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Luchar por la III República no es republicanismo de salón


P. Recife

La desafección, cada vez mayor, de las clases obrera y popular, hacia partidos y sindicatos es un hecho incontestable y se debe a una combinación de factores estructurales, políticos y culturales. El movimiento republicano no es ajeno a esa desafección.

En lo que va de año se han producido diversos “encuentros” republicanos: la II Asamblea de Toledo y el Encuentro Estatal de cargos públicos en marzo, el Encuentro Republicano celebrado en el Congreso de los Diputados, entre otros. Estos encuentros, con escasa representación y menos vinculación real con los problemas de la clase obrera y clases populares, han sido un fracaso sin ninguna repercusión en la sociedad. Tampoco la buscaban; los objetivos de estos “encuentros” son dispares, según quién lo promueva, con intereses muy alejados de las necesidades de nuestro pueblo, pero en general tras ellos sólo hay el intento de algunos de mantenerse vivos, de “cambiar algo, para que todo siga igual”. 

Se plantean estos republicanos de salón algunos objetivos “organizativos” y de “lucha” que solo con leer sus enunciados dejan en evidencia un claro intento de manipulación para frenar el movimiento republicano que sí es combativo y se forja día a día entre las masas y sus problemas cotidianos. Planteamientos como: “crear una Comisión de Expertos para elaborar y someter a la discusión de la ciudadanía un proyecto de Constitución de la III República española”; promover en el Congreso de los Diputados un “decreto no de ley para hacer el día 14 de Abril día festivo”; convocar una “marcha” anual por la República con los lemas “democracia si, monarquía no” y “hasta que se vayan” y otros por el estilo que son claramente desmovilizadores, no atacan el problema de raíz y están encaminados a ser simples apagafuegos de la monarquía y sus gobiernos frente a las luchas populares.

Luchar por la III República es trabajar por la ruptura con el régimen del 78, impuesto por Franco, no simplemente invitar al monarca, sus oligarcas y adláteres a irse, algo que nunca harán de motu propio. La lucha republicana es defender una República Popular auténticamente democrática frente a la corrupta monarquía de los mercados impuesta por una dictadura fascista; es, también, trabajar por la unidad y organización de las clases populares para hacer frente con fuerza y determinación a sus enemigos. 

Estos “encuentros” y “marchas”, promovidos por IU, PCE, PODEMOS, SUMAR y otros oportunistas de igual pelaje, solo tienen como objetivo intentar resucitar sus pasadas “glorias” (leáse prebendas) y recuperar organizaciones desacreditadas y en una profunda crisis por su política reformista y conciliadora, dotándose de un perfil político más “radical” y utilizan para ello la cuestión republicana. Llevamos años diciéndolo: son los republicanos de salón.

Son los mismos: los que en el 2014, con un movimiento popular y republicano en auge aceptaron la abdicación del corrupto Juan Carlos, desmovilizaron a las masas afirmando cínicamente que “iban asaltar los cielos” y que, en su tarea “salvadora”, las ideologías “importaban un pimiento” y prohibían la bandera republicana en sus manifestaciones y mítines; y sus compañeros de engaño, que unos años antes, en tiempos también de lucha, habían desvirtuado, o simplemente cerraron, las potentes asociaciones de vecinos, que tantas luchas y logros ayudaron a alcanzar; transformaron los sindicatos de clase en entes burocráticos al servicio de un falso “diálogo social” con la oligarquía empresarial, liquidando las corrientes más combativas y dividiendo al movimiento obrero en vez de unirlo, etc.

Decíamos que la desafección hacia la política se debe a una combinación de factores: la primer razón es la desconexión que ese movimiento republicano “de salón” y esos partidos y sindicatos institucionales tiene con las necesidades reales de nuestro pueblo. No representan los intereses concretos de las masas, que los perciben como organizaciones burocratizadas, alejadas del día a día de la gente común. 
La precariedad y los cambios en el mercado laboral, con el auge de empleos precarios, temporales (disfrazados de fijos o no), informales o de falsos autónomos, que los sindicatos no han sabido, o querido, combatir, ha dejado fuera de cobertura sindical y, por tanto, sin organización a amplios sectores, especialmente a los jóvenes trabajadores.

Que hayan gobernado o estén gobernando esos partidos, que nunca antes reivindicaron la República (porque, según decían entonces, no tocaba), ha dejado en evidencia que, sin lucha, sin unidad y participación de las masas, no se logran mejoras tangibles (salarios, pensiones, vivienda, derechos laborales). Esto aumenta la frustración popular. 

Si se percibe que “nada cambia”, si líderes de papel que predican humo, sustituyen a las organizaciones del pueblo, la gente deja de participar y de confiar. Y, si a esto añadimos que, pese a su discurso de “transparencia”, los casos de corrupción, los pactos políticos poco transparentes y los chanchullos, están al orden del día en todo el espectro político, también en esa izquierda complaciente, las clases populares se sienten, con razón, traicionadas.

Todo ello ha contribuido a fomentar el discurso neoliberal que promueve una visión individualista e insolidaria de la sociedad, debilitando el sentimiento de pertenencia a colectivos. Sus discursos “progres” del “transversalismo” y otras zarandajas similares han hecho un daño terrible, provocando que muchos trabajadores no se auto identifiquen como “clase trabajadora”, sino como “clase media”, o no vean los conflictos sociales en términos de lucha de clases, lo que debilita la movilización colectiva. Por todo ello, no hay que caer en las telarañas que lanzan estos oportunistas. 

Los republicanos consecuentes estamos en sus antípodas. Para nosotros la democracia es algo más profundo que la votación cada cuatro años; nosotros la entendemos como la participación organizada de las masas populares en la vida social y política del país. Si bien, como decimos más arriba, la corrupción de la monarquía es denunciable, lo debe ser del régimen en su conjunto (del que también forman parte ellos), pero sobre todo de lo que se trata es de situar cómo este régimen oligárquico crea toda una serie de problemas sociales y económicos (vivienda, trabajo, pensiones, servicios públicos, guerras,…) que ahogan y ponen en peligro a las clases trabajadoras, a la mayoría social del país, y la necesidad de la alternativa política republicana para avanzar en la solución de los mismos, dotándola al tiempo de contenido.

Celebrar un referéndum, ahora, como ellos pretenden, en el marco de la monarquía, es un error táctico de envergadura, pues todos los recursos del estado y sus medios de comunicación serían movilizados (como hicieron con el referéndum de la OTAN) y puestos al servicio de un “Sí” a la monarquía, lo que la apuntalaría. Nosotros no queremos “que se vayan”, sino que queremos echarles. Frente al “Hasta que se vayan”, como lema, insistiremos en “Hay que echarles”, en la ruptura con el régimen. El primero pone la voluntad en la familia monárquica, otorga al pueblo un papel pasivo, de mero espectador; el segundo pone la voluntad en el Pueblo, lo da un papel activo, protagonista, en esa empresa, llama a la movilización, a la organización, a la lucha para expulsarles del país.

Los republicanos consecuentes estamos a pie de calle, con la clase obrera, con nuestros vecinos, jóvenes y mayores, codo con codo, luchando juntos por nuestros derechos y con el convencimiento de que solo la III República será la que traiga el cambio efectivo y una democracia plena para nuestro pueblo. La tarea que tenemos es gigantesca y el camino no será fácil pero traeremos la III República, ese es nuestro objetivo.





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