“Manchego de París, 'rojo' del Café Gijón, chico alicatador que un día decidió alicatar su vida, su alma, lo que le iba por dentro, la vocación, o sea, y se entregó al abstracto, a la materia, con vocación de genio y voz de pueblo”
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Francisco Umbral por José Díaz |
Era tal su apego por el “Gijón” que montó su estudio en el ático del edificio donde se asienta el café. Como afirma uno de sus amigos, el periodista Javier Villán, “Pepe no vivió para pintar, pintó para vivir, y, durante un tiempo, a lo grande”. Del Pozo recuerda ese estudio como “un palomar o campanario que fue residencia de una generación de bohemios y burlangas… Pepe era el más ilustrado, aunque nunca hubiera pisado la escuela”.
Francisco Umbral le definió como “manchego de París, “rojo” del Café Gijón, chico alicatador que un día decidió alicatar su vida, su alma, lo que le iba por dentro, la vocación, o sea, y se entregó al abstracto, a la materia, con vocación de genio y voz de pueblo”.