
Hasaka es una de las principales ciudades del noreste de Siria, con alrededor de 1,5 millones de habitantes entre la ciudad y sus alrededores. Desde su fundación a comienzos del siglo XX, la ciudad ha dependido principalmente de los ríos Khabur y Jaghjagh, que atraviesan Hasaka antes de fluir hacia el Éufrates.
A medida que la población creció y el caudal de los ríos disminuyó con los años, la escasez de agua se agravó. Las aguas subterráneas de la ciudad son en su mayoría salobres o amargas, por lo que no son aptas para el consumo humano. Para hacer frente a ello, se construyó la estación de agua de Alouk en el campo de Serekaniye.
Alouk bajo ocupación: el inicio de la crisis
La estación de Alouk fue construida en 2010 para captar y bombear agua potable a Hasaka y sus alrededores. Se perforaron unas 30 pozos artesianos cerca del pueblo de Alouk, a 10 km al este de Serekaniye, con una capacidad de bombeo de 175.000 metros cúbicos diarios. La estación cuenta con un depósito de 25.000 metros cúbicos y 12 bombas principales que transportan el agua a través de una tubería de 67 km hasta la estación de Hamma, al oeste de Hasaka, desde donde se distribuye a diversas comunidades.
La estación es la única fuente de agua potable para unas 1,5 millones de personas, además de decenas de miles de desplazados internos sirios y refugiados iraquíes en los campamentos de al-Hol, al-Arisha y Washokani.
El sufrimiento comenzó el 9 de octubre de 2019, cuando las fuerzas turcas lanzaron ataques sobre Serekaniye. La estación de Alouk fue bombardeada y las líneas eléctricas que la abastecían fueron destruidas, cortando por completo el suministro de agua a Hasaka y su campo. Según un informe de la Comisión de Investigación de la ONU (enero de 2020), los trabajadores que intentaron reparar los daños fueron secuestrados por mercenarios de Ahrar al-Sharqiya, aliados de Turquía.
Tras ocupar Serekaniye, Turquía interrumpió repetidamente el suministro de agua desde la estación: 33 veces antes de detenerlo por completo en el verano de 2023. Desde entonces, Hasaka enfrenta una asfixiante crisis hídrica.
A pesar de los reiterados llamamientos, incluido un comunicado de UNICEF del 16 de julio de 2021 pidiendo proteger la estación y poner fin a las “interrupciones continuas”, Turquía ha seguido utilizando el agua como arma de guerra contra la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria.
Vivir entre la sed
Durante seis años, los habitantes se han visto obligados a comprar agua de camiones cisterna a precios que alcanzan las 7.000 libras sirias por barril (unos 35.000 por un tanque de cinco barriles), en medio de una inflación descontrolada y el colapso económico.
Para sobrevivir, algunas familias han cavado pozos poco profundos, aun sabiendo que el agua es demasiado salada para beberla. Son, sobre todo, las mujeres quienes cargan con el peso de conseguir y transportar el agua bajo condiciones extremas.
Como consecuencia, Hasaka ha sido testigo de un aumento alarmante de enfermedades cutáneas e intestinales, así como de casos de intoxicación infantil derivados del consumo de agua contaminada.
Esfuerzos por salvar Hasaka: proyectos detenidos a medio camino
1. El proyecto del Khabur – Un río que se secó antes de poder salvarlo
Lanzado a comienzos de 2020, el proyecto pretendía canalizar el agua del río Khabur hacia la presa oriental de Hasaka como alternativa a la estación ocupada de Alouk.
Con un presupuesto de 3.134 millones de libras sirias, el proyecto se concibió como una solución sostenible mediante bombas y canales para desviar el agua de las crecidas.
Sin embargo, la sequía, la escasez de lluvias y la excavación de cientos de pozos, junto con la construcción de 29 pequeñas presas por parte de Turquía en la zona ocupada de Serekaniye, cortaron la mayor parte del flujo del río, dejando el proyecto inservible.
2. El proyecto de Hamma – Pozos de emergencia que se secaron pronto
También iniciado en 2020, este proyecto buscaba perforar 50 pozos al noroeste de Hasaka para cubrir la mitad de las necesidades mínimas diarias de agua de la ciudad (48.000 m³).
Los retrasos causados por la pandemia de COVID-19, el cierre de fronteras y la falta de lluvias provocaron que los pozos se secaran y el proyecto fracasara.
3. El proyecto del Éufrates – Una esperanza incumplida
En 2021, la Administración Autónoma lanzó un proyecto de 1,5 millones de dólares para bombear agua del río Éufrates, en Deir ez-Zor, hacia Hasaka. Se esperaba que cubriera entre el 15 y el 20 % de las necesidades de la ciudad a través de una red de estaciones de bombeo que se extendía desde al-Sour (Deir ez-Zor) hasta al-Alwa y al-Shaddadi.
Pero los fallos técnicos, los sabotajes y la continua reducción del caudal del Éufrates por parte de Turquía impidieron su funcionamiento sostenido. Solo cantidades limitadas e insuficientes llegaron a Hasaka.
4. El proyecto de Amuda
Tras el fracaso de los proyectos anteriores, se lanzó un nuevo plan de 40 millones de dólares para perforar 20 pozos en el pueblo de Sanjaq Saadoun, al sur de Amuda, y bombear el agua hacia Hasaka mediante una nueva red diseñada para abastecer a la ciudad una vez por semana.
Aunque el 35 % de la obra fue completado, la sequía y el agotamiento de los acuíferos detuvieron el avance. Abdulrahman Mohammed, de la Autoridad del Agua de la Administración Autónoma, confirmó la suspensión del proyecto sin dar más detalles.
Una ciudad sedienta espera justicia hídrica
Seis años después, Hasaka y su campo siguen enfrentándose a una aguda escasez de agua, sin una alternativa efectiva a la estación de Alouk. El bloqueo continuo de Turquía priva a más de un millón de personas de un derecho humano fundamental: el acceso al agua.
La misma escena se repite año tras año: niños arrastrando bidones, mujeres esperando bajo el sol a los camiones cisterna, y una ciudad entera sedienta de justicia y alivio.
ANHA
