Madrid, EFE.- Las especies marinas invasoras son una amenaza silenciosa para la mayoría de las personas que las desconocen. En las playas y aguas de la península ibérica y sus islas, algas exóticas llegadas de miles de kilómetros colonizan rocas y fondos marinos. También llegan animales que exterminan especies y vegetación autóctona, desplazando a la fauna local.
“No se trata solo de perder especies, sino de perder ecosistemas enteros y los servicios que nos dan”, subraya la bióloga marina María García, especialista en especies invasoras marinas en el Centre d’Estudis Avançats de Blanes (CEAB) y una de las investigadoras que mejor conoce el avance del alga asiática Rugulopteryx okamurae.
El avance del alga asiática
Detectada por primera vez en el Estrecho de Gibraltar en 2015, Rugulopteryx okamurae ha colonizado en pocos años amplias zonas del litoral andaluz y del Mediterráneo. Esta alga originaria del Pacífico norte forma mantos densos que se adhieren a rocas y fondos marinos, desplazando a otras especies y alterando por completo la estructura de los ecosistemas locales.
“El problema es que su biomasa es tan grande que, cuando muere, se acumula en la costa en cantidades enormes, provocando impactos ecológicos y también económicos para los municipios que dependen del turismo”, explica García. En algunas playas de Cádiz se retiran miles de toneladas cada año, con un coste que supera el millón de euros por temporada en limpieza y gestión de residuos.
Además, su capacidad para colonizar es inusual y preocupante. Cada fragmento de alga puede generar un nuevo ejemplar, y sus metabolitos secundarios actúan como defensa química frente a herbívoros y competidores. Esto le permite prosperar incluso en entornos muy alterados.
A su impacto directo se suma la dificultad para contenerla: se reproduce de forma asexual a partir de fragmentos, resiste en diferentes tipos de sustratos y no tiene depredadores naturales conocidos en nuestras aguas. Además, los temporales marinos dispersan sus fragmentos a grandes distancias, lo que favorece su llegada a nuevas zonas y complica cualquier intento de erradicación.
Fauna invasora
Aunque las algas invasoras son uno de los mayores quebraderos de cabeza para los científicos, no son las únicas amenazas que avanzan bajo el mar. María García advierte que especies de origen tropical están empezando a asentarse en nuestras aguas. Entre ellas, el pez león y el pez conejo.
Sobre el pez león, subraya: “Es un depredador con muy pocos enemigos naturales aquí, y su expansión en otras zonas del mundo ha reducido drásticamente las poblaciones de peces pequeños”. Procedente del Indopacífico, este pez no solo compite con especies locales, sino que puede alterar las redes tróficas enteras al consumir gran variedad de peces de arrecife.

En cuanto al pez conejo, García alerta: “Es un pez voraz, se alimenta principalmente de algas, y en grandes densidades puede dejar los fondos marinos pelados, sin vegetación, lo que afecta a la biodiversidad y a la pesca artesanal”. Originario del mar Rojo, este herbívoro ha llegado al Mediterráneo oriental a través del canal de Suez y, con las aguas más cálidas, está expandiendo su rango hacia el oeste.
Estos casos, explica, son un ejemplo claro de cómo el cambio climático y las conexiones marítimas están facilitando la llegada y permanencia de especies antes limitadas a climas tropicales. “Lo que antes era excepcional, ahora se está volviendo más frecuente”, resume.
Otras especies invasoras
Los casos anteriores no son casos aislados. El Undaria pinnatifida, conocido popularmente como wakame, entró en Portugal en los cascos de barcos y ahora cubre muelles y rocas, bloqueando la luz que necesitan otras algas y plantas marinas para crecer. También se ha detectado Okenia picoensis en la isla de Pico y otras zonas costeras españolas, con efectos sobre la biodiversidad de los fondos marinos.
En otras aguas, como humedales y ríos, el cangrejo rojo (Procambarus clarkii) y la tortuga de Florida (Trachemys scripta elegans) compiten con especies autóctonas, transmiten enfermedades y modifican ecosistemas enteros. En el mar, la carabela portuguesa (Physalia physalis) llega ocasionalmente a las costas mediterráneas arrastrada por temporales atlánticos, con presencia registrada en Gijón, Málaga y el mar de Alborán.
Causas y soluciones
Hay varias vías de entrada para estas especies como el transporte marítimo, comercio de especies ornamentales, acuicultura y, cada vez más, el cambio climático. Las aguas más cálidas amplían el rango de supervivencia de organismos que antes no podían prosperar en estas latitudes.
“Cada ciudadano puede ser nuestros ojos y oídos: si detecta una especie inusual, debe avisar a las autoridades ambientales”, recalca María García. EFE