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"Fiesta y baile de negros y de gente de pueblo en América"


Dicen que la palabra tango es anterior al baile y que por el año 1803 figuraba en el diccionario de la Real Academia Española como una variante del tángano, un hueso o piedra que se utilizaba para el juego de ese nombre. Pero ya en 1889 la institución normativa de la lengua incluía una segunda acepción del tango como "fiesta y baile de negros y de gente de pueblo en América". Sin embargo, debieron pasar casi 100 años para que el diccionario definiera al tango como "baile argentino de pareja enlazada, forma musical binaria y compás de dos por cuatro, difundido internacionalmente".




Otros estudiosos de la música ciudadana argumentan que el vocablo es propio de las lenguas africanas que llegaron con los esclavos al Río de la Plata y cuyo significado sería "lugar cerrado".

Es muy probable que tango sea una voz de origen portugués introducida en el nuevo continente a través del dialecto criollo afro-portugués. Al comparar tango y tambo, Blas Matamoro afirma que ambas son onomatopeyas del tam-tam o candombe utilizado en los bailes negros. Más aún, en dialecto bozal la expresión era "tocá tango" o "tocá tambó" (toca el tambor) para iniciar el baile. El lugar de reunión de los esclavos, tanto en África como en América, era llamado tango.

Y así nombró a las casas de los suburbios donde, a comienzos del siglo XIX, los negros se encontraban para bailar y olvidar temporalmente su condición.


Controvertido hasta en tu origen, como todo lo que es verdadero, escondés un secreto. Del bajo fondo nacen las voces amuradas a tu destino. Si tu cuna fue un burdel, si venís de la milonga y la habanera, creado por un dios orillero, saliste desde aquí a compadrear al mundo.



De fecha imprecisa y origen aún más incierto, hay teorías que remiten a sus raíces negras y otras que aseguran su origen inmigratorio. Lo cierto es que a mediados del 1800, los conocidos conventillos de la pujante ciudad de Buenos Aires se llenaban de paisanos del interior, "gringos" recién bajados del barco y varios porteños de pocos recursos que, quizás para diferenciarse o para generar arraigo, marcaron con impulso propio las nuevas expresiones populares.

Mezcla de códigos cerrados y con lenguaje particular, el tango germinaba en las casas de baile, orillaba el Riachuelo, los boliches de carreros y cuarteadores, los conventillos del barrio sur. Por esos años, muchos de los inmigrantes venían solos y las pocas mujeres que venían se encontraban en las academias o en las casas de citas.

La Buenos Aires de los '80 poco a poco se descubría en las academias y en los teatros. En las comedias, zarzuelas y otras obras, los actores empezaron a cantar y bailar tango.

Las academias, también llamadas peringundines, funcionaban sólo bajo autorización en los suburbios o barrios alejados del centro y, si bien en principio eran sólo para hombres, después incorporaron mujeres contratadas para bailar.


Los guapos, compadritos y malevos se encontraban en el Café Sabatino, el Almacén de la Milonga y el Viejo Bailetín del Palomar. En los boliches de la calle Necochea de La Boca, empezaba a escucharse esta música alegre, juvenil y pícara que, bajo el ritmo del dos por cuatro, ejecutaban Rosendo Mendizábal, Eduardo Arolas, Angel Villoldo y otros autodidactas que componían sin conocer las partituras.

El tango dejaba de ser exclusivo del arrabal para internarse poco a poco en el centro de la ciudad. Los organitos callejeros lo difundían por los barrios donde era común ver parejas de hombres bailando en las calles.

Esencialmente porteño, muchos escritores consideran que el tango de finales del '80 combinaba varios estilos de música. En él estaría involucrada la coreografía de la milonga, el ritmo del candombe y la línea melódica, emotiva y sentimental de la habanera. Pero también recibió influencia del tango andaluz, del chotis y del cuplé, a los que se agregan las payadas puebleras y las milongas criollas.

Se cree que el primer compositor de tango fue Juan Pérez, autor del tangoDame la Lata. Sin embargo, es muy probable que hayan existido otros autores y canciones anteriores. Además de la obra de Pérez, las primeras composiciones fueron El Tero y Andate a la Recoleta.

Si bien sus orígenes todavía polemizan las mesas de café de los tangueros, no se discute el prestigio y reconocimiento que adquirió internacionalmente.

Como toda auténtica expresión artística, el tango desentraña nuestra inextricable condición humana, revelando el espíritu porteño. Quizás debido a esta verdad, vive en los barrios de Buenos Aires y en las academias de Japón, en las calles de París y en los centros culturales neoyorquinos.




La historia negra del tango argentino
Omer Freixa (Argentina) 

Por lo general, hablar de “negritud argentina” en ese país es un oxímoron, mientras para algunos significa una broma racista de mal gusto, para otros es una excentricidad. Es que en esas latitudes se suele negar el origen afro de una buena parte de la población, cuando, sin embargo, para 1800 en varias provincias el porcentaje de la población de origen africano era superior a la mitad de los habitantes. De golpe, se explica, desaparecieron. Se dice que la fiebre amarilla de 1871 en Buenos Aires los aniquiló, sumado al hecho de haber sido carne de cañón de buena parte de los conflictos del siglo XIX en esa centuria turbulenta de la historia argentina, como las guerras de independencia, los combates civiles, las duras condiciones de vida de la mayoría que incidió en una alta mortalidad y, por último como la última estocada mortal, el mestizaje que los fundió en lo argentino frente a grandes oleadas de inmigrantes blancos que los terminaron de hacer desaparecer.

Para algunos reconocer que en Argentina no hay ni hubo negros es respetar los orígenes de una nación que se supone descendida de los barcos de inmigrantes mayoritariamente italianos y españoles que venían a cumplir el objetivo de “hacer la América” a fines del siglo XIX. Sin embargo, por omisión o mera ignorancia, no cuentan que unos de los primeros descendidos de otro tipo de embarcaciones fueron muy diferentes. Hablamos del comercio más infame de la historia: la trata negrera que trasladó 20 millones de almas negras de un continente a otro. Muchos de estas denominadas “piezas de ébano” fueron destinadas a los trabajos más insalubres dentro de lo que más tarde sería territorio de la actual República Argentina. Sin duda, algo tienen que haber dejado a su paso.



Gabino Ezeiza (1858-1916)

A pesar de un legado que, haciendo no tanto esfuerzo es perceptible, continúa la insistencia sobre la negación. Todos participan. Los políticos también fueron implacables. Por ejemplo, un ex presidente dijo que el problema negro lo tenía Brasil, no el vecino del sur. La élite que forjó la idea del país más austral de América y lo construyó a fines del siglo XIX y comienzos del XX, como otras contemporáneas a lo largo de toda la región, buscó explicar la nación a partir de lo que ellos querían, un grupo de pertenencia que realzara el elemento blanco dentro de esa Europa que miraban con orgullo y de la cual decían descender. En consecuencia, lo indio quedó marginado y a lo afro le fue aun peor. Resultó negado y así muchos se refirieron al afroargentino como el “primer desaparecido”. Esto es un mito que se sigue repitiendo hasta el hartazgo. En realidad, hay que leer entre líneas. Al negro se lo “mató” en la palabra. No desapareció. Quienes no quieren verlo afirman que está extinto. Todo pasa por el discurso, es decir, la forma en que se construye la historia de cada país. El discurso conlleva el racismo. El ex presidente Domingo Sarmiento en la década de 1860 se vanaglorió de estar en un Congreso sin presencia negra.

Pero esta negación no se da solamente en Argentina. En toda América Latina grupos de mayor apariencia europea discriminan a los que no lo son y distan más que otros de serlo. Las élites impusieron la obligatoriedad de todos de ser blancos. Ser blanco fue sinónimo en el siglo XIX de ser moderno. Entonces, lo no blanco quedó confinado a lo primitivo e inferior, objeto de repudio. A los no blancos no les quedó más alternativa que esconderse, negando su origen.

Entonces, ¿cómo es posible ver esa presencia negada? Hay varias formas. Desde las artes, y en la impronta musical, el tango permite observar la presencia negra. Este género musical, famoso en el mundo y que automáticamente se identifica a lo argentino, esconde en sus raíces la prosapia africana y contribuye a explicar el origen de la propia identidad argentina. Con cerca de 15.000 composiciones, tiene como creador (entre otros) al afrodescendiente negro, que hasta el momento pasa desapercibido sin embargo estuvo desde los comienzos presente. Pero algunos negaron ese origen adjudicándolo a la vertiente hispana, por ejemplo. Otros sostienen que el negro no pudo haber legado nada al tango porque su número fue en franca caída durante el siglo XIX; el momento de mayor creatividad dentro del género. Finalmente, quienes reivindican el tango como algo africano van a la etimología de la palabra para explicar que deriva de Shangó, el dios yoruba del trueno o simplemente el nombre del cuero que recubre al tambor, porque el candombe de los negros (el que tocaban obligados en la cubierta del barco negrero) es el primo lejano del tango, asimismo la milonga pasó por un proceso parecido que ayudó a definirlo más tarde. La presencia del negro en el tango es visible, desde la producción hasta tangos compuestos por blancos que hablan de lo negro.



Zenón Rolón (1857-1902)

La música es imprescindible para construir la identidad de un pueblo. Pero también los marginados o “desaparecidos” la construyen. El afro lleva el ritmo en la sangre, estamos todos de acuerdo. Entonces esa vitalidad impregna al tango, sin perder la mezcla con otros elementos culturales no negros. La música popular tiene mucho que ver con el nacionalismo. El tango ayudó a definir la identidad del inmigrante europeo de 1900. Pero los blancos se han apropiado de esa identidad desmereciendo el aporte negro en sus orígenes. En la forma en que se representó al tango, si bien los primeros payadores y compositores fueron negros, hoy la típica pareja que baila es blanca. Es que los argentinos de color eran de origen pobre y hechos al margen. Los de color hicieron tango pero debieron ajustarse, como pasaba en otras esferas, al canon de producción que era bien europeizado. Les decían como componer, en síntesis. Por eso no se los aprecia a simple vista.

La música construyó identidades, pero también excluyó. Cuando la gente escucha tango, sin saberlo, de alguna forma oye música negra. Pero que no se sepa no es culpa del oyente sino de la propia historia o, en otras palabras, de historiadores, políticos y otros que han resaltado una Argentina blanca, en donde hablar de lo negro remite a lo peor y, por suerte para la mayoría, extinto. En ese sentido, en Occidente se habla de lo negro como lo negativo, el humor negro, un pasado negro, y otras tantas expresiones que denotan que si históricamente a África se le negó todo, no es fortuito que en Argentina se niegue el origen negro del tango, y al propio afroargentino se lo excluya de su historia, cuando siempre fue protagonista. Hay otra contradicción que atenta contra el mito de un país blanco. Es que la forma típica de denostar a los pobres es refiriéndose a ellos, o a los inmigrantes de países limítrofes, como “negros cabeza” (u otras formas tan racistas). Entonces, hay que empezar a sorprenderse de la frase “En Argentina negros no hay”. Se debe cuestionarla hasta el hartazgo para que no se crea que solo los locos piensan que hay negros en el país del Cono Sur. En este sentido, sumergirse en el tango argentino ofrece una puerta para romper con el sentido común.




Gabino Ezeiza, payador y cantante
Nació en San Telmo el 3 de febrero de 1858 y vivió en nuestro barrio, en la calle Azul 92, hasta su muerte ocurrida el 12 de octubre de 1916.  En el lugar existe hoy una panadería que lleva su nombre "Don Gabino" en cuya entrada una placa de bronce nos recuerda su grandeza. De ascendencia negra y cuna humilde, adquirió celebridad como payador y autor de más de quinientas composiciones, que el mismo interpretaba. Según se afirma, ya en el año 1872 incursionaba en el arte de la payada, siendo considerado el más antiguo y notable payador del Río de la Plata.
Sus virtudes y hazañas fueron famosas y frecuentes sus encuentros con otros payadores, en esa lucha verbal del contrapunto. Ezeiza se enfrentó con José Betinotti, en 1902, en un circo que funcionaba en Venezuela y Maza, en el barrio de Boedo. La justa terminó convirtiendo a Betinotti, que se iniciaba entonces en el arte popular, en discípulo de Gabino. Con anterioridad, en 1891, había sostenido con Nemesio Trejo una payada que resultó memorable.
La contienda duró tres noches.  Gabino Ezeiza tenía, al decir de Rodolfo Senet “una aptitud estupenda, increíble, para hacer versos. Los improvisaba, así, en el momento, y como tenía un oído perfecto para la medida, la cadencia y la rima, le salían sonoros”.

Recuerda Senet que allá por 1900, estando él por Dolores, llegó Gabino a dar un recital de canto y guitarra. “Le propuse presentarle, ya que no existía contrincante, cuando empezara a improvisar, diversas imágenes en una pantalla de teatro, con el sistema de proyecciones luminosas para que él, que las vería junto al público, las describiera cantando. Gabino, sin averiguar los motivos que les serían expuestos, aceptó y el éxito alcanzado fue de tal magnitud que su actuación, programada para dos horas, duró el doble”.

De él escribió Francisco Pi y Suñer: “Fue el trovador de la pampa. En aquellos tiempos de escasísima población en que la Argentina vivía la vida de los pueblos pastores, fue el bardo errante y vagabundo que iba con su guitarra de rancho en rancho y de pulpería en pulpería, glosando los acontecimientos más notables, recordando los altos hechos de los hombres ilustres, llevando a todas partes las palpitaciones del alma nacional. Hijo del pueblo y entre el pueblo criado, se identificaba con el paisano, con el hombre del pueblo y en forma poética y solemne le cantaba sus cuitas y sus alegrías, sus esperanzas y sus anhelos”.

Uno de sus contrapuntos más famosos lo sustuvo en Paysandú (Uruguay) con el mentado cantor oriental Juan de Nava al que rodeaba una aureola de prestigio, conquistada en muchos entreveros difíciles de los que supo salir airoso. Ese encuentro fue presenciado por uno de los auditorios más numerosos que se recuerdan y ante el estado adverso hacia él del público oriental, improvisó allí la que sería la célebre canción "Heroico Paysandú".

Otra de sus payadas memorables fue la que tuvo por escenario un teatro de Pergamino (Bs. As.) con el no menos célebre Pablo J. Vázquez, en el año 1894.

Además de recorrer los pueblos del interior con su arte y su guitarra, lo hizo también con un circo de su propiedad, el llamado "Pabellón Argentino" que perdió en un incendio en el año 1893. Grabó discos, algunos con acompañamiento de Manuel Campoamor en piano, célebre compositor del tango "La Cara de la Luna", y recopiló sus versos en el folleto "Cantos a la Patria". Afírmase que escribió obras teatrales.

Tanto Gardel como Razzano lo conocieron en los comités políticos de principios de siglo, como a casi todos los payadores de aquel tiempo, y ese conocimiento se hizo trato amigo en la rueda del popular "Café de los Angelitos".

A su muerte el dúo en su homenaje cantó "Heroico Paysandú" que años después llevó al disco.

Gabino, como todos los juglares del pueblo, murió pobre, en su vieja casa de Floresta, allá por 1916, cuando orillaba los 59 años.




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