
“Dentro de esta casa, mi familia está bajo los escombros”. Haya Arafat, de 16 años, habla a la cámara junto a lo que queda de su hogar en la Ciudad de Gaza.
“Mi madre, padre, hermanos, abuelos, mi tío, su esposa y sus hijos… siguen bajo los escombros. No hemos podido recuperarlos desde que empezó la guerra. Ahora la guerra terminó, y aún así, no podemos sacarlos.”
Haya vive sola. “Es duro”, dice. “Es difícil continuar la vida sin ellos, pero seguiré viviendo por ellos.”
Recoge con las manos un trozo de la mole de cemento que un día fue su hogar. “Extraño nuestro cálido hogar, las reuniones familiares y nuestras risas. Extraño nuestra escuela, cuando mis hermanos y yo solíamos ir juntos alegremente, riendo por el camino. Pero ahora todo ha cambiado. Continuaré mi educación sola, viviré mi vida sola y haré todo sola, sin mi familia. Será difícil, pero lo intentaré”.
Casi todos los niños y adolescentes de Gaza sufren graves secuelas psicológicas después de dos años rodeados de violencia, dolor y destrucción
Casi un millón de personas siguen desplazadas en 862 refugios de emergencia.
En otro barrio, Selin Al-Dada y sus hermanos hicieron cola para beber agua junto a su casa destruida. Ante la llegada del periodista, los niños, se asoman, curiosos, por las rendijas que dejan los plásticos que cubren lo que antes eran ventanas y puertas.
“En lugar de vivir una infancia normal, somos nosotros quienes llenamos agua, vamos a la cocina comunitaria a buscar comida y recogemos leña. Queremos vivir una vida normal como los niños del mundo”, dice la pequeña mientras llena su garrafa”, dice Selin.
La escuela de Selin fue bombardeada; varios de sus amigos, asesinados. “No sabemos adónde ir, dónde jugar o simplemente sentarnos a hablar. Todo ha sido destruido”, explica desde la azotea de un edificio, desde la que contempla escombros hasta donde alcanza la vista.
Por la calle un niño lleva una carretilla hecha con una caja de plástico, de las que usan en los mercados, y unas ruedas, por las calles todavía encharcadas por las últimas lluvias, que se mezclaron con las aguas fecales sin tratar. Otros cargan bolsas a la espalda en las que recogen papel para utilizarlo como combustible para cocinar.
Algunos niños trabajan para ayudar a sus familias. Yousef vende pequeños artículos y dulces en las calles, por las que merodean niños que saltan en los muelles de un colchón desvencijado o que juegan con varillas de metal entre los muros caídos.
“Empecé este trabajo para ayudar a mi familia con los gastos diarios. Cuando se acaban los productos, voy al mercado a comprar más”.
Pero Yousef, como tantos otros niños, tiene un deseo que repite una y otra vez:
“Ojalá pudiera volver a mi escuela y que la vida volvería a la normalidad después de que terminara la guerra. Quiero jugar al fútbol en el colegio y volver a jugar a todo”
Las secuelas invisibles de la guerra
El 93% de los niños de Gaza presenta comportamientos agresivos, el 90% ejerce violencia hacia menores más pequeños, el 86% muestra tristeza y retraimiento, el 79% sufre alteraciones del sueño y el 69% no quiere recibir clases.
Los niños enfrentan una crisis profunda marcada por el trauma, la pérdida de estabilidad y la falta de servicios básicos según un informe reciente del Área de Protección de Menores, integrada por UNICEF y otras organizaciones.
Los cuidadores se sienten sobrepasados e incapaces de proporcionar apoyo emocional adecuado. El informe también advierte que las niñas y los niños con discapacidad enfrentan mayores riesgos.
Ante esta situación, las organizaciones han ampliado los servicios de salud mental y apoyo psicosocial en toda la Franja. Durante el primer mes tras el alto el fuego, más de 132.000 niños, incluidos 1600 con discapacidad, recibieron apoyo junto a 45.000 cuidadores.
Solo una cuarta parte de los niños en edad escolar están recibiendo algún tipo de clases (154.000 de un total de 637.000). Muchas escuelas han sido destruidas, otras siguen usándose como refugios y además Israel restringe el acceso de materiales educativos.
Miles de niños sufren además heridas físicas. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, los menores representan el 25% de las 6000 amputaciones registradas durante la guerra, lo que refleja la magnitud de las secuelas físicas del conflicto.
Más de 17.000 niños han muerto y 33.000 han resultado heridos en Gaza, según UNICEF.
