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La no violencia es tan norteamericana como la tarta de manzana

OPINI脫N
David Andersson

«La verdadera tradici贸n estadounidense no es la guerra: es la resistencia del pueblo a ella».

El 16 de junio, la revista Rolling Stone inform贸 sobre las recientes manifestaciones «No a los reyes», que revelaron algo profundo sobre los valores estadounidenses. En el art铆culo se帽alaban que las protestas del s谩bado sacaron a millones de personas a las calles para oponerse a un gobierno cada vez m谩s autocr谩tico. La ACLU declar贸 que m谩s de cinco millones de personas se hab铆an reunido en 2.000 manifestaciones, una respuesta organizada para contrarrestar lo que los cr铆ticos calificaron de desfile militar «al estilo dictador» de Trump para su propio cumplea帽os.

Mientras los l铆deres pol铆ticos montan espect谩culos militares, millones de estadounidenses de a pie salen a la calle para protestar pac铆ficamente. Este patr贸n revela d贸nde est谩 realmente el coraz贸n de la naci贸n.

Trump gan贸 un apoyo significativo al criticar la participaci贸n de Estados Unidos en guerras extranjeras -especialmente en Ucrania y Palestina- y al prometer una paz r谩pida. Sin embargo, sus acciones han intensificado sistem谩ticamente el conflicto en lugar de resolverlo. Su actual postura militar refleja las mismas pol铆ticas que una vez conden贸, reforzando un patr贸n familiar en la pol铆tica estadounidense: promesas electorales de paz seguidas de escaladas militares una vez en el poder.

Durante siglos, millones de personas han emigrado a Estados Unidos, a menudo huyendo de la guerra, la violencia y la desesperaci贸n econ贸mica. Al hacerlo, ayudaron a construir una de las sociedades culturalmente m谩s diversas del planeta, un experimento viviente de lo que podr铆a ser una futura comunidad humana. La resistencia a las redadas del ICE y a las medidas en茅rgicas contra la inmigraci贸n, como las presenciadas recientemente en Los 脕ngeles, deben entenderse no como hechos aislados, sino como parte de una defensa m谩s amplia de esta identidad multicultural en evoluci贸n.

Estos inmigrantes no vinieron a Estados Unidos para construir armas o librar guerras. Vinieron buscando la promesa de una coexistencia pac铆fica, una promesa que sigue sin cumplirse en gran medida debido a las instituciones militarizadas que sustraen recursos a las comunidades que m谩s los necesitan.

No son las urnas las que nos han fallado, sino el poder militar sin control. De Vietnam a Irak, de Gaza a Ir谩n, y ahora en toda Europa, ¿qui茅n tiene la responsabilidad de la carnicer铆a? El expansionismo de la OTAN, los conflictos militares entre Rusia y Ucrania y las implacables intervenciones estadounidenses han contribuido a crear un clima de inestabilidad mundial.

Como advirti贸 Martin Luther King Jr. en su discurso de 1967 «M谩s all谩 de Vietnam», el problema no son s贸lo las guerras individuales, sino el sistema militar que las permite y perpet煤a. King comprendi贸 que el militarismo corrompe la democracia desde dentro, convirtiendo los recursos destinados al florecimiento humano en instrumentos de destrucci贸n.

Las universidades y las instituciones religiosas legitiman con demasiada frecuencia este sistema. En lugar de guiarnos hacia la paz, bendicen las empresas militares, santifican la violencia y dan cobertura intelectual y espiritual a la destrucci贸n. Estas instituciones -destinadas a inspirar claridad moral y despertar espiritual- se han convertido en c贸mplices de la normalizaci贸n de la violencia. Es muy preocupante que tantas personas cultas no s贸lo apoyen sino que ayuden a dise帽ar la maquinaria del asesinato organizado.

Seamos claros: ning煤n inmigrante o persona de clase trabajadora est谩 construyendo las bombas lanzadas sobre Ir谩n. Ning煤n barrio pobre est谩 desviando miles de millones de d贸lares de los impuestos como lo hace el complejo militar-industrial. La verdadera lucha democr谩tica en Estados Unidos siempre ha sido contra esta maquinaria de guerra y los intereses de las 茅lites a las que sirve.

El pueblo estadounidense muestra sistem谩ticamente su deseo de vivir en paz y seguridad. Pero ese deseo ha sido manipulado por aquellos que se benefician del conflicto perpetuo -intereses que Trump representa a trav茅s de sus espect谩culos militares de cumplea帽os, el ruido de sables hacia Ir谩n e Israel, y las apelaciones nost谩lgicas al nacionalismo.

Imaginen un mundo sin ej茅rcitos. Nos ver铆amos obligados a resolver nuestras tensiones mediante la diplomacia y la creatividad. No se trata de un idealismo ingenuo, sino de sabidur铆a pr谩ctica. Los recursos que actualmente se dedican a las armas de destrucci贸n masiva podr铆an transformar la educaci贸n, la sanidad, las infraestructuras y la protecci贸n del medio ambiente.

Esta transformaci贸n exigir铆a desmantelar no s贸lo el armamento militar, sino tambi茅n los sistemas econ贸micos y pol铆ticos que dependen de un conflicto perpetuo. Significar铆a elegir la cooperaci贸n frente a la competencia, el di谩logo frente a la dominaci贸n y la prosperidad compartida frente al pensamiento de suma cero.

La historia nos demuestra que los l铆deres que conf铆an en la fuerza militar y la ret贸rica divisoria acaban perdiendo terreno pol铆tico. Las administraciones anteriores han ca铆do debido a pol铆ticas imprudentes, a una mala gesti贸n de las crisis y a posturas divisivas que fracturan en lugar de curar. Pierden no porque el p煤blico olvide, sino porque recuerda, y porque sigue eligiendo la resistencia no violenta frente a la sumisi贸n al poder autoritario.

Los millones de personas que llenaron las calles de protestas pac铆ficas representan la verdadera tradici贸n de Estados Unidos. Encarnan los valores m谩s profundos del pa铆s: la diversidad, la democracia y la persistente creencia de que los conflictos deben resolverse sin violencia.

Al final, la no violencia siempre gana.

 

David Andersson. Pressenza





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