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Lo humano

OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro.-  17.11.13.  El Papa Pablo VI se present贸 hace unos a帽os en la sede de Naciones Unidas. No vengo –dijo- como representante religioso, ni como depositario de una fe en un dios concreto, ni como jefe de un estado peque帽o, ni como portador de t铆tulos que me responsabilizan ante todos vosotros. Vengo como “experto en humanidad”

La ciencia ha avanzado en una carrera que deja atr谩s el ayer cuando apenas hemos llegado al hoy. Es una velocidad de v茅rtigo. Ve铆a hace poco la preconizaci贸n de la posible reproducci贸n de miembros humanos a partir de un n煤mero de c茅lulas en una copiadora capaz de fabricar en tres dimensiones. Disculpen si mi descripci贸n no se corresponde con la exactitud que debiera. Uno es lego en muchos campos, en casi todos. S贸lo quer铆a dejar patente que a veces s贸lo hay que so帽ar para que lo inimaginable sea realidad, para que la utop铆a camine por las aceras del mundo.

Los avances cient铆ficos parecen humanizar la vida de los seres humanos. Pero sac谩ndole cabeza en su estatura, est谩 la tremenda deshumanizaci贸n que padecemos. Se constata un desinter茅s por ser expertos en humanidad. Parece que lo humano lo hemos desechado como un sobrante ni siquiera reciclable.

Lo del becerro de oro y su deificaci贸n viene de antiguo. No hemos descubierto ahora esos pitones que enca帽onan la femoral y se lleva por delante la sangre de los pobres. Grecia alumbr贸 la democracia y le dio una vida nueva a la pol铆tica. Y la pol铆tica intenta la perpetua salvaci贸n del mundo. Y lo digo desde la profunda convicci贸n, desde la necesidad de convocar lo mejor de cada ciudadano para entregarlo al proyecto de vida de la comunidad. Y en esas estamos, con nuestras urnas desempolvadas cada poco tiempo, celebrando la fiesta de la libertad, confiriendo a nuestros pol铆ticos la representaci贸n de nuestras metas, de nuestras utop铆as.

En esta entrega a los pol铆ticos reside el peligro de eximirnos de toda responsabilidad porque partimos de la falsedad de que a ellos, y s贸lo a ellos, corresponde la direcci贸n de la historia. Nos quedamos al margen y entregamos irresponsablemente a sus manos lo que nos constituye como humanos: nuestra propia aventura.

Y los pol铆ticos a su vez se sit煤an a la orilla de su quehacer para entregar, tambi茅n irresponsablemente, las inquietudes de los ciudadanos, al 铆mpetu de la econom铆a. Y entonces una crisis sist茅mica de los bancos mundiales desata eso que llaman crisis y que es en el fondo una estrategia perfectamente pensada y diagramada para subvertir el humano devenir de la historia y dar primac铆a a la ideolog铆a sobre el factor humano.

Y surgen nuevas coordenadas. Hipotecas basura, inflaci贸n, deflaci贸n, prima de riesgo, mercados. Y a cada uno de nosotros nos graban en la frente la palabra crisis. Y vamos marcados como un ganado gregario y sin criterio. Y nos empapan de millones de parados, de hambre, de carencia de servicios sociales, de sanidad deprimida. Y se dice con claridad que los viejos estorban a la econom铆a (lo ha afirmado la gerente del FMI) y que su muerte ser铆a un empuje para la recuperaci贸n. Y se justifican los desahucios, la desnutrici贸n infantil, la amputaci贸n de futuro para los j贸venes, la supresi贸n de ayudas a dependientes, el hambre escondida bajo unos cartones para que no se sonrojen las estrellas. Y se desprecia al enfermos, la prevenci贸n sanitaria. Se colocan cuchillas en las fronteras para que los inmigrantes desangren sus ilusiones de una vida mejor. Se retuerce el diccionario para que emigraci贸n se llame movilidad exterior, para que los brotes verdes alimenten los est贸magos rumiantes, para que el abandono lo consideremos relajaci贸n vital de la existencia. Pero el asco se sigue llamando asco, la opresi贸n, opresi贸n, y la desaparici贸n de derechos elementales dictadura de corbata y mocas铆n.

Hemos puesto la econom铆a por delante del factor humano. Y para extraer ese dinero perforamos la humanidad, la destrozamos, con la esperanza de llegar hasta la riqueza de unos pocos aplastando a la mayor铆a con sus propios escombros.

Nacemos en el vientre de una ventanilla bancaria y nos entierran en la caja fuerte de un banquero.



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