ESCRITOS CR脥TICOS
Jorge Majfud
Los Acuerdos de Paz del adicto hombre blanco
El 29 de setiembre de 2025, el New York Times inform贸 sobre la reuni贸n en la Casa Blanca entre el presidente Trump y el primer ministro de Israel Netanyahu. Su titular de portada fue: “Trump y Netanyahu le dicen a Hamas que acepte su plan de paz, o de lo contrario...” El subt铆tulo aclar贸 esos puntos suspensivos: “El presidente Trump afirm贸 que Israel tendr铆a luz verde para ‘completar la misi贸n’ si Hamas se negaba a aceptar el acuerdo de cese de hostilidades”.
Cese de hostilidades…No es que la historia rime. Se repite. Desde el siglo XV, todos los acuerdos firmados por los imperios europeos fueron a punta de ca帽贸n y sistem谩ticamente ignorados cuando dejaron de servirles o cuando lograron avanzar sus l铆neas de fuego. Destrucci贸n y despojo sazonado con alguna buena causa: la civilizaci贸n, la libertad, la democracia y el derecho del invasor a defenderse.
Fue, por siglos, la repetida historia de la diplomacia entre los pueblos ind铆genas y los colonos blancos, para nada diferente al m谩s reciente caso del “Acuerdo de paz”, propuesto e impuesto bajo amenaza por Washington y Tel Aviv sobre Palestina. La misma historia de la violaci贸n de todos los tratados de paz con las naciones nativas de este y del otro lado de los Apalaches, antes y despu茅s de 1776. Luego, lo que los historiadores llaman “Compra de Luisiana” (1803), no fue una compra sino un brutal despojo de las naciones ind铆genas que eran los due帽os ancestrales de ese territorio, tan grande como todo el naciente pa铆s anglo en Am茅rica. Ning煤n ind铆gena fue invitado a la mesa de negociaciones en Par铆s, un lugar alejado de los despojados. Cuando alguno de estos acuerdos incluy贸 a alg煤n “representante” de los pueblos agredidos, como fue el caso del despojo cheroqui de 1835, fue un representante falso, un Guaid贸 inventado por los colonos blancos.
Lo mismo ocurri贸 con el traspaso de las 煤ltimas colonias espa帽olas (Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam) a Estados Unidos. Mientras cientos de siouxs te帽铆an de rojo las nieves de Dakota por reclamar el pago seg煤n el tratado que los oblig贸 a vender sus tierras, en Par铆s se firmaba un nuevo acuerdo de paz sobre los pueblos tropicales. Ning煤n representante de los despojados fue invitado a negociar el acuerdo que hizo posible su liberaci贸n.
Para Teo Roosevelt, “la guerra m谩s justa de todas es la guerra contra los salvajes (…) los 煤nicos indios buenos son los indios muertos”. M谩s al sur: “los negros son una raza est煤pida”, escribi贸 y public贸. Seg煤n Roosevelt, la democracia hab铆a sido inventada para beneficio de la raza blanca, 煤nica capaz de civilizaci贸n y belleza.
Durante estos a帽os, la etnia anglosajona necesitaba una justificaci贸n a su brutalidad y a su costumbre de robar y lavar sus cr铆menes con acuerdos de paz impuestos por la fuerza. Como en la segunda mitad del siglo XIX el paradigma epistemol贸gico de las ciencias hab铆a reemplazado a la religi贸n, esa justificaci贸n fue la superioridad racial.
Europa ten铆a subyugada a la mayor铆a del mundo por su fanatismo y por su adicci贸n a la p贸lvora. Las teor铆as sobre la superioridad del hombre blanco iban de la mano de su victimizaci贸n: los negros, marrones, rojos y amarillos se aprovechaban de su generosidad, mientras amenazaban a la minor铆a de la raza superior con un reemplazo de la mayor铆a de las razas inferiores. ¿Suena actual?
Como esas teor铆as biologicistas no estaban suficientemente fundadas, se recurri贸 a la historia. A finales del siglo XIX pulularon en Europa teor铆as ling眉铆sticas y luego antropol贸gicas sobre el origen puro de la raza noble (aria, Ir谩n), la raza blanca, proveniente de los vedas hind煤es. Estas historias, arrastradas de los pelos, y los s铆mbolos hind煤es como la esv谩stica nazi y lo que hoy se conoce como la estrella de David (usada por diferentes culturas siglos antes, pero originarios de India) se popularizaron como s铆mbolos raciales en la letra impresa.
No por casualidad, es en este momento en que las teor铆as supremacistas y el sionismo se fundan y se articulan en sus conceptos hist贸ricos, en la Europa blanca, racista e imperialista del norte. El mismo fundador del sionismo, Theodor Herzl, entend铆a que los jud铆os pertenec铆an a la superior “raza aria”.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, estos supremacismos convivieron con ciertas fricciones, pero no las suficientes como para que les impida formar acuerdos, como el Acuerdo Haavara entre nazis y sionistas que, por a帽os, traslad贸 decenas de miles de jud铆os blancos (de “buen material gen茅tico”) a Palestina. Los primeros anti sionistas no fueron los palestinos que los recibieron, sino los jud铆os europeos que resistieron el Acuerdo de limpieza 茅tnica. Al mismo tiempo que se coloniz贸 y despoj贸 a los palestinos de sus tierras, se coloniz贸 y despoj贸 al juda铆smo de su tradici贸n.
Cuando los sovi茅ticos arrasaron con los nazis de Hitler, ser supremacista pas贸 a ser una verg眉enza. De repente, Winston Churchill y los millonarios estadounidenses dejaron de presumir de ser nazis. Antes, la declaraci贸n Balfour-Rothschild de 1917 fue un acuerdo entre blancos para dividir y ocupar un territorio de “razas inferiores”. Como dijo el racista y genocida Churchill, por entonces ministro de Guerra: “Estoy totalmente a favor de utilizar gases venenosos contra las tribus no civilizadas”.
Pero la brutal irracionalidad de la Segunda Guerra tambi茅n liquid贸 la Era Moderna, basada en los paradigmas de la raz贸n y el progreso. Las ciencias y el pensamiento cr铆tico dejaron paso a la irracionalidad del consumismo y de las religiones.
Es as铆 como los sionistas de hoy ya no insisten en la ONU y en la casa Blanca sobre su superioridad racial de arios sino en los derechos especiales de ser los semitas elegidos de Dios. Netanyahu y sus escuderos evang茅licos citan mil veces la sacralidad b铆blica de Israel, como si 茅l y el rey David fuesen la misma persona y aquel pueblo semita de piel oscura de hace tres mil a帽os fuesen los mismos j谩zaros del C谩ucaso que en la Europa de la Edad Media adoptaron el juda铆smo.
El acuerdo de Washington entre Trump y Netanyahu para que sea aceptado por los palestinos es ileg铆timo desde el comienzo. No importa cu谩ntas veces se repita la palabra paz, como no importa cu谩ntas veces se repite la palabra amor mientras se viola a una mujer. Ser谩 por siemrpe una violaci贸n, como lo es la ocupaci贸n y el apartheid de Israel sobre Palestina.
El martes 30 de setiembre, el Ministro de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, reuni贸 a sus generales y cit贸 a George Washington: “Quien anhela la paz debe prepararse para la guerra”, no porque Washington “quiera la guerra, sino porque ama la paz”. El presidente Trump remat贸: ser铆a un insulto para Estados Unidos que no le otorgasen el Premio Nobel de la Paz.
En 1933, en su Discurso en el Reichstag, el candidato al Nobel de la Paz, Adolf Hitler, declar贸 que Alemania solo anhelaba la paz. Tres a帽os despu茅s, luego de militarizar Renania, insisti贸 que Alemania era una naci贸n pacifista que buscaba su seguridad.
Aunque el nuevo acuerdo entre Washington y Tel Aviv sea aceptado por Hamas (una de las creaturas de Netanyahu), tarde o temprano ser谩 violado por Tel Aviv. Porque para la raza superior, para los pueblos elegidos, no existen acuerdos con seres inferiores sino estrategias de saqueo y aniquilaci贸n. Estrategias de demonizaci贸n del esclavo, del colonizado, y de victimizaci贸n del pobre hombre blanco, ese adicto a la p贸lvora―ahora p贸lvora blanca.
Jorge Majfud