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El Sáhara: historia de una traición


hassan.avif

Secretariado del CC del PCE(m-l)

Se cumplen cincuenta años del abandono del Sáhara Occidental; hace cincuenta años que el régimen monárquico incumple su obligación, establecida por el derecho internacional, de garantizar, como potencia colonial, el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

La traición al pueblo saharaui se consumó brusca y traicioneramente, en 1975, durante la jefatura de estado interina ejercida por Juan Carlos I, a quien el asesino Franco nombrara heredero a título de rey: el ejército colonial español abandonaba el Sáhara, permitiendo que Hassan II, el sátrapa padre del actual tirano Mohamed VI, consumara la ocupación ilegal de la tierra saharaui, tras una mascarada conocida como la Marcha Verde.

Desde entonces, los sucesivos gobiernos del régimen monárquico han venido incumpliendo su deber como potencia colonial; hasta 2022, año en el que Pedro Sánchez rechazó formalmente esa obligación decidiendo, de forma sorpresiva y unilateral, apoyar la propuesta hecha por Trump en 2020 durante su primer mandato como presidente de EEUU y que ahora sanciona la ONU, un organismo que prueba otra vez su triste papel contemplativo, en un tiempo en que las potencias imperialistas deciden los destinos de pueblos y naciones sin admitir normas de derecho internacional: este es el mundo multipolar que tanto defienden los socialchovinistas.

El sátrapa Mohamed VI, al igual que su padre, siempre ha ignorado el derecho de los saharauis a la autodeterminación. El Sáhara Occidental es una tierra rica en fosfatos y con importantes caladeros de pesca, que ahora controla Marruecos; su situación geográfica, además, aumenta también la importancia para los imperialistas yanquis de esa “cabeza de puente” en África, que sirve para extender su influencia en un continente en el que se ventilan una parte importante de las luchas contra su rival chino.

Ha quedado claro con qué apoyos cuenta el pueblo saharaui, pues la votación en el Consejo de Seguridad de la ONU no deja lugar a dudas: ningún voto en contra, once votos a favor (las potencias occidentales y sus lacayos) y solo tres abstenciones; entre ellas, Rusia y China, que disponen de voto de calidad en el Consejo de Seguridad y hubieran podido evitar la aprobación del acuerdo.

Aunque Rusia había firmado días antes con Rabat un nuevo acuerdo pesquero y aduanero, solo un mes después de que China consolidara su «Diálogo Estratégico» con Marruecos (al que considera como nudo fundamental para su penetración comercial en el norte de África), ambas potencias han justificado cínicamente su abstención como una forma de «darle otra oportunidad al proceso de paz». ¿Proceso de paz? Durante cincuenta años, las monarquías marroquí y española han venido incumpliendo su obligación de asegurar la autodeterminación del pueblo saharaui, exigida por la ONU, y han provocado con ello varios conflictos armados contra el Frente Polisario, la organización que representa políticamente los intereses del pueblo saharaui.

Para asegurar la “paz” de la que hablan los imperialistas, y asegurar su control de los principales recursos saharauis, el estado marroquí mantiene un muro de cerca de 2.700 kilómetros con más de 150.000 soldados, baterías de cañones y campos de minas, que aísla los territorios liberados y a los saharauis evacuados en Tinduf e impide el acceso del Polisario a las zonas ocupadas.

El impudor de los imperialistas no conoce límites: la entrega del pueblo saharaui a la monarquía marroquí se adorna con la expresión «región autónoma del Sáhara«, a la que el tirano Mohamed VI reconocería competencias administrativas, jurídicas y judiciales propias, así como facultades en el ámbito económico, tributario, de infraestructuras, cultural y social, e, incluso, permitiría llevar a cabo elecciones legislativas y organizar un Gobierno. Eso sí, el resto de competencias (defensa, relaciones exteriores, moneda, bandera y religión), es decir,las que tienen que ver con los poderes reales de un estado y garantizan su independencia económica, política y militar, seguirían en manos de Marruecos. Pero la mejor prueba del cinismo de esta decisión de los imperialistas que pretenden vender a los saharauis la tenemos cada día en el sufrimiento de la población de los territorios ocupados, sometida a la violación cotidiana de los más elementales derechos humanos por las fuerzas represivas y los colonos marroquíes, incluyendo las desapariciones forzosas, los encarcelamientos y las torturas que padecen quienes siguen resistiendo activamente a la ocupación.

Este nuevo atropello contra el pueblo saharaui es la continuación de una traición repetida que supone la perpetuación del régimen colonial del Sáhara, ahora bajo control de Marruecos.

La decisión adoptada en el Consejo de Seguridad de la ONU únicamente interesa a los imperialistas, que tendrán a su disposición una nueva zona de conflicto que, junto a Israel (del que Marruecos es un firme aliado), se constituye, cada vez más claramente, como foco de inestabilidad. Los intereses imperialistas se determinan al margen de los pueblos, repartiéndose el mundo según sus intereses, respetándose respectivamente, de momento, las áreas de influencia de cada potencia y apoyando regímenes títere que aprovechan el río revuelto de la pelea interimperialista para jugar sus propias cartas.

Este nuevo atropello a las leyes internacionales no beneficia en nada al pueblo marroquí, al que Mohamed VI intenta engañar con un reaccionario nacionalismo, expansionista y colonialista, que no puede ocultar la naturaleza tiránica de la monarquía. Los trabajadores y el pueblo marroquíes tienen su enemigo principal en su propio rey, que ignora olímpicamente sus necesidades. La reciente revuelta de los jóvenes en Marruecos, y la brutal respuesta del régimen de Mohamed, prueba que el objetivo de los estados capitalistas y sus gobiernos es contrario al interés de los pueblos.

Para los españoles, la solidaridad con el pueblo hermano saharaui es, además, una obligación hacia quienes estuvieron sometidos a la explotación colonial del capitalismo español y que ahora ven negado un derecho elemental de los pueblos: el de su libre autodeterminación.

La vergonzosa resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, lejos de «dar una nueva oportunidad a la paz», supone un paso más en el proceso de violación sistemática del derecho internacional, que mantendrá abierta una herida que solo se cerrará cuando se permita que el pueblo saharaui decida libremente su destino.

En Palestina, la política sionista ha ido enconando un conflicto que está costando el sufrimiento del pueblo palestino, sometido a un cruel genocidio, y al que también se niega el derecho a un estado democrático y laico. En el extremo oeste de África se está hurgando otra herida, que terminará supurando.

¡¡¡SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO SAHARAUI!!!

¡¡¡VIVA EL SÁHARA LIBRE !!!





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