaci贸n cortesana tan opuesta al polvo de la calle. Pero ser铆a injusto, e incluso funcional a ciertos estigmas como el mito 煤til y c贸modo de la excepci贸n solitaria, que exonera al resto del compromiso ya que no es una rareza dentro del Frente Amplio. No conozco a todos los dirigentes que hoy se postulan ni a todos los que han ocupado cargos ejecutivos, legislativos o de delicado engranaje de la confianza ministerial, pero s铆 conozco a varios cuya trayectoria desmiente cualquier intento de asimilarlos al privilegio o al usufructo personal con la gesti贸n p煤blica. En todos los casos que me son cercanos, he visto m谩s bien una coherencia obstinada, una suerte de l铆nea recta que no se curva ante la tentaci贸n: quienes llegaron al cargo no modificaron sustancialmente sus condiciones materiales de vida despu茅s de ejercerlo. El ejemplo del ex intendente de Maldonado, 脫scar de los Santos, es particularmente elocuente: durante sus mandatos don贸 una parte significativa de su salario a un fondo espec铆fico que, lejos de diluirse en gastos partidarios o clientelares, se destin贸 a la Universidad de la Rep煤blica y permiti贸 la creaci贸n de una sede del CURE, echando de este modo ra铆ces en Maldonado. Sigue viviendo en su morada de siempre.
No creo que los intelectuales debamos refugiarnos en la asepsia del an谩lisis cuando lo que est谩 en juego son disyuntivas hist贸ricas. Describir sin posicionarse es, en ciertos contextos, una forma sutil de complicidad. Por eso no puedo ni quiero ocultar mi filiaci贸n frenteamplista, forjada desde el origen mismo de mi conciencia pol铆tica. No soy ciudadano uruguayo ni tengo derecho al voto, pero s铆 el deber -y acaso el privilegio- de intentar incidir desde la palabra. Y desde esta columna, lo hago sin eufemismos: deseo, aliento y defiendo que se vote al Frente Amplio en cada rinc贸n del pa铆s, en todos y cada uno de los departamentos donde a煤n late la posibilidad de una pol铆tica con sentido colectivo.
La pervivencia parcial de ese resabio hist贸rico que es la ley de lemas, a煤n resistente aunque carcomida, que configura, a煤n hoy, un escenario complejo y fascinante: en cada departamento, el Frente Amplio presenta diversas opciones, que oscilan entre la candidatura 煤nica en alg煤n ejemplo y hasta tres postulaciones distintas a las intendencias, sin contaminar la multiplicidad a煤n mayor en alcald铆as. Esa pluralidad abre un abanico de posibilidades inmenso, que lejos de debilitar, puede enriquecer la propuesta frenteamplista si se la vive como ejercicio democr谩tico fraternal y no como fragmentaci贸n est茅ril. Y si se me permite abusar del modesto privilegio que otorga escribir en este medio, fantaseo que -conoci茅ndolos personalmente- me encantar铆a poder votar a Javier Umpierrez en Lavalleja, al Flaco de los Santos en Maldonado, al Canario Pereira en San Carlos o a Silvana Ruggeri en Punta del Este. No porque pertenezcan a un mismo sector que me simpatice, sino por el contrario, porque en todos ellos reconozco una misma fibra 茅tica y una entrega insobornable a lo colectivo, apuestas distintas unidas por la 茅tica. Soy frenteamplista, pero independiente y espero no tener nunca que incorporarme a sector alguno, para disfrutar de la libertad de juicio y opini贸n, eludiendo los disciplinamientos conceptuales y dogmas residuales. Los une, en mi mirada, una coherencia de vida y de lucha que admiro, respeto y, por qu茅 no decirlo, me conmueve. Pero m谩s all谩 de esas cercan铆as afectivas, lo que me importa -lo 煤nico que verdaderamente me importa- es que en todos y cada uno de los departamentos de Uruguay triunfe el Frente Amplio. Lavalleja y Maldonado, por haber sido mis hogares m谩s continuos, laten en m铆 con especial ternura. Y por eso, tambi茅n, me implico.
Porque no se trata solo de elegir autoridades, sino de sostener un rumbo. De no soltar la mano tendida de un pa铆s que, a煤n en sus tropiezos, supo imaginarse m谩s justo. Ojal谩 cada voto sea un gesto de memoria y porvenir, una forma de decir -a煤n sin decirlo- que vale la pena seguir creyendo en lo com煤n, en lo compartido, en lo p煤blico. Que vale la pena, todav铆a, votar con el coraz贸n en la izquierda.