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¿Hasta dónde?

OPINIÓN

Samuel Schmidt

Escuchaba una entrevista de radio con un historiador que se quejaba de que Trump estaba alterando el Smithsonian, especialmente un museo sobre la cultura Afro americana. Su argumento fue que eso no se había hecho antes.

Los Talibanes llegaron al poder y lo primero que hicieron fue destruir las señales/monumentos de culturas que ellos consideran infieles.

Mi primera reacción es que porque no se haya hecho antes no hay razón para que no se haga ahora.

Un gobierno que fue elegido, en base a que planteó abiertamente una agenda de transformación profunda o radical, cumple con sus promesas al cambiar o eliminar instituciones creadas para una realidad histórica distinta. Si la elección fue democrática, o sea, que se cumplió con las reglas electorales establecidas, entonces la presidenta tiene la autoridad legítima para plantear el cambio institucional.

Hay gobiernos demócratas en Estados Unidos que decidieron cambiar la narrativa y empezaron a quitar monumentos y banderas relacionadas con el sur esclavista, aunque aborrezcamos el esclavismo, fue un hecho histórico, y la comunidad afro americana trata de borrar esa parte de la historia. Igual hacen los que quieren eliminar de la narrativa histórica el “descubrimiento” de América. Podemos censurar el genocidio de los pueblos originarios en Estados Unidos y América Latina, pero es un hecho histórico el que los españoles llegaron al continente antes desconocido por Europa que creía ser el mundo entero.

Los turcos hacen hasta lo imposible por ocultar el hecho histórico del genocidio armenio.

Escucho con frecuencia que la derecha mexicana reclama que la 4T está destruyendo las instituciones.

Sin embargo, más allá, de la legitimidad de los gobernantes, la pregunta pertinente es, ¿hasta dónde puede/debe llegar un jefe de Estado?

Con los Talibanes es muy fácil, el mundo condenó la destrucción, en primer lugar porque no fueron electos, y porque se considera que los monumentos históricos son un bien de la humanidad, para eso la UNESCO ha calificado sitios y monumentos. Por eso cuando hay guerras, se supone que se debe respetar museos, aunque los vandalizan y arrasan con ellos.

Trump nunca ofreció que iba a reescribir la historia, nunca anunció que agrediría a la comunidad afro americana, si lo hubiera hecho no sería presidente. Su proyecto parece ser tratar de asegurar la preeminencia de la cultura supremacista blanca, incluyendo la memoria social, y yendo en contra de la “morenización” del país, para lo cual está alterando los mapas electorales (Texas) y agrediendo comunidades enteras. Pero la demografía puede ser implacable cuando los grandes procesos de cambio se inician y los “morenos” serán mayoría en pocas décadas. Véase el efecto de la política de un solo hijo en China.

Sheinbaum prometió que daría continuidad a los cambios iniciados por AMLO que incluía la desaparición de las instancias “autónomas”. ¿Por qué habrán llamado autónomas a instituciones del Estado? ¿Para decir que no dependían del gobierno? Tal vez no, porque el presupuesto se los destinaba el gobierno y la selección de los burócratas de platino, corría por la venia del poder ejecutivo en un arreglo con partidos políticos y poderes fácticos. Tal vez fue para autonomizar la impunidad, el abuso y la corrupción. Fui testigo de cómo un ejecutivo de Televisa “operaba” la elección de un ministro de la Suprema Corte, la discreción no es su fuerte, especialmente cuando quieren mostrar su poder.

El PRIAN requería legitimarse y lo hicieron por la vía de crear supuestos “contrapesos”. Entendieron bien, pero descartaron, que en el federalismo la estructura de los poderes busca ser un sistema de contrapesos, acompañado de la rendición de cuentas y la transparencia, así descubrieron que era más fácil gobernar con autoritarismo que con democracia y por eso crearon esas instituciones, eso permitía negociar los repartos de poder y facilitaba la corrupción.

El IFE/INE es un ejemplo notable. Se creó una estructura gigantesca, con salarios exorbitantes comparados con el salario mínimo y hasta con el salario burocrático. Los comisionados se elegían por reparto entre partidos y el presidente puso a Córdova. Algunos comisionados se sentían los teóricos de la democracia, sus ayudantes les escribieron libros y pagaron la obra de sus amigos, libros que se leían entre los miembros de la pandilla. Todo eso a cambio de silencios. Como el fraude de Calderón, el fraude de 2016 (5 gubernaturas a cambio de votos por la reforma energética), la penetración de dinero sucio y criminal a las campañas y la mercantilización de los procesos electorales, ya se venden candidaturas.

El gobierno ahora goza de legitimidad en las urnas, el presidente saliente no tuvo que huir del país, la presidenta se toma fotos con quién se le acerca, y está experimentando con una política que espera le cambie la cara económica al país. Ya no se requiere de ese elefante y puede cambiarse por otro tipo de medida para administrar elecciones.

Lo mismo fue el INAI, y las otras comisiones que desaparecieron.

Va ahora la reforma política y ojalá eliminen a los pluris y el negocio de los partidos. La nueva presidenta de la cámara de diputados, nunca ha sido electa, y desde esa tribuna representa a la burocracia de su partido.

¿Hasta dónde puede/debe llegar Sheinbaum? Hasta donde sus bases de apoyo se lo permitan.

No se trata de destruir por el placer de ver caer las piedras del edificio autoritario, que no es poco, sino de crear nuevas condiciones para una circunstancia de cambio, para la que votaron decenas de millones de personas, esas piedras, tal vez, puedan servir para otra cosa, o tal vez no.





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