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Médicos Sin Fronteras ofrece atención sanitaria en Lankien, Sudán del Sur |
CARTA de Philippa Nicklin
Médica de MSF
Mientras miraba la pantalla del ecógrafo, solo podía pensar una cosa: por favor, aquí no. Ahora no.
Soy médica de urgencias en Médicos Sin Fronteras y me encontraba en Lankien, una localidad de Sudán del Sur. Allí, nuestro centro es el único que atiende a una zona remota y rural: algunas personas caminan durante días para llegar hasta nosotros. por si esto fuera poco, era temporada de lluvias, y el barro espeso dificultaba aún más cualquier trayecto.
Nos agrupamos en torno a la pantalla mientras una de mis compañeras ajustaba el ecógrafo sobre el abdomen de la joven para obtener una imagen más clara.
Voy a llamarla Nyakhor, aunque no es su verdadero nombre.
Nyakhor tenía unos 20 años. Había llegado débil al hospital con dolor abdominal y mareos. Una simple prueba con un pinchazo en el dedo reveló que su hemoglobina estaba peligrosamente baja, así que el equipo le hizo una transfusión de sangre.
Pero su hemoglobina seguía bajando. La primera ecografía mostró líquido en el abdomen. Una compañera le extrajo una muestra con una aguja. Era sangre. Y ahora, esta segunda ecografía nos contaba una historia muy clara.
Aunque la prueba de embarazo había dado positivo, la ecografía mostraba que su útero estaba vacío. En su lugar, podíamos ver que el embarazo de 8 semanas se había alojado en una de sus trompas de Falopio. A medida que crecía, el estrecho tubo había estado sometido a una presión cava vez mayor y acabó por romperse.
Es una urgencia médica: Nyakhor sangraba internamente y su nivel de hemoglobina era peligrosamente bajo. Había visto muchos casos similares, pero allí mi función era sobre todo diagnosticar rápido y aplicar un primer tratamiento. Ya llamaríamos después al equipo de ginecología para que la paciente pasara de inmediato a quirófano.
En Lankien, no teníamos ni quirófano ni cirujano. Pero al menos sí teníamos un banco de sangre. No era una solución definitiva, pero sí podía salvarle la vida ese día.
Mientras el equipo organizaba más transfusiones y medicación para intentar frenar la hemorragia, nuestra responsable médica hizo una llamada urgente: ¿podíamos conseguir un vuelo para Nyakhor?
En esta zona remota de Sudán del Sur no hay carreteras en condiciones, pero en Lankien hay una pequeña pista de aterrizaje. Nuestras avionetas biplaza son la única forma de entrar o salir del pueblo, salvo que se viaje a pie. Si conseguíamos estabilizar el estado de Nyakhor, podríamos trasladarla al hospital de MSF en Bentiu, a unos 260 kilómetros, donde un equipo quirúrgico podría atenderla.
La respuesta fue clara: la pista estaba inundada. No podía aterrizar ningún avión. No nos quedaba otra opción que esperar.
Durante los siguientes días, el estado de Nyakhor se fue estabilizando poco a poco. Tras la tercera transfusión de sangre, sus niveles de hemoglobina alcanzaron un nivel seguro. Las matronas vigilaban constantemente sus signos vitales y la mantuvimos en reposo absoluto.
Pero en cualquier momento el embarazo ectópico podía volver a romperse. Solo era cuestión de tiempo. Y sin un quirófano ni un cirujano, no podríamos frenar la hemorragia.
Pasaron 10 días muy tensos mientras esperábamos a que la pista se secara.
Aunque estábamos muy preocupadas por su salud, ese tiempo fue importante. La familia de Nyakhor se mostraba reticente a autorizar la operación. Temían que no pudiera tener hijos en el futuro, algo devastador para una mujer joven en su cultura.
Yo quería explicarles que su vida corría peligro, pero no hablo nuer, la lengua local, y mi origen cultural es muy distinto. Me sentía impotente.
Por suerte, en Lankien, MSF contamos con personal formado específicamente en salud mental y promoción de la salud. Estas compañeras -a menudo procedentes de la propia comunidad- comprenden bien las presiones y preocupaciones de las familias, y son expertas en acompañarlas en decisiones sanitarias difíciles.
Gracias a su apoyo, Nyakhor y su familia entendieron la urgencia de la situación y que la operación no impediría que pudiera quedarse embarazada en el futuro. Nyakhor y su padre dieron su consentimiento y, en cuanto la avioneta pudo aterrizar, partieron rumbo a Bentiu.
Si su familia no la hubiera traído a nuestro hospital, Nyakhor habría muerto. Pero, en cambio, menos de dos semanas después de aquel vuelo, volvió. Fue un enorme alivio verla caminar por el hospital, sana y sonriente, de camino a casa.
La mortalidad materna en Sudán del Sur es una de las más altas del mundo. Sin el apoyo de personas como tú, Nyakhor probablemente habría sido una cifra más en esa estadística.
Dra. Philippa Nicklin
Médica de MSF
Lankien, Sudán del Sur