
Refugiados rohingya en un campamento de Cox’s Bazar, en Bangladesh.
© ACNUR/Susan Hopper
GENEVA – ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios humanitarios se están movilizando para responder a las necesidades de hasta 150.000 refugiados rohingyas que han llegado a Cox’s Bazar, en Bangladesh, en los últimos 18 meses.
La violencia selectiva y la persecución en el estado de Rakhine, junto con el conflicto en curso en Myanmar, han continuado forzando a miles de rohingyas a buscar protección en Bangladesh. Este flujo de refugiados rohingyas hacia Bangladesh, que se alarga desde hace meses, es el mayor desde 2017, cuando unas 750.000 personas huyeron de la violencia mortal en su estado natal de Rakhine.
Bangladesh ha acogido generosamente a los refugiados rohingyas durante generaciones. Estas nuevas llegadas se suman a casi un millón de refugiados rohingyas que ya vivían en los masificados campamentos de Cox’s Bazar que, con apenas 24 kilómetros cuadrados, son uno de los lugares con mayor densidad de población del mundo.
Entre los recién llegados, casi 121.000 habían sido identificados biométricamente a finales de junio, y se cree que muchos más residen de manera informal en los campamentos de refugiados ya saturados. La gran mayoría son mujeres y niños.
Se necesita urgentemente más apoyo humanitario, dado que las personas recién llegadas dependen en gran medida de la solidaridad de quienes ya vivían en los campamentos, lo que está llevando al límite unos recursos ya muy reducidos. La identificación biométrica ha permitido a los socios humanitarios en Bangladesh proporcionar servicios básicos, como alimentos, atención médica, educación y artículos de primera necesidad a los a los recién llegados. Sin embargo, estos recursos se agotarán pronto si no se recibe una inyección inmediata de fondos. El acceso a albergues y otras necesidades clave también es insuficiente debido a la escasez de recursos.
Con la grave crisis global de financiación, las necesidades críticas tanto de las personas refugiadas que acaban de llegar, como de las que ya estaban en los campos, no se podrán cubrir, y los servicios esenciales para toda la población refugiada rohingya corren el riesgo de colapsar.
A menos que se garanticen fondos adicionales, los servicios de salud se verán gravemente afectados en septiembre y se agotará el combustible para cocinar. Para diciembre, se suspenderá la asistencia alimentaria. La educación de unos 230.000 niños y niñas, incluidos 63.000 recién llegados, corre el riesgo de ser interrumpida.
Las personas refugiadas en los campamentos ya han sentido el impacto de estos recortes, y temen tener que hacer frente a nuevas reducciones en las ayudas. Esto está generando un sentimiento de desesperación y angustia, y está empujando a algunas personas a emprender peligrosos viajes por mar hacia otros países en busca de seguridad y una vida más digna para sus familias.
La frontera entre Bangladesh y Myanmar permanece oficialmente cerrada y bajo vigilancia de la Guardia Fronteriza de Bangladesh. ACNUR y sus socios humanitarios agradecen que el Gobierno de Bangladesh haya autorizado a los refugiados rohingyas recién llegados a acceder a asistencia de emergencia y servicios básicos en los campamentos de Cox’s Bazar. Sin embargo, dado que el conflicto en Myanmar sigue activo, estamos abogando ante las autoridades bangladesíes para que proporcionen acceso a la protección y el asilo para los civiles que huyen del conflicto.
A lo largo de los años, el generoso apoyo de Bangladesh y de la comunidad internacional ha sido fundamental para satisfacer las necesidades más básicas de los refugiados rohingyas y brindarles protección. No obstante, todos los aspectos de la respuesta humanitaria se están viendo afectados por la escasez de financiación.
Asimismo, ACNUR y sus socios humanitarios hacen un llamamiento a la comunidad internacional para que se solidarice con Bangladesh y otros países de la región que acogen a refugiados rohingyas. Hasta que haya paz y estabilidad en el estado de Rakhine, en Myanmar, que permita un retorno seguro y voluntario, la comunidad internacional debe seguir apoyando los esfuerzos para brindar asistencia vital a los rohingyas obligados a huir.