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Siria: ¿dónde fueron las promesas que hicimos a la infancia?

UNICEF

•elmercuriodigital ▫ Malene Kamp Jensen.- Todavía puedo oír las voces preocupadas de mis hijos desde el asiento trasero. "Mamá, ¿crees que irá bien?, ¿qué pasa si no logro hacer amigos?"

Era el otoño de 2001, mi hija tenía cuatro años, mi hijo tenía seis años. Acabábamos de trasladarnos a Siria y les llevaba en coche a su primer día de escuela y de preescolar en Damasco, con la misma inquietud y nerviosismo que millones de otros niños y padres sienten todos los años el primer día de clase.

En los años siguientes, hicimos ese camino tantas veces que nos conocíamos cada bache. Mis hijos se acostumbraron a dar botes en su colorido autobús escolar rodeados de sus amigos sirios y del profesor que los acompañaba. Yo también hice el recorrido a la escuela bastante veces junto a otros padres orgullosos que acudíamos a obras de teatro escolares, jornadas deportivas y fiestas de fin de año.

SIRIA: 2 MILLONES DE NIÑOS Y NIÑAS FUERA DE LA ESCUELA

Todos esos recuerdos me inundaban de nuevo mientras viajaba por ese mismo camino a Damasco la pasada semana. El corto tramo desde la frontera con el Líbano a la capital del país está bordeado de viviendas familiares y edificios enclavados en el terreno montañoso de arena barrida con parches de exuberantes jardines. Pero la de ahora era una Siria claramente diferente para los niños del país que en los días en los que los autobuses escolares obstruían las calles de la ciudad y transportaban a los niños a sus aulas y a sus futuros aparentemente brillantes.

Hoy en día, barrios y ciudades enteras se encuentran en ruinas, unos dos millones de niños y niñas dentro de Siria están fuera de la escuela, mientras que otros 700.000 niños fuera del país carecen de educación. Miles de escuelas han sido dañadas, destruidas o abandonadas por familias desplazadas que huyen de la violencia. 4 millones de personas, la mitad de ellas niños, han huido del horror de la guerra, y se mueven entre el vecino Líbano, Jordania, Turquía, Egipto e Irak.

Todas las promesas que se hicieron a los niños de Siria - la gran mayoría de los cuales estaban en la escuela antes del conflicto - han dado paso a la decepción de millones de niños y adolescentes en riesgo de convertirse en una generación perdida. Se trata de niños y jóvenes que pagan el precio más alto por la incapacidad del mundo para poner fin a un conflicto del que no son responsables.

SIRIA: LOS MENORES, LOS MÁS VULNERABLES Y LOS MÁS OLVIDADOS

Tal vez nadie está cargando tanto con el peso del conflicto como los niños y las familias que se encontraban al margen cuando la crisis se desató hace unos cinco años y se ha convertido en una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia reciente. A menudo son los más vulnerables, los más olvidados, y los que sufren un mayor riesgo de abuso y explotación.

La necesidad de invertir en la educación de niños y jóvenes de Siria nunca ha sido más urgente que ahora. La escuela puede proporcionar una sensación de normalidad en una situación que no es normal ni mucho menos. Construye habilidades vitales que los niños y los jóvenes necesitan para sus vidas y para volver a reconstruir sus comunidades destrozadas. La historia ha demostrado que nada bueno sale de la falta de oportunidades, la indigencia, la ira y la desesperación.

UNICEF, gobiernos y aliados estamos multiplicando los esfuerzos y desarrollando soluciones innovadoras para asegurar el aprendizaje y la atención a los niños y para ayudar a detener la ola de destrucción que les rodea.

Dentro de Siria, más de 200 funcionarios de UNICEF están trabajando con aliados día y noche para ayudar a ayudar a los niños del país - no sólo con sus necesidades humanitarias inmediatas de agua, nutrición y refugio, sino también en cuanto a la educación. Pero se requiere mucha más financiación porque las necesidades están superando a los recursos.

La educación es una de las mejores inversiones, no sólo para los niños de Siria, sino también para nuestro futuro colectivo. Es lo que hay que hacer, por lógica y moral.

Nunca olvidemos que los niños que se sientan en nuestro asiento trasero o en el autobús de la escuela cada mañana, un día, podrían verse envueltos en una situación imposible. Se lo debemos a ellos. Debemos exigir el mismo nivel de atención y apoyo a los niños de Siria que el que quisiéramos para nuestros hijos, hijas, sobrinas, sobrinos o a los niños en riesgo de unirse a una generación perdida.

*Malene Kamp Jensen es especialista en Comunicación de UNICEF NY




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