Recientemente nos ha llegado a nuestro e-mail la intención del Ayuntamiento de Águilas de revocar el título de Hijo Predilecto de Águilas a Pedro Costa Morata.
Desde Ecologistas en Acción Almanzora Levante dejamos clara nuestra postura:
No entendemos la motivación ( si es que la hay ) de que unos políticos dediquen su tiempo, energía y recursos públicos a abrir un expediente con el único fin de repudiar públicamente a un vecino.
¿Por qué decimos “repudiar públicamente”? ¿Acaso no son los términos “hijo” y “predilecto” relaciones simbólicas que establece una comunidad con sus más fieles y desinteresados vecinos? ¿Qué clase de autoridad paterna cree necesario rechazar públicamente un vínculo que ella misma ha generado en un momento determinado? En definitiva: ¿Cuál es la motivación de este expediente público para con un vecino cuyo currículum ha contribuido a elevar el nombre de la ciudad de Águilas?
Todas estas preguntas nos hacen pensar que quizá la principal pandemia del siglo XXI, dado lo innecesario de este expediente, sea la mezquindad generalizada, y que probablemente estemos viviendo los mismos síntomas sociales que establece Leopoldo Alas en “La regenta”: esa malsana enfermedad social que consiste en elevar a un miembro de la comunidad a los altares para después disfrutar de su rechazo público.
El que Pedro Costa sea un baluarte o no del ecologismo es la cuestión más pequeña de todas: en sus 60 años de activismo, ha acercado y hermanado a todas las regiones y comarcas de España que se ha encontrado en su camino. Ha hecho suyas todas y cada una de las problemáticas humanas de la España rural, dando aliento a los oprimidos y defendiéndolos frente a los abusos de los poder con una destreza pasmosa y una valentía propia de un Espartero.
Lo más valioso de su obra ha sido generar y propiciar unas relaciones de admiración y respeto entre los vecinos y asociaciones de las distintas comarcas murcianas y almerienses.
Gracias a Pedro, cualquier problema que afecte a un vecino de Águilas, es un problema que un huercalense, un mojaquero o un pulpileño siente como de su propio vecindario.
Gracias a Pedro, hemos conocido todos los rincones de las Península Ibérica, a través de su extraordinaria obra literaria que sacraliza hasta el más recóndito de los bienes naturales, reverenciando los valores del paisaje español, valores que hoy no pasan de ser una mera cuestión de mercado para capricho de empresas y arbitrariedades políticas.
Pedro Costa no necesita las fanfarronadas institucionales de ser “Hijo Predilecto de”. Es hermano de todos nosotros, todos los que habitamos al abrigo y aguardo de las accidentadas cordilleras ibéricas. Y sabemos que, sin conocerle, podemos contar con su apoyo incondicional.
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