Gaza: Las reservas de alimentos disminuyen y los comedores comunitarios alimentan a miles de personas
Al salir el sol sobre Deir Al Balah, en Gaza, Mamdouh Abu Dahrooj ya est谩 trabajando en el comedor comunitario para brindar un plato de comida caliente a miles de personas para quienes ese es quiz谩s su 煤nico alimento del d铆a. Se mueve con destreza entre las cacerolas humeantes y las pilas de contenedores de comida mientras saluda a sus colegas; varios de ellos no han dormido mucho en las 煤ltimas noches por los estruendos de las explosiones en sus barrios.
“A pesar del miedo y la inseguridad, la gente sigue viniendo”, dice Mamdouh, responsable de distribuci贸n del comedor comunitario. “Dicen que la necesidad supera al miedo, y no hay nada m谩s aterrador que ver a tus hijos morir de hambre. No es cuesti贸n de elecci贸n; esto es supervivencia”.
Mamdouh es uno de los tantos trabajadores que mantienen en funcionamiento los comedores comunitarios que reciben apoyo del CICR en Deir Al Balah, una zona que se ha convertido en el refugio y, a su vez, en el 煤ltimo recurso de miles de familias desplazadas por el conflicto armado.
En un d铆a normal, los seis comedores que reciben apoyo del CICR en Deir Al Balah y Jan Yunis sirven comida caliente a m谩s de 19.200 personas; se trata de m谩s de 3.800 hogares que dependen de esta iniciativa para acceder a su 煤nica fuente de alimento.
Adem谩s de los comedores, el CICR brinda asistencia a instalaciones de horneado comunitarias en 15 refugios en toda Gaza. All铆 se producen 70.000 hogazas de pan fresco todos los d铆as, un sustento esencial para 12.500 personas desplazadas.
En Gaza, la comida escasea. Los precios est谩n por las nubes. Es casi imposible encontrar gas para cocinar, y hasta la le帽a se ha vuelto inaccesible. Muchas familias han perdido no solo el acceso a los alimentos, sino tambi茅n los medios para prepararlos.
Esa es la funci贸n de los comedores comunitarios: adem谩s de ser una fuente de alimento, son un espacio vital para la poblaci贸n.
A trav茅s de la distribuci贸n de alimentos a granel y los programas de dinero por trabajo, el CICR ayuda a mantener estos comedores al procurar que tengan los recursos materiales y el personal suficientes para continuar con su labor indispensable.
Este es un trabajo complejo: cacerolas enormes, quemadores industriales, largas l铆neas de voluntarios que trabajan codo a codo y filas de residentes que se aferran a un plato vac铆o con la esperanza de que hoy no sea el d铆a en que se acabe la comida.
“A veces la fila crece y crece, y se nos acaba la comida antes de haber podido servirles a todos”, dice Mamdouh. “Las familias se van en silencio, los ni帽os se llevan su plato vac铆o, y algunos hasta se pelean por lo que queda. Ese momento en el que ya no queda nada m谩s para dar es la peor parte de mi d铆a. Es una sensaci贸n que no se va”.
Mamdouh no hace como si fuera un trabajo f谩cil.
“No estoy aqu铆 porque sea una persona fuerte”, dice. “Estoy aqu铆 porque no puedo mirar hacia otro lado; no puedo sentarme a ver a la gente sufrir. Quiero hacer algo, por m谩s peque帽o que sea”.
Lo que lo motiva a seguir son las caras que ve d铆a a d铆a:
“Los cuatro hu茅rfanos en la tienda junto a la nuestra, que no tienen nada.
Los ni帽os que llevan ollas m谩s grandes que ellos.
La gente que me dice: ‘esta es nuestra 煤nica comida del d铆a’”.
Al igual que las comunidades a las que sirven, muchos de los que trabajan en los comedores comunitarios y en las instalaciones de horneado en Gaza son personas desplazadas, que tambi茅n se esfuerzan por llevar sustento a su familia.
A pesar de todo, all铆 est谩n, no solo para trabajar, sino para apoyar a otros y sobrevivir...
Incluso cuando les pesa el cansancio.
Incluso cuando tienen miedo.
Incluso cuando las filas son largas y se acaba la comida.