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Dur Bibi, activista baluchi: “Queremos libertad”

Entrevista realizada por Meral Çiçek para Newaya Jin



En el siglo XIX, Baluchistán se dividió en tres partes. ¿Qué papel desempeñó Gran Bretaña en esta división y cuál era su objetivo político?

Los británicos dividieron nuestro territorio para adaptarlo a su estrategia imperial. En el siglo XIX, su objetivo era asegurar la frontera de su imperio indio, mantener a raya a Persia y Afganistán y controlar rutas y recursos. No trataron a Baluchistán como una sola nación, sino como un conjunto de territorios de amortiguación: los estados principescos (como Kalat), las agencias administradas por los británicos y las áreas arrendadas estaban separados y gobernados de forma diferente. Esta fragmentación fue deliberada: dividir la autoridad política de los líderes tribales, crear gobernantes dependientes y sistemas títeres, y facilitar que la autoridad colonizadora obtuviera ventajas estratégicas, impusiera tratados y asegurara posiciones militares. El objetivo político era claro. Asegurar las líneas de comunicación y control en el flanco noroeste de la India británica, neutralizar cualquier soberanía unificada de Baluchistán e integrar la región en la geopolítica imperial en lugar de permitir que permanezca como una entidad política independiente y autónoma.


Actualmente, las rutas energéticas desempeñan un papel importante en la geopolítica y las geoestrategias. El Corredor Económico China-Pakistán atraviesa Baluchistán. ¿Cómo se relacionan estos proyectos neocoloniales con la opresión y la ocupación?


Proyectos como el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) se presentan como “desarrollo”: carreteras, puertos, energía. Pero para muchos baluchis, representan la nueva cara de la vieja explotación. Grandes corredores y oleoductos atraviesan nuestras tierras sin el consentimiento genuino de la población local, crean zonas militarizadas para “garantizar” la construcción, atraen mano de obra y empresas extranjeras, y prometen beneficios que rara vez llegan a los medios de subsistencia de las aldeas. En la práctica, estos proyectos han intensificado el despojo de tierras, la marginación económica y una fuerte presencia de seguridad; factores que profundizan el resentimiento y hacen que el control del Estado sea más extractivo que emancipador. Muchos baluchis ven el corredor como una infraestructura neocolonial: rutas que vinculan el capital externo con los recursos y el acceso estratégico, mientras que tratan a la población local como obstáculos que gestionar en lugar de socios que integrar. Académicos, redes de defensa y organizaciones de minorías han documentado estos impactos y quejas.


¿Qué diferencias existen en la situación de los baluchis en Irán, Pakistán y Afganistán?


La situación de los baluchis varía considerablemente entre Pakistán, Irán y Afganistán, reflejando las diferentes estructuras de gobierno, políticas estatales y dinámicas regionales de cada país.


En Pakistán, particularmente en la provincia de Baluchistán, los baluchis viven en un entorno altamente militarizado. El Estado mantiene el control mediante operaciones periódicas de contrainsurgencia, desapariciones forzadas y una omnipresente presencia de seguridad. Proyectos de desarrollo a gran escala, como el puerto de Gwadar y el CPEC, se implementan bajo estrictos marcos de seguridad, lo que a menudo exacerba el descontento local. Las vías políticas para la expresión del nacionalismo baluchi están severamente restringidas, lo que resulta en un ciclo prolongado de insurgencia y respuestas punitivas del Estado.


En la provincia iraní de Sistán y Baluchistán, los baluchis se enfrentan a una combinación de marginación económica, discriminación religiosa y étnica, y una intensa represión policial. Como población predominantemente sunita en un estado de mayoría chiita, sufren una desventaja sistemática en cuanto al acceso a recursos, representación política y desarrollo económico. La región ha sido escenario de arrestos masivos, ejecuciones y una fuerte presencia policial, mientras que movimientos sociales más amplios, como las protestas “Jin, Jiyan, Azadi (mujer, vida, libertad)”, reflejan las quejas locales y, al mismo tiempo, son objeto de represión estatal.


En Afganistán, los baluchis habitan principalmente las zonas fronterizas del sur y las tierras bajas, donde la autoridad estatal es limitada y el control suele ser disputado entre los grupos de poder locales, los talibanes y otros actores. La inestabilidad crónica, la débil gobernanza y la escasa infraestructura para el desarrollo configuran su realidad sociopolítica. Los flujos transfronterizos, la migración y el movimiento de refugiados influyen aún más en sus medios de subsistencia y su posición política, lo que los margina tanto a nivel local como nacional.


En todos estos contextos, los baluchis comparten experiencias de marginación, securitización y exclusión política. Sin embargo, las modalidades difieren: Pakistán se basa en la contrainsurgencia militarizada y la represión de la política nacionalista; Irán, en la discriminación sectaria y étnica reforzada por una represión policial; y Afganistán, en la negligencia estructural en un contexto de inestabilidad. Estas variaciones ponen de manifiesto cómo las estructuras y políticas estatales generan formas distintas, aunque interrelacionadas, de vulnerabilidad para el pueblo baluchi en la región.


Existe una larga historia de resistencia nacional en Baluchistán. ¿Cuáles son los principales objetivos de la resistencia baluchi en la actualidad? ¿Qué formas de lucha se organizan?


El pueblo baluchi se mantiene firme en su objetivo: queremos la libertad, y no hay vuelta atrás. Tras décadas de colonización, explotación de nuestros recursos e intentos sistemáticos de borrar nuestra identidad mediante desapariciones y asesinatos en masa, no cabe la ilusión de reformas ni de medidas a medias. La única solución es la liberación.


En esta lucha, distintas formas de resistencia están vivas e interconectadas. En el ámbito político, organizaciones como el Movimiento Nacional Baluchi (BNM) y BSO Azad siguen enarbolando la bandera de la independencia, movilizando a la juventud y llevando el mensaje de resistencia a universidades, pueblos y la diáspora. Junto a ellas, la Voz de los Desaparecidos Baluchis (VBMP) ha continuado una de las luchas más dolorosas pero vitales: la lucha por la justicia para los desaparecidos. Sus largas marchas y sentadas han obligado al mundo a afrontar el costo humano de la ocupación pakistaní. En los últimos años, el Comité Baluchi Yakjehti (BYC) se ha convertido en una fuerza unificadora, llevando a miles de personas, especialmente mujeres y estudiantes, a las calles. Sus manifestaciones y huelgas de hambre han demostrado que la resistencia no se limita a las montañas, sino que vive en las ciudades, en el corazón de la nueva generación.


Pero las luchas políticas y por los derechos humanos no son los únicos frentes. En las montañas, en los desiertos e incluso en las ciudades, la lucha armada continúa con plena determinación. Las organizaciones militares baluchis llevan a cabo la guerra de guerrillas, acciones fedayín (de autosacrificio) y ataques contra el ejército de ocupación y sus proyectos económicos. Esta resistencia militar no está separada de los movimientos políticos y de derechos humanos; juntos forman un solo cuerpo de lucha, con una sola voz, una sola determinación, una sola exigencia de libertad.


Esta unidad de propósito, que trasciende las plataformas políticas, las campañas de derechos humanos y la resistencia armada, es lo que hace que la lucha baluchi sea imposible de extinguir. Es un movimiento que ha sobrevivido a oleadas de represión, al asesinato de líderes y al silenciamiento de activistas. Y aún así, se fortalece, porque el pueblo baluchi ha decidido que la liberación es el único camino que le queda.


Cuando, hace tres años, comenzó el levantamiento “Jin, Jiyan, Azadî” en Irán y el Kurdistán oriental, el pueblo baluchi participó activamente en la lucha, especialmente las mujeres. Y la mayoría de las personas asesinadas por las fuerzas estatales eran de Baluchistán. ¿Cuál es el papel de las mujeres en la lucha por la liberación hoy?


Las mujeres baluchis no aparecieron repentinamente en 2022 con “Jin, Jiyan, Azadî”. Su despertar político y su participación pública comenzaron mucho antes. Desde 2009-2010, las mujeres en Baluchistán han estado activas en movimientos políticos y en el ámbito de los derechos humanos. Organizaron mítines, huelgas de hambre y campañas contra las desapariciones forzadas, y se mantuvieron al frente cuando se silenciaba a los hombres. Karima Baloch —que su nombre perdure por siempre— desempeñó un papel fundamental al derribar barreras y demostrar a las mujeres baluchis que la resistencia no solo era su derecho, sino también su deber. Se convirtió en un símbolo de valentía, inspirando a toda una generación de mujeres a asumir el liderazgo y la lucha pública.


El levantamiento “Jin, Jiyan, Azadi” en Irán brindó a las mujeres baluchis otro lenguaje de valentía, otro eco de su propia lucha. Tuvo una profunda resonancia, especialmente en Sistán y Baluchistán, donde las mujeres salieron a las calles a pesar de la brutal represión. El levantamiento confirmó algo que las mujeres baluchis ya sabían: que la liberación de la mujer es inseparable de la liberación nacional.


Las condiciones en el Baluchistán ocupado por Pakistán hacen que su movilización sea aún más destacable. No existe un acceso real a internet; solo hay cobertura wifi y móvil en las principales ciudades, mientras que vastas zonas rurales permanecen aisladas. Muchas mujeres ni siquiera saben lo que ocurre fuera de sus aldeas, pero desde 2009-2010 hasta hoy han continuado movilizándose, organizando protestas, uniéndose a frentes políticos e incluso incorporándose a las filas militares de la resistencia.


Este paso de las mujeres a tomar las armas tiene un significado tanto simbólico como práctico. Para las mujeres baluchis, no se trata solo de autodefensa, sino de declarar que son participantes en igualdad de condiciones en la liberación de su tierra. Y aquí también resulta evidente la inspiración del movimiento de mujeres kurdas. La imagen de las combatientes kurdas ha demostrado a las mujeres baluchis que la resistencia no está limitada por el género. Hoy, las mujeres baluchis se manifiestan con pancartas en las calles y armadas en las montañas, impulsando tanto la organización política como la lucha armada, consolidándose como una fuerza imparable en el movimiento de liberación.


En los últimos tres años, cuatro combatientes de la resistencia baluchi realizaron acciones de fedayín (autosacrificio). ¿Qué impacto tiene esta forma de acción en la sociedad, especialmente en las mujeres, y en los estados ocupantes?


Durante los últimos tres años, el surgimiento de combatientes de la resistencia baluchi que participan en acciones de fedayín (autosacrificio) ha marcado un profundo cambio tanto en la dinámica interna de la sociedad baluchi como en la estrategia de los estados ocupantes. Estas acciones no son meros actos individuales de militancia; poseen un profundo significado simbólico, social y político.


Para la sociedad baluchi, la participación de las mujeres en las operaciones fedayines desafía las arraigadas normas patriarcales y amplía el espacio conceptual de la resistencia. Tradicionalmente, las mujeres en Baluchistán se han visto confinadas por los códigos sociales y las expectativas domésticas, pero estas acciones proyectan una forma radical de empoderamiento, demostrando que la lucha por la libertad trasciende las barreras de género. Las combatientes fedayines se convierten en símbolos vivientes, y en muchos casos mártires, de valentía, inspirando a otras mujeres a concebirse como participantes activas en la lucha política y social. Su sacrificio rompe con las narrativas de pasividad femenina y refuerza la idea de que la liberación es una responsabilidad colectiva compartida por todos los miembros de la nación, independientemente del género.


Desde la perspectiva del Estado ocupante, la participación de las mujeres en la resistencia armada genera una forma singular de ansiedad y desestabilización estratégica. Los Estados militarizados, acostumbrados a reprimir a los combatientes varones, se enfrentan ahora a un enemigo que viola tanto sus expectativas operativas como sus prejuicios sociales. Las acciones de las fedayines complican la vigilancia, la detención y las operaciones de contrainsurgencia, ya que ponen de manifiesto las contradicciones morales y las limitaciones de la autoridad estatal. Cada acto de sacrificio femenino envía un mensaje de que la resistencia baluchi no se limita a combatientes convencionales ni a zonas geográficas específicas; es una ética social, arraigada en el tejido cultural, moral y político de la nación.


Desde una perspectiva académica, estos actos pueden interpretarse como una política performativa del martirio, donde el cuerpo se convierte en arma y mensaje. Funcionan como elemento disuasorio e inspirador: disuasorio para el Estado ocupante, que se ve obligado a recalibrar sus métodos de represión, e inspirador para la comunidad, en particular para las mujeres baluchis, quienes constatan que los límites de la participación en la lucha pueden y deben ampliarse. Este fenómeno también señala un cambio generacional e ideológico en el nacionalismo baluchi. La resistencia ya no se define únicamente por la militancia masculina tradicional, sino por acciones colectivas, simbólicas y cargadas de ética que desafían la ocupación en múltiples niveles: psicológico, moral y operativo.


En resumen, el surgimiento de las combatientes fedayines en los últimos tres años ha intensificado la imaginación revolucionaria en la sociedad baluchi, ha impulsado la participación femenina y ha desestabilizado al Estado ocupante al demostrar que la resistencia es inclusiva en cuanto al género, moralmente indomable y estratégicamente adaptable. Sus acciones no son incidentes aislados, sino momentos cruciales en la lucha continua por la autodeterminación baluchi.


¿Cuál es la situación de las mujeres en la sociedad baluchi en general? ¿A qué obstáculos se enfrentan? ¿Cómo se organizan?


Las mujeres baluchis hoy en día viven bajo una doble carga. Por un lado, el Estado, que libra una guerra brutal de desapariciones forzadas, masacres y militarización. Por otro lado, las estructuras patriarcales de la sociedad, que a menudo intentan silenciar las voces de las mujeres y confinarlas al ámbito privado. La pobreza, la falta de acceso a la educación, el matrimonio infantil y los rígidos códigos de honor siguen siendo obstáculos reales. En el Baluchistán ocupado por Pakistán, la ausencia de infraestructura y el aislamiento casi total de las zonas rurales, sin acceso a internet, carreteras ni servicios básicos, agravan estas dificultades.


Sin embargo, a pesar de estas cadenas, las mujeres baluchis se están organizando de maneras inimaginables para las generaciones anteriores. Desde 2009, han salido a las calles para protestar contra las desapariciones forzadas, han liderado huelgas de hambre y han dado voz a quienes han sido silenciadas. El legado de Karima Baloch y otras mujeres ha demostrado que pueden ser no solo víctimas, sino también líderes de la resistencia. Los comités de mujeres, las redes juveniles y los grupos de base desempeñan un papel fundamental en todas las grandes protestas. Incluso en las montañas, las mujeres se han unido a la lucha armada, inspiradas por el movimiento de mujeres kurdas y por su propia valentía histórica. La presencia de las mujeres tanto en el frente político como en el armado está rompiendo viejas normas, obligando a la sociedad baluchi a transformarse. Las mujeres ya no son invisibles; están en el centro de la lucha nacional.


¿Qué se necesita para cambiar la situación del Oriente occidental y central y de Asia, de la guerra y la crisis a la libertad y la democracia? ¿Cuál es el papel de la mujer?


La crisis de esta región no se origina en su gente, sino en las fronteras coloniales, los ejércitos de ocupación, los regímenes autoritarios y la explotación de nuestros recursos por potencias extranjeras. Para cambiar esto, necesitamos un cambio fundamental. Las guerras y las crisis no terminarán con más oleoductos ni corredores comerciales, ni con falsas promesas de “desarrollo”. Solo terminarán cuando naciones como la baluchi, la kurda y otras vean reconocido su derecho a la autodeterminación, cuando los estados dejen de gobernar mediante tanques y desapariciones forzadas, y cuando las sociedades desmantelen el patriarcado que reproduce la violencia del opresor dentro de nuestros propios hogares.


Las mujeres son la pieza clave de esta transformación. Sin mujeres, no puede haber liberación, ni democracia, ni libertad. Las mujeres ya han demostrado que pueden enfrentarse a ejércitos y dictadores. Aportan no solo valentía, sino también la visión de un mundo diferente, uno donde la vida se valora más que el lucro, donde la justicia está por encima de las fronteras. El papel de la mujer no es secundario, es decisivo: son la columna vertebral de la resistencia y la garantía de que cualquier libertad futura no será otra forma de dominación, sino una auténtica democracia de los pueblos.


¿Tienen algún mensaje para el movimiento de mujeres kurdas?


A nuestras hermanas kurdas: su lucha es nuestro reflejo y nuestra fuerza. La forma en que se han alzado contra imperios, dictaduras y cadenas patriarcales ha encendido una llama en los corazones de las mujeres baluchis. Su lema, Jin, Jiyan, Azadî, no es solo kurdo, es universal. Resuena hoy en Baluchistán, donde las mujeres se están haciendo un lugar en la primera línea de las protestas políticas e incluso en las montañas de la lucha armada.


Vemos en su movimiento la prueba de que las mujeres pueden transformar el destino de las naciones y que la liberación es imposible sin la liberación de las mujeres. Han demostrado al mundo que la resistencia puede ser a la vez feroz y feminista; que un fusil en manos de una mujer no es solo un arma, sino una declaración de que jamás volverá a ser silenciada.


Les enviamos nuestra solidaridad desde Baluchistán. Tu camino inspira el nuestro, y juntos compartimos el mismo sueño: romper las cadenas de la colonización, el patriarcado y la tiranía, y construir un futuro donde las mujeres no solo sean libres, sino que sean las arquitectas de la libertad.





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