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Los gatos de nadie: una sociedad que aún no entiende a sus vecinos invisibles


Por Fernando Ocaña
Director de Salvando Peludos

Podemos medir la calidad humana de una sociedad observando cómo trata a sus animales. Esta reflexión cobra especial sentido cuando hablamos de los gatos comunitarios, esos animales que viven en nuestras calles y que, aunque no tienen un hogar fijo, comparten ciudad, territorio y problemas con nosotros.

Una historia de 7.500 años

El vínculo entre humanos y gatos se remonta a más de 7.500 años a.C. A lo largo de la historia, los hemos domesticado, venerado, temido, odiado. Fueron símbolos místicos, protagonistas de supersticiones, asociados con la brujería y también con el calor del hogar. Hoy, muchos gatos son considerados miembros de la familia.

Sin embargo, entender verdaderamente qué es un gato implica dejar de lado la humanización y escuchar a la ciencia: los gatos son félidos, depredadores solitarios, territoriales, independientes. Su instinto básico es claro: sobrevivir.

Y es con esta naturaleza en mente que debemos hablar de su realidad actual en nuestras ciudades.

Madrid: 40.000 gatos invisibles

Tomemos como ejemplo a Madrid. El Ayuntamiento estima que hay entre 30.000 y 40.000 gatos comunitarios viviendo en sus calles. La Ley 7/2023, aún en fase de implantación, los reconoce como tales y establece que es responsabilidad de los Ayuntamientos atender sus necesidades conforme a la normativa.

Un gato comunitario no tiene dueño, vive en libertad y suele formar parte de una colonia felina. Pero no nacieron en la calle por generación espontánea. Todos tienen un origen común: abandono o irresponsabilidad humana. Son hijos o nietos de gatos que un día sí tuvieron hogar.

Tres pilares para sobrevivir

Los gatos comunitarios sobreviven cada día gracias a tres pilares fundamentales:

1.- Territorio

Es su espacio de seguridad. Lo marcan, lo defienden y cumplen un rol dentro de su colonia. Este territorio varía según la personalidad y la necesidad de cada individuo.

2.- Alimento

La mayor parte la obtienen gracias a personas solidarias: gestoras de colonia. Puntuales como un reloj, ajenas a vacaciones, lluvias o calor extremo, acuden a ofrecer alimento con regularidad. Aunque parezca que solo comen de sus manos, no es cierto: hay vecinos que dejan tarros de agua, bandejas con sobras o simplemente toleran su presencia.

También cazan. La caza sigue siendo parte esencial de su naturaleza y de su equilibrio dentro del ecosistema urbano.

3.- Reproducción

En los gatos, la reproducción no es una elección placentera, sino una necesidad biológica ineludible. Las gatas en celo maúllan desesperadas, los machos marcan territorio sin descanso. El objetivo es simple: garantizar la supervivencia de la especie.

Criar, defender su territorio y alimentarse: eso es lo que mueve a un gato callejero.

“Trabajo duro para que mi gato viva como Dios”

Mientras tanto, nuestros gatos domésticos llevan una vida completamente diferente. En Salvando Peludos, lo resumimos en una camiseta que hemos lanzado con gran éxito: “Trabajo duro para que mi gato viva como Dios.”

“Amén”, responden entre risas cientos de dueños de michis, compartiendo memes, fotos y videos. Sin embargo, muy poco queda de esta realidad en las calles.

¿Y de quién es la culpa?

¿De los egipcios, que los veneraban? ¿De Alfonso VI, que llamó “gatos” a los hombres que defendieron Mayrit con uñas y dientes?

¿De las gestoras de colonias, que con compasión los alimentan?





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