OPINIÓN
Ángeles Sanmiguel
“No eres la única”. “No estás sola”. “¡Ostras! vamos a hablar de esto todo lo que haga falta”. “¡Ya era hora!”.
Internada en un orfanato de las Oblatas por su madre -de los ocho a los trece años-, Mariaje López autora de Por Caridad, rememora: “Trabajábamos a destajo ensobrando cromos de futbolistas y ciudades. No sabíamos casi nada de lo que pasaba fuera. El nuestro era un mundo aparte, raquítico y atormentado. Un mundo supersticioso del que nos decían que Dios era la luz. Pasábamos frío en el claustro”, y hambre –mucha hambre-, los sabañones en pies y manos “nos ardían de pura comezón”. Teníamos que “enjabonar los suelos sin guantes y meter una y otra vez las manos en el agua helada”. “A las que se hacían pis en la cama –como escarmiento- se les restregaban ortigas en la vulva”. ¡No hace ni cuarenta años! de todo esto.
“Esos conventos siguen ocupándose de las niñas y siguen recibiendo dinero” por ello. “Ahora no se llama Patronato, ahora tiene otro nombre y el funcionamiento es distinto”, pero “siguen subvencionando a las Adoratrices, el primer reformatorio donde llevan a Consuelo”, otra superviviente del Patronato y escritora comprometida en sacar a la luz tal perversión.
“Las órdenes religiosas continúan ocupando los mismos espacios”. “Hay cosas que no han cambiado tanto”. “Estas órdenes religiosas continúan utilizando el ´mismo lenguaje”. Como dice el licenciado en Psicología Anselmo J. García Jurado: “El “Octavo pasajero” sigue dentro de la nave, pero disfrazado de alegre y facilona libertad comunicativa-informativa y globalizadora”.
“¡Hay mucha gente que no le interesa que esto se sepa!” pero “son muchas mujeres las que estuvieron allí encerradas” y “¡se tiene que saber!”, dice Marta García Carbonell periodista, investigadora y coautora junto a María Palau Galdón del libro Indignas hijas de su Patria. Aquellos eran “conventos donde se llevaban a las chicas rebeldes o a las chicas que se portaban mal”. -“Si te portas mal te llevaran a las monjas” les decían-. ¿Por qué nunca nadie lo ha contado? ¿Otro silencio cruel y vergonzante en la historia reciente de España? “Nuestras madres, nuestras tías, nuestras abuelas podrían haber estado allí encerradas”. ¿Por qué la colectividad general dictaminó que “estas niñas eran elementos contaminados”? Miedo, odio, miseria sentenciaron a niñas y jóvenes a la exclusión, el encierro, la esclavitud, a vivir “separadas de la sociedad”. “Niñas denunciadas por sus familiares, denunciadas por un médico, por un profesor, por una monja” fueron piezas de caza del Patronato. Una madre declararía a la escritora y periodista vasca Andrea Momoitio, autora de Lunática, que llevó a su hija al Patronato “porque no podía hacer carrera con ella”. ¿Mejor decir para ahorrarse gastos?
“Quien crea el Patronato y quien gestiona el Patronato era el Ministerio de Justicia” “el Ministerio de Justicia franquista y –a posteriori- el Ministerio de Justicia del PSOE”. En los años ochenta pasa a depender de las Comunidades Autónomas, apuntar que es en el ochenta y tres cuando se firma el traspaso a la Xunta de Galicia y la pregunta del millón es: “¿Quién firma ese traspaso de funciones?”. ¡No! “No es Fraga”. No. “Es alguien mucho más actual”. “¡Mariano Rajoy! efectivamente –entonces secretario de la Comisión Mixta prevista en el Estatuto de Autonomía-”. “Ni M punto, ni nada, -en la documentación- lo pone bien claro”. Al menos en Ourense y Pontevedra se mantuvo activo este nauseabundo negocio hasta mil novecientos ochenta y seis sobrepasando el supuesto cierre oficial a nivel nacional un año antes. “¿Dónde las responsabilidades que deberían asumir las instituciones?”, cuestiona la también investigadora sobre memoria democrática con perspectiva de género María Palau Galdón en la charla: La violencia patriarcal del Estado: “El Patronato” organizada por UCE (Unión Comunista de España).
Entidades herederas del tufo franquista incumplen campechanamente sus obligaciones para con las supervivientes y las víctimas que acabaron suicidándose, -declaradas como intento de fuga-. “¿De verdad crees que se iba a fugar en bragas?” pregunta la citada Consuelo sobre la muerte en el reformatorio de san Fernando de Henares de Inmaculada Valderrama.
“Un morreo en la última fila de un cine o echando un polvo en un seiscientos, -que esto se hacía-” era suficiente. “Llamaban a la policía y se las detenía, no se les leían derechos porque no los tenían” rememora la literata Consuelo García del Cid Guerra. Niñas y jóvenes crecieron “creyendo que todo era pecado”. ¿Eso es lo que quieren reinstaurar en la España del siglo veintiuno aupando al machismo carpetovetónico y “la mano dura aunque duela” contra las mujeres y sus cuerpos? María Sklodowska-Curie redactaría en su juventud: “No podemos confiar en construir un mundo mejor sin mejorar los individuos”, tal como recoge el diplomado en Ciencias José Antonio Peña Martínez.
En Sevilla, en mil novecientos sesenta y nueve, -el dictador Franco (FFB) aún vivo-, en una iglesia se programó la “semana de la virginidad” puntualizando: “El misterio de la mujer, a la luz de la virginidad” y en mil novecientos sesenta y ocho en una localidad de Badajoz el alcalde dictó el siguiente bando: “Se prohíbe toda demostración pública de amor en calles, vías públicas y locales públicos”.
“¡Yo no he olvidado!” afirma rotundamente Consuelo. El médico de cabecera familiar, por mediación de su madre, “la drogó”. Inconsciente, la trasladaron de Barcelona a un reformatorio madrileño donde despertaría, a día de hoy se ha convertido en notaria del escabroso Patronato de Protección a la Mujer. En su novela autobiográfica La niña del rincón describe las vilezas “de los orfanatos, de la cadena estatal de centros –del Patronato- cuyo menú estaba diseñado para adoctrinar mujeres, las mujeres que no fuimos, las que quisimos ser y no nos dejaron” comenta.
“El franquismo desplegó un aparato represor contra las mujeres muy grande”
Talleres de alfombras, rieles de persianas, tricotar, hacer etiquetas “para las maletas de Iberia”, muñequería, marquetería, confección, repostería, bombonería, servir en domicilios, trabajar en fábricas –donde el grueso de lo que les pagaban en para la orden-. Fundamentalmente “tenernos trabajando gratis todo el día” además de “unos fregoteos de horas” por los pasillos de los centros. Por cada cautiva las órdenes recibían dinero público más los aumentos que reclamasen.
“Te desarman como persona completamente y no tienes recursos para luchar. Cuando entras con dieciséis años puedes ser rebelde, cuando entras con un año y medio o con ocho como yo entré, -estuve de los ocho a los trece- ¿qué heridas te deja abiertas?” “Los métodos eran igual de crueles que para las mayores, me hacían hacer cruces con la lengua en el suelo, desatascar váteres con la mano”.
“Te cogen el cerebro todavía sin formar y el adoctrinamiento es brutal”.
Cuando alguna de las jóvenes no volvían tras salir a la calle “llamaban a la Guardia Civil para irte a buscar”, chicas que no habían cometido ningún delito ignoraban por qué se las detenía y a nadie le importaba. Era una batida feroz de menores indefensas pasto de intereses incluso familiares. Un mercado de esclavas en toda regla. “Cuando una niña entraba en el Patronato sus padres perdían la patria potestad por lo que dejaban de ser hijas de sus padres y pasaban a ser hijas del Estado, del Patronato y en última instancia de la orden religiosa que gestionara el centro”. Oblatas, Adoratrices, Centro del Corazón de María, Casa Familia Sagrado Corazón, Villa Teresita, Hogar Nuestra Señora de los Desamparados fueron algunos integrantes “o adscritos” al Patronato en el País Valencià, a los que sumar Trinitarias, Terciarias, Auxiliares del Buen Pastor, las distintas Esclavas: de la Virgen Dolorosa, de María, del Amor Misericordioso, las Salesianas, las hermanas de Nuestra Señora del Amparo, las obreras de la Cruz, Cruzadas Evangélicas, hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Misioneras de Jesús, María y José o las Religiosas Esclavas de la Virgen Dolorosa.
En dos mil catorce las Adoratrices fueron condecoradas al igual que las Oblatas, y apenas hace tres años València distinguió a las Auxiliares del Buen Pastor (Villa Teresita).
Otra superviviente Chelo Alfonso afirmaría en un documental televisivo que: “Estás metida en una celda básicamente” ya que la incomunicación entre las confinadas era obligada y las ofensas recibidas continuas: “La palabra puta era lo más de la época, serás como tu madre”.
Palau recalca que “sin el Estado no podría haber existido –el Patronato-. Sin el Ministerio de Justicia franquista y el que vino después”. “Hay partidas todos los años en los presupuestos del Estado que van al Patronato aparte de donaciones particulares, y aparte de ingresos por los trabajos forzados que se hacían en los talleres”. Cuando algunas internas del Patronato se afilian a las juventudes del PSOE la información fluye. Ante la inacción “empiezan a llegar algunas quejas por parte de la militancia”. “¡No lo estáis moviendo!”. Entonces, -como investigadoras-, “empezamos a hablar con cargos políticos de los años ochenta, principalmente del PSOE” concluyendo que “esto estaba tan bien ligado” que era inalterable. ¿Acaso no solucionó Alejandro Magno el nudo gordiano con un buen tajo? “El Estado puso mucho empeño en que funcionase el Patronato” y “mucho empeño en que no se supiera”.
“La mayoría de investigadoras que trabajamos sobre el Patronato tenemos más o menos la misma edad, muchas de nosotras somos gente joven” “Nosotras ya no tenemos miedo de que nos encierren por comportamientos que antes se encerraban”. “Para nosotras es muy impactante que por manifestarte puedes entrar en un reformatorio, o por ir con un chico por la calle te pueden encerrar”.
“No sé si os suena La Casa Cuna Santa Isabel, donde se han robado muchos niños”. Pues bien. Enjuiciada sor Aurora –la preboste-, “su respuesta ha sido: Que esa documentación que le están pidiendo que no tiene forma de facilitarla porque ya no existe” -comenta Palau-, y “se le ha absuelto”. “Pero es que esa señora sigue siendo la superiora de La Casa Cuna Santa Isabel”. “El otro día recibió a Susana Camarero (PP) que es la vicepresidenta de la Generalitat valenciana, hace unos meses o un año recibió a la concejala de Igualdad (PP)”. Recientemente Carlos Mazón (PP) “subió un vídeo a Instagram abrazándose a esta señora superiora porque le iban a dar un premio por su función por la igualdad”. Entonces. De ¿qué estamos hablando? Si esa señora sigue ahí” “es la misma” “ella es la misma que antes”, “¿qué hacemos?”.
Fundado en mil novecientos cuarenta y uno el Patronato lo hizo bajo el lema: “la dignificación moral de la mujer, para impedir su explotación y apartarlas del vicio”. Realmente se buscaba un estereotipo de mujer y cualquier diversidad tenía que ser castigada.
Mediante una prueba ginecológica a las chiquillas, adolescentes y jóvenes se las catalogaba de “completas o incompletas” sin importar si habían sido víctimas de incesto, refiere Consuelo. “El padre violador venía a verlas los domingos. ¿Qué te parece?”, Diagnósticos denigrantes: oligofrénicas, subnormales, deficientes mentales, retrasadas, las derivaban a tareas y centros. Una superviviente nonagenaria –Paquita- continuamente está “cagándose en todas las monjas”. Asimismo “todas las lesbianas que mostraban o no ocultaban su condición sexual iban directamente al manicomio de Cienpozuelos o al psiquiátrico de Arévalo” apunta Consuelo.
“Tenemos el diez de septiembre una reunión con la ministra, con el director de la Memoria Democrática, con Justicia, y con el Comisionado de España en Libertad -esto no se lo que es- (eventos del 50 aniversario de la transición española) para preparar un acto que tendrá lugar en octubre”. ¿Reconocimiento como víctimas del franquismo? ¿Justicia restaurativa?
¿Visitadoras ergo celadoras “guardianas de la moral” paseaban las calles buscando chicas? –hasta mil novecientos setenta y uno no se les empezó a exigir la titulación-. ¿Qué hacían los alcaldes de la época o presidentes de las Comunidades al respecto?
“Las leyes nacionalcatolicistas y patriarcales del franquismo –esas que tanto alaba la ignorancia- discriminaban a la mujer” negándole cualquier autonomía personal. “Abandonar el domicilio familiar y poner fin a una relación matrimonial en la España de los años 60 –con Franco- era una decisión que rozaba lo suicida” escribe el periodista Eduardo Bravo. A Ana Maria Matute, Premio Nacional de las Letras en 2007 y Cervantes en 2010, su primer marido “el malo” le robó la custodia del hijo común haciendo “valer los privilegios que como hombre le otorgaba el franquismo”.
María Palau Galdón establecería: “Todo el daño que me hiciste fue en nombre de la religión”.