OPINIÓN
Ángeles Sanmiguel
“No queremos animales encerrados para que las empresas se llenen los bolsillos mientras venden una ilusión de conservación”. Emi, portavoz de Youth Climate Save (YCS) València, es tajante: “El greenwashing ya no cuela”. “Queremos un planeta donde los animales estén en libertad y la naturaleza no tenga que adaptarse a nuestros intereses económicos”. A día de hoy sólo el cuatro por ciento de animales que pueblan la Tierra son salvajes siendo presas idóneas para zoológicos, acuarios, reptilarios, insectarios, aviarios. Cárceles donde se va a morir por segunda vez. La primera sobrevenida al ser secuestrados de sus hábitats, alejados de congéneres, de su familia, sus crías, y hasta de rivales naturales. Sentenciados a un tránsito de melancolía forzada, desesperación crónica, estrés y de zoocosis (psicosis con movimientos repetitivos en animales cautivos). “Si no existiera la captura de animales en su hábitat, simplemente no habría negocio”.
“¡No tenemos derecho a hacer de sus vidas un infierno!”.
¿Hasta cuándo silenciar en medios de comunicación las altas tasas de mortalidad de animales en cautiverio y “la falta de transparencia” en tan controvertido tema concerniente a empresas y fundaciones aquilatadas? Miles de animales mueren anualmente, -se estima un treinta por ciento-, sufriendo el tormento de la cárcel mientras la “omertá” se instala. Hipotermia, golpes de calor, accidentes, sacrificios selectivos, gestión comercial, insalubridad, falta de atención veterinaria y extrema delgadez son algunas de las muchas causas y tras todas ellas se agazapa la perversión humana.
“Zoológicos y acuarios dependen de ese ciclo de extracción y encierro” donde los animales “en instalaciones artificiales, sin poder desarrollar sus comportamientos naturales, no están siendo conservados, están siendo explotados para el entretenimiento humano”. “El verdadero fin de estas instituciones no es la protección de la fauna salvaje, sino el rendimiento económico”.
Hasta bien entrado el siglo veinte zoológicos, parques de atracciones y ferias contaban con distintas especies, también la humana, “los llamados salvajes”, quienes “eran exhibidos mientras los verdaderos salvajes miraban”, relata la periodista Carolina Balbani
“Decidí que Daniela no asistiera al Oceanogràfic porque estamos totalmente en contra de este tipo de lugares donde se priva de libertad a los animales, ella misma decidió no ir”. Eva es madre de una niña de sexto de primaria cuyo viaje de fin de curso, consistía en ir a este “centro de referencia” gestionado comercialmente por una sociedad limitada. “Ella no ha podido ir con sus compañeros y compañeras de toda la vida porque se los han llevado a esta cárcel animal”, comenta el activista Diego Nevado.
Eva considera que “es una completa aberración porque los animales deben de estar en libertad, este tipo de sitios, en los tiempos que estamos, no deberían de existir”. Su hija Daniela “lo comprende perfectamente” pero se ha quedado sin compartir “la última excursión que iba a hacer con sus compañeros ya que ahora pasa al instituto”.
Comentándole a la profesora la razón por la que “Daniela no iba a asistir, no le han hecho ningún caso”, aseverándole sin más que “era un centro de recuperación de animales”. “¡Eso no es así!”, le espetaría Eva señalando “el bochornoso espectáculo que les hacen hacer a los delfines –una veintena-”. “¡Es que no hay por dónde cogerlo!”.
¿Cómo es posible que docentes, dada su formación, convengan y promocionen entramados de crueldad animal?
¿Por qué no explican a la infancia cosas tales como que una “sabia disposición natural destinada a proteger a los peces de sus enemigos” genera el fenómeno de “coloración disruptiva” algo imposible en esas peceras hormigonadas con vidrios blindados? O ¿cómo podrán los tiburones que no son vivíparos (no nacen del vientre de la madre), colgar en tallos de algas o bancos de coral sus cápsulas coriáceas de huevos estando presos en sórdidas prisiones de agua? ¿Será posible en espacios espurios y deprimentes, con una escenografía irreal en torno a una charca que simula el océano, que las denominadas “escuelas” de pingüinos adolescentes se desarrollen? ¿Cómo pescaran todos juntos dándose señales unos a otros advirtiéndose de peligros?
Alimentos congelados, refrigerados, iluminación artificial, focos alógenos de gran potencia y ultravioleta, toneladas de sal, resinas, bicarbonatos de magnesio y de calcio, cubas para cuarentenas de aclimatación al presidio, laboratorio de análisis y experimentación, skimmer de limpieza, esterilizadores de patógenos, intercambiadores de calor de titanio, y otros aparatos se requieren para la reclusión de peces en aguas estancadas, exentas de vivificantes corrientes. La rentabilidad es lo primero y, por lo tanto: “no saldría a cuenta económicamente el cambiar el carbono activo semanalmente”, comenta un experto sobre los tanques.
¿Por qué “si alguien está en contra de la crueldad animal”, como Daniela, no puede socializar con su clase? “¿Por qué tiene que “quedarse excluida, sin poder ir con los compañeros de toda la vida?”, cuestiona Nevado. “¡Me parece lamentable!”. Su madre escribió al colegio, y su hija “también habló con la profesora, pero no hubo manera, no entiendo como un centro educativo no puede ser inclusivo y llevarles a un sitio al que pueda ir todo el mundo”.
Infancia y adolescencia son manipuladas normalizando cárceles y esclavitudes en lugares “supuestamente educativos”. “Debemos educar a las niñas y niños en la empatía hacia los demás”, señala la bióloga Rosa Más.
¿Tanto cuesta programar actividades “a las que pueda ir todo el mundo y no fomenten la crueldad”?
“Los acuarios son lugares cuyo único fin es el económico” apunta el coordinador de Dénia Animal sabe Álvaro Tarancón.
Inteligentes delfines, belugas capaces de sumergirse setecientos metros y demás animales acuáticos, todos, “todos, son conscientes de su cautiverio”. En los shows se les medica con tranquilizantes para mitigar la psiconeurosis por ansiedad y cuando se acercan suplicantes al cristal el público les responde con insulsas risas o muecas imbéciles.
“Todo animal merece tener derechos”. “¡Derecho a la libertad!”. A no ser utilizados como el caso de “narco animales” que trasladan drogas entre pabellones carcelarios. (Pablo Escobar narcotraficante colombiano afirmaría que la delincuencia siempre está “tres o cuatro pasos por delante” de las autoridades). Roedores, serpientes, palomas, gatos, vacas, perros, toros (tras castrarlos la piel del escroto se rellena con alijo compactado), son martirizados por negocio. Y, ¿qué decir de la utilización de reptiles (caimanes, lagartos de Florida) como cancerberos en el nuevo negocio de la saña trumpiana denominado “Alligator Alcatraz”. -“Las cárceles en Estados Unidos son un negocio para alguien, son privadas”-.
“Criados para ser cautivos”
Plataforma Defensa Animal y Dénia Animal Save junto a Feumve (Familias Unidas por un Menú Vegano Escolar), frente al Oceanogràfic, protestaron “exigiendo el cierre de los acuarios”. “No somos antisistema, el sistema es antinosotros” se lee en un cartel de YCS València.
“¿Hasta cuándo vamos a seguir encerrando a los animales considerándolos objetos, ¡basta ya de usar a los animales, basta ya de jaulas! no queremos jaulas más grandes”, proclama Emi. “Los animales no son nuestros esclavos”. Excepcionalmente aún existen personas de plantillas que presenciando lo que sucede en espacios de maltrato animal han preferido despedirse. “Tanto en zoológicos como en acuarios, los animales no quieren estar ahí” rotundiza Nevado.
“Si no educamos a la infancia en el antiespecismo y en el respeto a todas las especies de animales contándoles la realidad, nunca podremos avanzar”. Difícil tarea la de luchar contra titanes como la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA) y la mundial WAZA y sus clones.
“Hicimos esta actividad en el BioParc junto a Denia Animal Save con el objetivo de contar una realidad que no se conoce porque principalmente la clientela de los zoológicos es la infancia que va a ver a los animales y no es consciente de toda la realidad”. “Al final es un negocio y cuando no van suficientes visitas lo pagamos todas las personas contribuyentes en subvenciones”, comenta Nevado.
“Desde Youth Climate Save España llevamos años señalando una verdad incómoda que muchas instituciones tratan de maquillar: los zoológicos y acuarios no son centros de conservación, son negocios disfrazados de educación ambiental. Y uno de los casos más flagrantes es el del Oceanogràfic de València”. “Mientras dicen preocuparse por la diversidad marina, su cafetería y restaurante ofrecen mayoritariamente pescado –el noventa y cinco por ciento de los platos-”. “Es decir, están sirviendo en bandeja la primera causa perdida de vida marina”.
Liderar el cautiverio de delfines –noventa y tres individuos- lejos de ser honroso es una lacra para España. ¿Qué espera ver el turismo en un zoológico o acuario? Solamente “esclavos del entretenimiento humano”. “Los llamados programas de conservación que promueven, tanto acuarios como zoológicos, no son más que estrategias de marketing con ánimo de lucro”, afirma Emi.
Ante el Bioparc València WTF València e YCS València mostraron el rechazo “hacia un negocio que se enriquece a costa del cautiverio y la esclavitud animal”. ¿Cuántas fundaciones hay lucrándose de esta trata? ¿Publicidad engañosa para “llenar las arcas y atraer visitantes”? “Familias enteras acuden cada día sin conocer la verdadera realidad que se esconde tras los barrotes y los cristales”. Sesenta y cuatro millones de euros se han presupuestado para la ampliación del citado zoo valenciano para lograr un millón de visitantes mediante un siniestro invento denominado la Ruta de la Seda, aplaudido por la actual alcaldía valenciana (PP) y con fecha para el dos mil veintisiete. El colindante Ayuntamiento de Mislata está de uñas ya que le atañerá. ¿Por qué se dio una ¡concesión! en el Parque de Cabecera a este negocio privado en el año dos mil ocho – Rita Barberá (PP) en el Ayuntamiento-?
¿Qué pasa cuando alguna pandemia, guerra, crisis económicas o circunstancias catastróficas inciden en los animales encarcelados? ¿Comida en función de la venta de entradas? ¿Donaciones? ¿Dejarlos morir lentamente?
En dos mil once “La organización internacional Igualdad Animal (IA)” divulgó las deplorables condiciones de zoológicos españoles, interponiendo denuncias administrativas tras comprobar autolesiones e interviolencias generalizadas provocadas por “el estrés que padecen por su confinamiento en espacios demasiado pequeños, no adaptados a sus necesidades”.
Ningún animal preso es feliz
¿Por qué las sociedades no enseñan a la infancia a mirar a los otros animales con el respeto que merecen como compañeros de vida? Marcel Proust novelista francés dijo: “El secreto de la vida no está en el descubrimiento de nuevas tierras, sino en ver el mundo con ojos nuevos”.