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El "pan maldito" de Pont-Saint-Esprit

Al menos cinco personas murieron, cientos de personas resultaron afectadas y decenas internadas en asilos

•elmercuriodigital ▫ El 16 de agosto de 1951, las gentes de la pequeña villa rura de Pont-Saint-Esprit, en el sur de la Francia, se vieron de repente atormentadas por terribles alucinaciones de bestias terroríficas y fuego.





Un hombre trató de ahogarse a sí mismo, gritando que su vientre estaba siendo devorado por las serpientes.

Un niño de 11 años intentó estrangular a su abuela.

Otro hombre gritó: “Soy un avión”, antes de saltar por una ventana del segundo piso, quebrándosele las piernas tras la caída.

Otro vio a su corazón "escapar a través de sus pies" y le pidió a un médico que se lo pusiera de nuevo.

Muchos fueron transportados a asilos de salud mental en camisa de fuerza.

Finalmente, se determinó que el panadero más exitoso del pueblo había contaminado, involuntariamente, con el uso de un grano de centeno afectado por un moho alucinógeno.

Otra teoría era el pan había sido envenenado con mercurio orgánico.

Durante décadas se presumió que el pan local había sido envenenado involuntariamente por la acción de un moho alucinógeno.

La última teoría seria, según un escritor, es que EEUU dispersó LSD en el pan, haciendo sufrir a los consumidores alucinaciones. Según él, se trataba de un experimento de la CIA. HP Albarelli Jr., un periodista de investigación, afirmó que tiene pruebas de que el brote ocurrió como resultado de un experimento secreto dirigido por la CIA. En un libro "A TERRIBLE MISTAKE, The Murder of Frank Olson and the CIA’s Secret Cold War Experiments", octubre 2009, ed.TrineDay Publishers, (ISBN 0-9777953-7-3), publicado en los Estados Unidos en octubre de 2009, sobre las operaciones encubiertas de la CIA durante la Guerra Fría, el periodista estadounidense Hank P. Albarelli Jr. afirma que la CIA probó el LSD como un arma de guerra química por las fumigaciones aéreas sobre la población espiritupontana.





Transcurrían los calurosos días de agosto de 1951 en el tranquilo y pintoresco pueblo de Pont-Saint-Esprit, en el sur de la Francia rural. La pequeña villa, situada a las orillas del Ródano, se recuperaba lentamente de las penurias de la guerra y en los campos, los olivos y las viñas volvían a lucir como en sus mejores tiempos. 

La economía local, con ayuda del plan Marshall americano, comenzaba a salir a flote y todo hacía presagiar que los malos tiempos ya habían quedado atrás. Hasta que algo sucedió en el pueblo que quebró por completo la recién estrenada felicidad.
El 17 de agosto, las consultas de los tres médicos que tenía el pueblo se llenaron de vecinos aquejados de síntomas similares; dolores de cabeza y estómago, náuseas y vómitos, mareos… todo parecía apuntar a una intoxicación colectiva por la ingesta de algún alimento. Los médicos no tardaron en cerrar el cerco de la intoxicación en el pan de una de las dos panaderías del pueblo, la panadería de Roch Briand.
Pero lo que en un principio parecía una simple intoxicación se tornó en unas horas en algo nunca visto por los doctores. Muchos de los enfermos comenzaron a mostrar síntomas más preocupantes como convulsiones y alucinaciones. Una extraña locura se apoderó de cientos de personas que corrían, gritaban y se agitaban sin control.
El Dr. Gabbai solicitó la ayuda del profesor Gerald de la Facultad de Medicina de Montpellier para intentar, entre todos, hallar una solución al problema. Mientras tanto se sucedían en las calles y casas del pueblo los primeros intentos de suicidio y… las primeras muertes.
Apenas unos días después del primer brote, los infectados llegaban casi a trescientos.
Entre los enfermos los casos de alucinaciones tenían cada vez consecuencias más catastróficas. Un enfermo con la mirada perdida repetía sin cesar que él ya estaba muerto, una niña veía continuamente a un tigre que quería atacarla, un muchacho de 11 años trataba de estrangular a su propia madre, otro creía que tenía serpientes en su estómago, un hombre saltaba desde un segundo piso al grito de “¡Soy un avión!”, algunos se veían rodeados de llamas e incluso un hombre pensaba que de su cuerpo brotaban flores rojas.Pont saint esprit
Las ambulancias no daban abasto para transportar a los enfermos más graves a los hospitales cercanos. Todos hacían lo que podían pero en la población se había instaurado un pánico colectivo que hacía casi imposible la más mínima organización.
La noche del 24 de agosto fue calificada por uno de los médicos como “mi noche del Apocalipsis”. Otro de los médicos, el Dr. Fuller comentó acerca de aquella noche “toda aquella noche, coches, carretas, todo tipo de medios de transporte trajeron al hospital a enfermos gimiéntes o aulladores, presa de visiones de violencia o de miedo”.
Pasado lo peor, se hizo balance de los afectados. Los informes de la época reportan a casi trescientos infectados de mayor o menor gravedad que fueron atendidos en el mismo pueblo o en los hospitales más cercanos.
Según las fuentes, entre cinco y siete personas perdieron la vida, cuatro de ellos suicidándose a causa de las alucinaciones y el resto por paradas cardio-respiratorias. La mayoría de los afectados se recuperaron de la intoxicación en unas semanas sin mayores consecuencias, pero entre cincuenta y sesenta personas hubieron de ser ingresadas en distintos hospitales psiquiátricos pasando allí, algunos de ellos, el resto de su vida.

En un principio la confusión fue total y todos tenían alguna teoría para explicar lo sucedido en el pueblo. Primero se acusó al panadero, un antiguo candidato del Rassemblement du peuple français (RPF), protegido de un consejero del general de Gaulle, luego a su ayudante, al agua de las fuentes, a las modernas máquinas de batir, a potencias extranjeras, a la guerra bacteriológica, al diablo, a la Compañía Nacional de Ferrocarriles Franceses, al Papa, a Stalin, a la Iglesia e incluso a las nacionalizaciones.
La prensa local, a falta de un diagnóstico claro de la enfermedad, exigía conocer la identidad de la persona o personas responsables del mal. Como respuesta, las autoridades llegaron a ordenar la detención de un molinero de Poitiers, que se encargaba del abastecimiento de la harina empleada en Pont-Saint-Esprit, y fue encarcelado en Nîmes sin tener en cuenta que el pan que se elaboró en la otra panadería del pueblo se hizo con la misma harina y, en cambio, los que lo comieron no sufrieron el contagio.
Control cia franciaTodos recordaron en aquella época los brotes de Coreomanía que se sucedieron en el norte de Europa tiempos atrás en los que centenares de personas sufrieron unos extraños contagios a causa del cornezuelo del centeno, y que les hacían bailar hasta caer exhaustos. (Hace un tiempo escribimos acerca de la Coreomanía o “Baile de San Vito”), y según parece, el origen de los ataques alucinatorios de este lugar también fueron causados por este mismo hongo.
El ergotismo es una enfermedad que sobreviene como consecuencia de la ingesta de pan —especialmente de centeno—  infectado por cornezuelo (Claviceps purpurea), un hongo parásito que ataca a los cereales, y uno de cuyos alcaloides principales es el ácido lisérgico. Fue el Dr. Thullier quien en 1670 relacionó la sintomatología observada con la intoxicación accidental por cornezuelo.
Desde entonces, los médicos han distinguido tres formas principales de ergotismo: gangrenoso, convulsivo y alucinógeno. Y éste fue el diagnóstico final que se dio al brote de Pont-Saint-Esprit, dando el caso médico por zanjado, pese a que a muchos no les convenció demasiado esta idea mientras se preguntaban el porqué el brote había sido tan localizado y no había afectado a los pueblos de los alrededores, consumidores de harina de la misma procedencia.
Albert hofmann
En este punto y antes de pasar a tiempos más actuales haré un pequeño inciso en la visita al lugar desde Suiza de Albert Hofmann, descubridor o “inventor” del LSD en 1938, que acudió al pueblo en un intento de dar explicación para el repentino ataque de locura.
Pasaron los años y el tema fue quedando en el olvido, esporádicamente algún investigador lo rescataba para exponer sus propias hipótesis como la de R. L. Bouchet que aventuró la posibilidad de que la intoxicación fuera provocada por la presencia de metilo de mercurio,  un agente fungicida actualmente prohibido pero empleado en el cultivo de los cereales durante los años 50. Otra hipótesis fue la de C. Moreau que apuntó a que el causante de la enfermedad fue elAspergillus fumigatus, un moho que afecta a los cereales.
Pero los episodios epidémicos de Pont-Saint-Esprit vuelven a los titulares en la actualidad por otra hipótesis bastante más alarmante y atrevida. Una hipótesis que acusa directamente a la CIA como causante de la infección.
El periodista estadounidense Hank Albarelli publicó en 2009 un libro que recoge los resultados de su investigación sobre experimentos secretos que la CIA llevó a cabo en el período de la Guerra Fría. Según el periodista, ampliamente citado por la prensa francesa, el “pan maldito” de Pont-Saint-Esprit contenía dietilamida de ácido lisérgico, o LSD, que la CIA pretendía examinar sus efectos.
Supuestamente, la CIA quiso primero esparcir el LSD sobre Pont-Saint-Esprit desde el aire, pero el método no funcionó, así que la sustancia fue agregada finalmente a la harina de pan. Ciertos colaboradores de la farmacéutica suiza Sandoz, que inventó el LSD en 1938, hacen referencia al “secreto de Pont-Saint-Esprit” y a “dietilamida” en una conversación con agentes de la CIA que Albarelli reproduce en su libro.
Conspiracion cia
En el libro titulado “Un error terrible: El asesinato de Frank Olson y experimentos secretos la CIA durante la Guerra Fría”, Albarelli no se muerde la lengua y asegura sin tapujos que la SOD (Departamento Especial de Operaciones) y la CIA (Agencia Central de Inteligencia), realizaron en este pequeño pueblo un experimento biológico y que lo hicieron ante las narices de los servicios secretos franceses.
Parece ser que el libro está muy bien documentado y que Albarelli habría recopilado información confidencial que apuntaría claramente hacia este hecho. Tal es así que el gobierno francés, tras la publicación del libro, ha exigido explicaciones al gobierno de los EE.UU.
Según parece, los laboratorios Sandoz en Suiza habrían sido los suministradores de LSD tanto del Ejército como de la CIA. Los experimentos con alucinógenos tenían como fin el control mental de la población y habrían estado dirigidos por la División de Operaciones Especiales de Alto Secreto del Ejército de los EE.UU en Fort Detrick, Maryland. En un principio estaba programado realizar el experimento en el metro de Nueva York, pero las incertidumbres y los miedos de que tal afrenta al pueblo americano saliera a la luz hicieron que cambiaran los planes. Cuanto más lejos mejor y ¿Por qué no? Un pequeño pueblo de la Provenza francesa al que nadie prestaría demasiada atención y donde, precisamente, acudiría Albert Hofmann para supuestamente prestar ayuda y, ya de paso, realizar el informe sobre los efectos en la población del experimento.Albarelli-terrible-mistake
A priori puede parecer una acusación bastante arriesgada, pero las fechas cuadran bastante bien. Pocos años después comienzan en EE.UU los experimentos controlados con voluntarios para ver los efectos de las drogas psicoactivas, especialmente el LSD, psilocibina, mescalina, la cocaína, la alfa-metiltriptamina y N-dimetiltriptamina. Todos recordaréis sin duda la famosa novela y película “Alguien voló sobre el nido del cuco“, que se inspiró precisamente en estos experimentos.
Albarelli dijo que la verdadera “pistola humeante” era un documento que la Casa Blanca envió a los miembros de la Comisión Rockefeller creada en 1975 para investigar abusos de la CIA. Contenía los nombres de un número de ciudadanos franceses que habían sido secretamente contratados por la CIA y hacía referencia directa al “incidente de Pont-Saint-Esprit.” En su afán por investigar al LSD como un arma ofensiva, Albarelli denunció además que el Ejército de los EE.UU drogó a más de 5.700 militares estadounidenses que no fueron voluntarios entre 1953 y 1965.El pan maldito
Los habitantes de Pont-Saint-Esprit todavía quieren saber por qué se vieron afectados por tales escenas apocalípticas. “En ese momento la gente especuló con la teoría de un experimento destinado a controlar una revuelta popular”, dijo Charles Granjoh, de 71 años.
“Casi estiro la pata”, dijo a la revista francesa Les Inrockuptibles. “Me gustaría saber por qué.”

RT.- Drogas, descargas eléctricas, células cancerígenas o gas sarín son solo algunos de los espantosos instrumentos con los que EE.UU. perpetró macabros experimentos humanos durante la segunda mitad del siglo XX.

Library of Congress

En ocasiones, estas pruebas inhumanas eran realizadas sobre sus propios ciudadanos, pero en otras, su objetivo eran localidades extranjeras enteras. ¿Fue la CIA la responsable de 'la noche del apocalipsis' plagada de locura entre los habitantes de la ciudad francesa de Pont-Saint-Esprit?

16 de agosto de 1951. La locura se extiende por la ciudad francesa de Pont-Saint-Esprit, en el departamento de Gard, entre aquellas personas que comieron pan de la panadería Briand. Inicialmente se pensó que las alucinaciones eran provocadas por la presencia en el pan de ergotina, un veneno que ataca a los cereales, pero posteriormente se demostró lo contrario: la CIA estaba implicada directamente en la administración de la droga LSD a la población en el marco de sus experimentos en humanos.

Actualmente Hank Albarelli, investigador especializado en los servicios secretos estadounidenses, está estudiando la sospechosa muerte de Frank Olson, un bioquímico de la CIA que llevó a cabo experimentos con drogas duras como el LSD y estuvo en Francia poco antes del trágico incidente, bautizado por algunos médicos locales como 'la noche del apocalipsis', que se saldó con siete muertos, 300 personas envenenadas y 50 ingresadas en centros psiquiátricos.

"No me cabe ninguna duda de que el incidente de Pont-Saint-Esprit fue un experimento secreto del Ejército estadounidense. Al principio tenía dudas, y creo que se debían al hecho de que yo mismo, en el fondo, esperaba que no fuera un experimento. Era duro imaginar que mi propio Gobierno hubiera podido llegar tan lejos", dice Albarelli.

¿Pudo la CIA haber puesto LSD en el pan?  

Para comprender lo que ocurrió en esta pequeña localidad francesa, es necesario remontarse a finales de la II Guerra Mundial, cuando se conocieron las atrocidades cometidas por los nazis en los campos de concentración. Tras los juicios de Núremberg (en los que se procesó a médicos y científicos que habían experimentado con humanos), el Servicio de Inteligencia estadounidense comenzó la operación Paperclip, en la que casi 1.500 científicos alemanes, incluidos criminales de guerra, fueron expatriados a EE.UU. a cambio de sus conocimientos y colaboración.

Con la Guerra Fría como escenario, la CIA estaba tremendamente interesada en la manipulación psicológica: su objetivo era crear un suero de la verdad infalible, poder borrar recuerdos, convertir a los humanos en robots y programarlos para matar por medio de inhumados y macabros experimentos.

En 1948, un investigador de los laboratorios de Sandoz, Albert Hoffman, hizo un descubrimiento muy oportuno: una molécula que despertó el entusiasmo del servicio secreto, la dietilamida de ácido lisérgico o LSD. Temiendo que los rusos se hicieran con las muestras de los laboratorios de Sandoz, los estadounidenses compraron todas sus existencias.

El LSD deriva del mismo hongo del centeno que durante mucho tiempo se consideró responsable del incidente de Pont-Saint-Esprit. "Obviamente, aquel compuesto no llovió del cielo, ni estaba de forma natural en el entorno. Está claro que se distribuyó de una manera organizada y controlada (...) lo que sucedió en Pont-Saint-Esprit no es un hecho aislado, sino que es coherente con todos los demás experimentos realizados entre la población estadounidense, y sobre los cuales existe documentación fiable", cuenta Colin Ross, psiquiatra y autor del libro 'The CIA doctors' ('Los doctores de la CIA').  

Los macabros experimentos de la CIA en territorio nacional

Que el servicio de inteligencia exterior estadounidense sea capaz de utilizar toda una ciudad como laboratorio para alcanzar sus metas no es ninguna novedad. Estos son algunos ejemplos de esos experimentos, reconocidos por el Gobierno de EE.UU.:

-En 1953, en la Universidad de Iowa y también en Nebraska, se inyectó yodo radiactivo en recién nacidos y mujeres embarazadas.

-En 1955, la CIA dispersó la bacteria causante de la tos ferina en la bahía de Tampa. Decenas de personas cayeron enfermas, de las cuales 12 murieron.

-En 1955, la CIA reclutó a prostitutas en San Francisco, abrió dos burdeles y probó drogas en los clientes. Los encuentros sexuales fueron filmados a través de un vidrio de visión unilateral.

-En 1956 el Ejército liberó millones de mosquitos portadores de los virus de la fiebre amarilla y el dengue en las ciudades de Savannah y Avon. Hubo varios muertos y cientos de personas infectadas.

-En 1960, en Cincinnati, el Ejército financió un experimento consistente en someter a radiación a 90 indigentes y enfermos del hospital universitario. Algunos fallecieron al cabo de unas semanas.

-En 1966 el Ejército probó un virus en el metro de Nueva York y más tarde en Chicago. Se usaron bombillas eléctricas para ocultar los agentes biológicos. El objetivo era estudiar la propagación de agentes bioquímicos a gran escala.

¿Quién participaba y quiénes eran las víctimas?
Para dichos experimentos tanto el Ejército como la CIA fundaron laboratorios en las universidades más prestigiosas del país, como Yale, Stanford, Harvard o Columbia. Además, en ciertos hospitales a los pacientes se les redirigía hacia departamentos financiados por la CIA. En su entusiasmo por trabajar "en defensa de la nación", los investigadores acabaron por perder por completo el control.

"El doctor Kligman en Filadelfia aumentó la dosis 468 veces, cosa que llegó a asustar hasta a nuestros químicos. No podían creer que un doctor respetado fuera capaz de algo así", afirma el escritor Allen Hornblum, quien perdió su trabajo como guardia en la cárcel de Holmesburg, en Pensilvania, tras denunciar los experimentos con drogas, virus, células cancerígenas, plutonio o gas sarín que tenían lugar en el centro penitenciario.

Hornblum cuenta que "por un lado, había cientos y cientos de representantes de minorías, gente con muy poca formación, sobre todo afrodescendientes y de origen puertorriqueño; y por otro, había médicos blancos con sus batas impolutas y sus títulos de doctor o de profesor de medicina". "Era la receta perfecta para cometer abusos o causar un desastre. El interior de la prisión eran el lugar perfecto para llevar a cabo experimentos potencialmente polémicos porque así como las paredes de la cárcel mantienen a los reclusos dentro, también mantienen al público fuera, y así nadie puede enterarse de nada", mantiene.    

'La noche del apocalipsis', ¿misterio sin resolver?

En 1951 los investigadores franceses también consideraron la teoría del LSD y llamaron a Albert Hoffman, el inventor de la droga. Ya en el lugar de los hechos, dijo que sin duda las alucinaciones se debían al consumo de LSD, pero al regresar a Suiza, cambió de opinión y afirmó haberse "equivocado". Las autoridades francesas querían una explicación, pero los documentos del Departamento de Sanidad Pública de 1951 muestran que el experto se volvió de repente inaccesible.

"Si los científicos de Sandoz dicen que no parece tratarse de LSD, tendería a pensar que solo tratan de ocultar el hecho de que con toda seguridad la droga provino de Sandoz. Al fin y al cabo ellos eran los únicos proveedores. No es más que una tapadera", sostiene Ross.    

Tras décadas sin una explicación satisfactoria del incidente, Albarelli encontró durante su investigación un documento asombroso procedente de la Casa Blanca, que vinculaba el nombre de Frank Olson con Pont-Saint-Esprit. Sin duda, fue desclasificado por error. En él, uno de los directores de Sandoz confirma a un agente secreto que la causa del incidente de Pont-Saint-Esprit había sido el LSD.

Aunque EE.UU. ha revelado, sin querer, algunos de sus secretos acerca de su participación en el envenenamiento, la incertidumbre sobre el papel de las autoridades francesas todavía puede durar varios años más. Los documentos más comprometedores tardan 75 años en ser desclasificados. La dramática historia de Pont-Saint-Esprit sigue escondida en sus pequeñas calles y en sus edificios de piedra, pero aún quedan secretos por revelar.


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