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El catecismo de la coima: motosierra, diezmo y veto

Droguer铆as, discapacitados y negocios blindados

De la “anticasta” al pacto c铆nico: pol铆tica de feria y rep煤blica de utiler铆a


Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires). cafassi@uba.ar




Javier Milei no descubri贸 la casta: apenas bautiz贸 con ese nombre el hartazgo social ante una dirigencia que vive en otra dimensi贸n. Como se帽al贸 el escritor argentino Alejandro Horowicz, la bronca no es producto de una invenci贸n ret贸rica, sino un dato de la realidad: pol铆ticos, sindicalistas y dirigentes de todo pelaje se exhiben millonarios a la vista de un pa铆s empobrecido. Es muy dif铆cil encontrar un cuadro del establishment, incluso entre bandos enfrentados en la llamada “grieta” -esa polarizaci贸n entre kirchnerismo y antikirchnerismo-, que no haya convertido la pol铆tica en atajo hacia la riqueza personal, blindado por fueros, prebendas o favores judiciales. Milei supo escuchar esa ira, ponerle nombre y transformarla en capital pol铆tico. Incluso cultiv贸 un aura de honestidad al sortear p煤blicamente su dieta de diputado mes a mes, gesto perform谩tico que buscaba diferenciarlo del privilegio habitual. Su narrativa “anticasta” fue la traducci贸n pol铆tica de un grito acumulado durante d茅cadas: “basta de privilegios, basta de corrupci贸n!”.

Pero la paradoja argentina se consum贸 con la velocidad del rayo. El mismo outsider que promet铆a dinamitar la madriguera termin贸 convertido en su m谩s fiel sacerdote. Quien llegaba con la motosierra para cortar los hilos de la vieja trama qued贸 atrapado en la misma mara帽a que juraba incendiar: valijas que circulan por el aeropuerto sin control desde vuelos privados, contratos sobrefacturados, retornos naturalizados, familiares y amigos en los centros neur谩lgicos del poder. El rugido del le贸n contra la corrupci贸n se volvi贸 maullido dom茅stico ahogado alrededor de los sobres. La “anticasta” termin贸 fundando su propia casta, espejo de las anteriores, con viejos integrantes reciclados en sus filas.

Los esc谩ndalos se suceden con la regularidad de una serie clase B: los m谩s groseros comienzan con la venta de candidaturas partidarias como si fueran empanadas de feria; luego la criptomoneda “Libra”, bautizada con iron铆a astrol贸gica para disfrazar una cripto-estafa; despu茅s las valijas m谩gicas ingresadas al pa铆s que reeditaron el fantasma Antonini-Wilson -el caso de 2007 en el que un empresario venezolano intent贸 ingresar a Argentina con una maleta repleta de d贸lares no declarados-; y, por fin, la revelaci贸n m谩s corrosiva: los audios de Diego Spagnuolo, entonces director de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), organismo estatal encargado de asistir a personas con discapacidad, describiendo retornos millonarios en la compra de medicamentos dentro de su organismo.

En esas grabaciones atribuidas a su voz, Spagnuolo acusa a Eduardo “Lule” Menem -mano derecha de Karina Milei- de montar un sistema de coimas que inclu铆a exigir un 8% de las licitaciones a las empresas proveedoras, con un 3% reservado a la propia hermana del presidente. Todo ello en un pa铆s donde la corrupci贸n se naturaliza al punto de que un engranaje libertario como Lule Menem puede justificar el diezmo como tr谩mite: “lo hacen todos”. La paradoja se consuma: el anticasta se convierte en actor principal de la misma tragicomedia que jur贸 clausurar. Hasta voces inicialmente afines registran el derrumbe del relato: el mandato anticorrupci贸n se deshilacha al contacto con el s贸tano real del poder, ese subsuelo donde se urden los retornos.

Medicamentos, PAMI y la maquinaria del saqueo

Conviene aclarar, para no perder de vista el trasfondo, qu茅 significa exactamente una droguer铆a en el universo sanitario argentino. No se trata de un simple dep贸sito ni de una farmacia de mostrador. En la cadena de valor del medicamento, primero est谩n los laboratorios que producen; luego los distribuidores, que almacenan y mueven el stock en nombre de esos laboratorios; y reci茅n despu茅s aparecen las droguer铆as, que compran los remedios y los revenden, buscando convertirse en el 煤ltimo eslab贸n previo al consumo. Su negocio se multiplica cuando logran “puentear” a las farmacias y vender directamente al Estado en grandes licitaciones, donde la rentabilidad es mayor.

En Argentina existen cerca de un millar de droguer铆as, pero tres concentran el 70% del mercado: Del Sur, Monroe Americana y la c茅lebre Suizo Argentina, aludida en este esc谩ndalo. Fue precisamente uno de sus directivos, Emmanuel Kovalivker, quien fue sorprendido por la Justicia huyendo de su casa con 266.000 d贸lares en sobres y 7 millones de pesos en efectivo, aparente prueba material del circuito de retornos denunciado en los audios. No son meros intermediarios inocentes: su capacidad de lobby y su control del flujo de medicamentos los convierte en piezas decisivas de cualquier trama de corrupci贸n vinculada a la salud p煤blica.

El Programa de Asistencia M茅dica Integral (PAMI), instituci贸n que deber铆a ser b谩lsamo y protecci贸n de la vejez y escudo de vulnerables, termin贸 convertido en bot铆n partidario y caja de recaudaci贸n. Licitaciones expr茅s de pa帽ales por cientos de millones de d贸lares, exigencias de retornos a empleados y nombramientos en cascada de cuadros y familiares libertarios revelan una maquinaria donde la motosierra no recorta privilegios: los multiplica.

La Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), epicentro del esc谩ndalo y dirigida hasta hace poco por Spagnuolo, debi贸 ser intervenida de urgencia tras la difusi贸n de las grabaciones. Pero el mecanismo de corrupci贸n no se agot贸 all铆: se proyecta hacia organismos vecinos como el PAMI, replicando la l贸gica de expoliaci贸n. Como si no bastara con licuar medicamentos mediante vetos o “reformas” contables, se roba dos veces: primero con el ajuste, despu茅s con el sobreprecio de contratos ama帽ados. No es la casta la que saquea; es la anticasta arrodillada en el mismo altar, con nuevos oficiantes y viejas liturgias.

El Ministerio de Seguridad, bajo la mano f茅rrea de Patricia Bullrich -encargada de apalear, entre otros, a los jubilados que protestan todos los mi茅rcoles frente al Congreso por el derrumbe de sus ingresos- aparece como la cartera con m谩s adjudicaciones a Suizo Argentina: m谩s de 8.000 millones de pesos en pocos meses, seg煤n documentaci贸n oficial de compras p煤blicas. No se trata de un organismo perif茅rico, sino del coraz贸n coercitivo del Estado, donde el discurso del orden convive con la opacidad contractual.

La paradoja es brutal: el mismo aparato que reprime con gases y bastones a quienes reclaman en las calles nutre con dinero p煤blico a la empresa se帽alada en el epicentro de la causa por sobornos. Iron铆as de 茅poca: mientras se despliega el garrote contra los pobres que protestan, se acaricia con contratos a los proveedores que lubrican el engranaje de retornos.

El pacto c铆nico y la pedagog铆a de la coima

Aun desde trincheras period铆sticas poco afectas al kirchnerismo, la cr贸nica converge en lo estructural. Carlos Pagni lo sintetiza desde el aristocr谩tico diario La Naci贸n: la corrupci贸n argentina tiene rasgos cr贸nicos y se organiza en “circuitos” que alimentan la pol铆tica. Los principales: medicamentos, juego, obra p煤blica, alimentos y el r茅gimen industrial de Tierra del Fuego. Spagnuolo toc贸 uno de esos cables pelados, el de los medicamentos.

La novedad no est谩 en la trama -ya conocida por la sociedad- sino en el papel del exorcista convertido en oficiante. Milei, que se presentaba como ruptura, aparece pegado a la continuidad de pr谩cticas y nombres. Con un agravante t谩ctico: no hay fusibles. Su hermana Karina, la 煤nica persona en quien conf铆a plenamente, qued贸 alcanzada de inmediato. La simbiosis fraterna convierte cada expediente judicial en un golpe directo al plexo del poder.

La corrupci贸n, adem谩s, no es s贸lo un vicio moral: es lo que el propio Milei llam贸 “degeneraci贸n fiscal” al acusar a sus adversarios. Cada coima se traslada al presupuesto en forma de sobreprecio. As铆, Suizo Argentina pas贸 de cobrar 3.900 millones de pesos el a帽o pasado a 108.000 millones en lo que va de este a帽o, un salto de casi 28 veces que la l贸gica del “retorno” explica mejor que cualquier estrategia de marketing.

La voz atribuida a Spagnuolo detallaba que era justamente Suizo Argentina la que llamaba a las dem谩s droguer铆as para imponer la nueva tarifa del soborno: ya no el 5% hist贸rico, sino el 8%. Del total, un 3% deb铆a llegar a Karina Milei. El Presidente que sermonea contra los “degenerados fiscales” omite que la mayor degeneraci贸n proviene del fest铆n de coimas que su gobierno habilita. La motosierra ajusta derechos, mientras el desv铆o expande el gasto. La aritm茅tica es simple: lo que se roba arriba se paga abajo, en forma de despidos, jubilaciones licuadas y hospitales sin insumos.

En paralelo, la normalizaci贸n del delito avanza como una segunda capa de 贸xido. Cuando Eduardo “Lule” Menem tranquiliza a un militante con la frase: “cobrar coimas es normal”, ya no hablamos de hechos aislados, sino de un lenguaje que degrada a la pol铆tica entera. Lo que antes se ocultaba por verg眉enza se convierte en tr谩mite administrativo. La coima deja de ser excepci贸n para volverse rutina.

El paso siguiente es previsible: si el soborno se vuelve costumbre, el Estado deja de representar legalidad y se transforma en feria de favores. All铆 no rigen derechos, sino tarifas fijadas por el proveedor de siempre, con el funcionario como recaudador silencioso.

El resultado institucional es una escenograf铆a ra铆da. El Congreso simula deliberar mientras el Ejecutivo reescribe leyes por decreto o las anula a golpe de veto (no sin colaboraci贸n opositora), ese f贸sil mon谩rquico que hoy oficia de verdugo del voto. La Justicia, habituada a investigar a presidentes ya jubilados y no a los que ejercen, funciona como reloj de arena detenido: las causas se eternizan hasta licuarse.

La opini贸n p煤blica, saturada por operaciones medi谩ticas, consolida el pacto c铆nico que sostuvo al menemismo en los a帽os noventa: “roba, pero hace”. Milei, que prometi贸 dinamitar ese pacto, termin贸 rubric谩ndolo con tinta indeleble.

Esta degradaci贸n no se limita a la contabilidad de coimas: tambi茅n es simb贸lica y cultural. Donde antes hab铆a injuria callejera hoy hay discurso presidencial. Donde el veto era excepci贸n, hoy es m茅todo. Donde el escrache naci贸 como memoria militante, hoy se caricaturiza para criminalizar la protesta, como ya analic茅 en textos recientes.

La gram谩tica del poder se sexualiza y humilla. Al adversario no se lo debate: se lo posee y se lo somete. A la discapacidad no se la acompa帽a: se la ridiculiza. A la pobreza no se la asiste: se la multa por hurgar en la basura. Se impone una pol铆tica higienista para tiempos de barbarie: desinfectar al “enemigo” con garrote mientras se desangra el presupuesto. Y, sin embargo, hay una excepci贸n: all铆 donde reinan las coimas, el gasto p煤blico no se recorta, sino que florece.

El caso Spagnuolo, con sus grabaciones y abogados, irrumpe como un cisne negro que corre el tel贸n de una sala ya conocida. All铆 est谩n Karina y “Lule” Menem, las designaciones a medida, los mensajes de WhatsApp, la droguer铆a que act煤a de mediadora, los mismos apellidos orbitando gobiernos de distinto signo. La novedad no est谩 en la coreograf铆a, sino en el protagonista que prometi贸 reescribirla. Un presidente sin fusibles, aferrado a un equipo del que no puede -o no quiere- desprenderse. La proximidad familiar convierte cada expediente en un misil directo a su c铆rculo 铆ntimo. Hasta la Secretar铆a de Inteligencia del Estado (SIDE), tantas veces acusada de ser caja negra de la pol铆tica, aparece interpelada. ¿Sab铆an lo que ocurr铆a? ¿Miraron al costado? Las internas del propio aparato de inteligencia se mezclan con la investigaci贸n y dejan entrever que lo conocido puede ser apenas la punta del iceberg.

La pol铆tica, entretanto, se refugia en un consuelo tecnocr谩tico: “si baja la inflaci贸n, el resto se perdona”. La hip贸tesis tiene antecedentes: Menem logr贸 su reelecci贸n pese a esc谩ndalos monstruosos, sostenido por la ilusi贸n de estabilidad econ贸mica. Pero tambi茅n hay advertencias. El clima social cambia cuando la econom铆a se enfr铆a y la tolerancia a la corrupci贸n se agota. Hoy, con 铆ndices de confianza en ca铆da, la anestesia pierde efecto. Y es en el conurbano bonaerense -el territorio donde el oficialismo se juega su principal m煤sculo electoral- donde esa erosi贸n se vuelve m谩s peligrosa.

All铆, la pedagog铆a de la coima es letal. Cada sobreprecio significa menos remedios en la salita, menos leche en el comedor comunitario, menos trabajo en la PyME. La corrupci贸n deja de ser una abstracci贸n institucional para convertirse en hambre, enfermedad y desempleo.

El historiador Roy Hora escribi贸 en un tuit que “desde 1983, ning煤n oficialismo perdi贸 elecciones por esc谩ndalos de corrupci贸n, por m谩s graves que 茅stos fueran. No afect贸 a ning煤n gobierno, ni siquiera a los de Menem o los Kirchner, que llevaron esta pr谩ctica a un umbral superior, y fueron ampliamente denunciados por ello”. Tiene buena parte de raz贸n, aunque no de manera absoluta.

Tras la corrupci贸n de Menem, lleg贸 la Alianza con Fernando de la R煤a, que se presentaba como el pol铆tico “honesto”. A poco de andar, estall贸 el esc谩ndalo de la llamada ley “Banelco” (por la red de cajeros autom谩ticos utilizada para los retornos): el Poder Ejecutivo soborn贸 a legisladores para votar una ley de flexibilizaci贸n laboral. La maniobra cost贸 la renuncia de su vicepresidente. La elecci贸n de medio t茅rmino fue r茅cord de ausentismo, voto en blanco y nulo. Meses despu茅s, la rebeli贸n de diciembre de 2001 marc贸 el derrumbe del gobierno. No estoy seguro de que la corrupci贸n sea siempre indiferente a las masas electoras, como afirm茅 en mi libro “Olla a Presi贸n”.

Lo que s铆 parece constante es la ideolog铆a personalizadora de la pol铆tica. Tal como se帽al茅 en mi art铆culo sobre Bolivia, este mecanismo impide aprehender las razones estructurales detr谩s de los comportamientos pol铆ticos que se critican o condenan. Verdadero c铆rculo vicioso: cada vez que la masa ciudadana percibe conductas desleales, abusos de poder o corrupci贸n, tiende a juzgar s贸lo a las personas que los encarnan. Y la espont谩nea reflexi贸n que podr铆a orientarse hacia las estructuras es r谩pidamente desviada por el establishment pol铆tico y comunicacional hacia un pensamiento ingenuo y esterilizante: votar “pol铆ticos honestos”, quienquiera sean, dejando intacto el sistema que los produce.

El oficialismo solo aspira a lograr tener un tercio de cada c谩mara en las pr贸ximas elecciones de medio t茅rmino. De ese modo, puede gobernar por decreto y vetar las leyes inc贸modas que mayor铆as parlamentarias produzcan, blindando el veto con el deseado tercio propio.

Rep煤blica destartalada o memoria de dignidad

Max Weber advirti贸 contra el dedo solitario que detiene la voluntad com煤n, se帽alando el peligro de que una decisi贸n personal suplante al cuerpo colectivo.  Jean-Jacques Rousseau, por su parte, alert贸 contra la prerrogativa particular que usurpa la voluntad general. El veto presidencial encarna esa usurpaci贸n: act煤a como verdugo del voto, cancelando mayor铆as y reemplaz谩ndolas por decreto. Si a este poder solitario se suma la normalizaci贸n del diezmo partidario, el resultado es devastador: un Estado que deja de ser rep煤blica para volverse propiedad, un patrimonio a administrar entre pocos.

No se trata de un inventario morboso, sino de desnudar la anatom铆a del sistema. Coimas que financian campa帽as; campa帽as que compran votos; votos que legitiman nuevas coimas. Proveedores que reciclan favoritismos entre gestiones. Una justicia que llega tarde o nunca. El hiperpresidencialismo, sin fusibles ni contrapesos reales, encierra al l铆der en el despacho junto a su c铆rculo m谩s estrecho. El “milagro” de la anticasta no radic贸 en purificar la pol铆tica, sino en trasladar el catecismo: de las viejas coimas a las nuevas, de los viejos nombres a los reci茅n llegados.

Y, sin embargo, la historia no concluye en la podredumbre. La degradaci贸n es tambi茅n un espejo: devuelve la imagen deformada de un pa铆s que tolera lo intolerable, pero conserva memoria de dignidad y resistencia. El mismo pueblo que soport贸 indultos y saqueos, que padeci贸 la aporofobia convertida en pol铆tica p煤blica, que vio desmantelarse conquistas sociales, sabe que ning煤n poder es eterno. Lo decisivo ser谩 si esa memoria se activa como grito y como organizaci贸n: no la justicia de tribunales complacientes, sino la que late en la conciencia colectiva capaz de arrancar el tel贸n de la farsa.

Porque si la corrupci贸n es la niebla que cubre la escena, la justicia -procedimental, social y 茅tica- puede abrir paso todav铆a a un amanecer distinto. No ser谩 por iluminaci贸n m铆stica ni por la virtud de un l铆der, sino por la suma trabajosa de reglas claras, controles reales, responsabilidad pol铆tica y una ciudadan铆a que no renuncie a su propio pulso.

La rep煤blica no es decorado para perpetuar farsantes. Merece dejar de ser tramoya. El teatro continuar谩, pero la historia dir谩 si habr谩 obra viva o apenas m谩s utiler铆a polvorienta.






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