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Heinz Dieterich: “Democracia significa libertad de negocios para el gran capital”

Heinz Dieterich es sociólogo e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana en Ciudad de México. Ha publicado más de 30 libros sobre temas políticos, económicos y sociales latinoamericanos. Es considerado como el ideólogo del “socialismo del siglo XXI”, que propone una economía de valores fundada en el valor del trabajo y no en las leyes de la oferta y demanda. Fue amigo y asesor del fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013), aunque también es duro crítico tanto de Chávez como del actual presidente Nicolás Maduro por la forma en que han gobernado Venezuela.





Tomás Andréu, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Dieterich sobre el presente y futuro de los gobiernos progresistas de la región, el reingreso de la derecha y la situación actual de Venezuela.

Recientemente un excomandante guerrillero de El Salvador afirmó que el socialismo del siglo XXI no existe, que nunca ha existido. A usted se le endosa el surgimiento de esta visión sociopolítica. ¿Qué dice al respecto? ¿Existió? ¿Existe?
El socialismo del siglo XXI es el paradigma científico de una sociedad poscapitalista elaborado durante 30 años por destacados científicos de vanguardia en ciencias sociales, ciencias naturales y tecnológicas de Alemania y Gran Bretaña. Es el único paradigma existente científicamente irrefutable para sustituir a la sociedad capitalista actual a través de la economía de equivalencia, basada en el valor del trabajo y en la democracia participativa.
Es decir, el socialismo del siglo XXI existe como teoría científica, tal como existe la Teoría General de la Relatividad de [Albert] Einstein. Su realización empírica no se ha logrado todavía, al igual que ciertas hipótesis de Einstein apenas se comprobaron empíricamente un siglo después de su formulación.

Si el socialismo del siglo XXI no se ha implementado, ¿por qué durante las elecciones presidenciales en Latinoamérica se ataca a esto que no ha cobrado vida aún?
Porque las campañas electorales de los Estados y partidos burgueses en Sudamérica como en Norteamérica son esencialmente ejercicios de mentiras y verdades a medias. Una de esas mentiras es que el socialismo del siglo XXI ha fracasado. Es una idiotez decirlo, porque un sistema social que no ha existido no puede haber fracasado. Pero con el bajo nivel informativo y educativo de nuestra gente esas mentiras dan puntos.

¿Cómo se implementaría en países como Latinoamérica en los que nuestros gobernantes no piensan o no arriesgan?
La gente responsable y ética debe explicar a la juventud, los trabajadores, campesinos, etc. que existe esta alternativa. Este conocimiento junto con la creciente miseria en que Latinoamérica se hunde, generaría la dinámica de transformación. El problema es que América Latina es un gigante sin cabeza. Las ilusiones del socialpopulismo, la influencia conservadora del clero, la mediocridad, el oportunismo utilitarista y la castración política de nuestras universidades, intelectuales, sindicatos y partidos políticos, así como el control de las cabezas por los medios de la oligarquía, han generado una destrucción generalizada de cualquier software [programa, propuesta] sensato de emancipación que había. La burguesía ha logrado una confusión general en las cabezas de sus víctimas.

La izquierda ganó en varios países de Latinoamérica, pero el sabor que ha dejado es que los mismos de siempre volvieron con otra cara y otra piel.
La izquierda heredó los aparatos del Estado de los gobiernos oligárquicos, es decir: con todos sus vicios de corrupción, ineficiencia, etc. En algunos países los nuevos gobernantes tomaron medidas contra esos flagelos, como en Bolivia y Ecuador, y por eso están relativamente estables hoy en día. En Venezuela se prolongó de hecho al corrupto régimen de la cuarta República [1953-1999] —la quinta fue la de Chávez. La sexta es la que nacerá— y se le potenció con los altos precios del petróleo. El resultado está a la vista.

A pesar de que se habla de un estado crítico del capitalismo, la derecha retoma los espacios de poder como ha sucedido en Argentina. En Guatemala eligen a un comediante ultraconservador. El presidente boliviano Evo Morales ha reprimido a los indígenas. ¿Qué está saliendo mal? ¿Son los partidos y sus políticas? ¿Es la sociedad y su pasividad? ¿Es la ausencia de nuevos proyectos políticos?
Democracia significa en el newspeak [neolengua] estadounidense libertad de negocios para el gran capital. En un sentido auténtico, obviamente. Significa poder decidir entre alternativas de gobernanza. Lo segundo no es el caso en América Latina. Las estructuras del poder de facto —Iglesia, gran capital, medios, embajada de EEUU— son mucho más poderosas que los nuevos gobiernos e imponen su lógica a mediano plazo.

¿Qué ha pasado en Venezuela recientemente? ¿Es el fortalecimiento de la derecha o asistimos a la decadencia de un heredero que no pudo sostener lo que Chávez había construido?
Las dos cosas. La ineptitud extrema del gobierno de Nicolás Maduro-Diosdado Cabello generó el deseo de un cambio en grandes partes de la población. Este deseo se reflejó en los resultados de las elecciones del 6 de diciembre del 2015. La derrota del gobierno es “made in Venezuela” por un gobierno que tiene cero idea de economía moderna.

Tras perder el gobierno de Maduro en el Congreso, ¿esto significa que el mandatario tiene los días contados en su gestión? Es decir, constitucionalmente se puede hacer un llamado a la ciudadanía para que decida si Maduro continúa o no al frente de Venezuela. ¿Usted qué vaticina?
Constitucionalmente se puede solicitar un referéndum revocatorio. Es difícil y tardado, pero probablemente tendría éxito. Depende de la recomposición interna del gobierno y si logra realizar medidas de salvación nacional. Es obvio que los militares ya se volvieron el factor dominante gubernamental, dejando a Maduro como fachada. Que tengan el know how para salvar la economía, lo dudo. Ya es muy tarde (…) Maduro es el vocero del grupo dominante dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y gobierno —que son los 22 militares que son ministros y gobernadores—. Maduro no gobierna. No determina las decisiones. Sólo las da a conocer.

Usted ha hablado de un “régimen militar abierto” en Venezuela. ¿A qué se refiere y qué provocaría?
Significaría disolver el parlamento, la presidencia y el sistema judicial como medida de transición hacia elecciones. Esto provocaría el aislamiento total de Venezuela en el continente y la inevitable quiebra posterior. Implica también un probable conflicto militar con el Comando Sur de EEUU y el ejército de Colombia que Washington con el presidente Juan Manuel Santos están convirtiendo ahora en una fuerza convencional justo para esta finalidad.

Desde su perspectiva, ¿qué pasará con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en el resto de países de Latinoamérica?
Con el colapso de Venezuela colapsan las estructuras hemisféricas creadas. Este epicentro de poder desaparecerá. En Venezuela, por ejemplo, hasta los economistas de centro piden que al sanear la economía nacional se supriman los términos beneficiosos del petróleo para Cuba y Nicaragua. Esto, y las acciones de [el presidente de Argentina Mauricio] Macri, te dan una idea de lo que va a pasar.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están a punto de llegar a un acuerdo con el gobierno del presidente Santos y entrarán a ser partido político. Más allá de lo complejo de este tema, ¿qué piensa sobre las Leyes de Amnistía que se crean entre insurgencia y Estado después de los conflictos?
Hay que entender que leyes de amnistía son instrumentos políticos para la transición de una situación política a otra. No son instrumentos de justicia. Reflejan un impasse de poder entre dos adversarios en un status quo que se ha vuelto inviable. Esto no es satisfactorio, pero es la realidad. Si posteriormente se puede introducir aspectos de justicia como en el caso de Argentina postdictadura, depende del desarrollo de la correlación de fuerzas de esos adversarios.

¿Cómo evalúa la actual situación de Cuba en el marco del restablecimiento de las relaciones  con EEUU?
EEUU nunca logró destruir a Cuba. Pero impidió que desarrollara el socialismo del siglo XX hacia el socialismo del siglo XXI, que es la única forma en que el socialismo puede existir en este siglo. El resultado es que el país se ha quedado sin una narrativa de esperanza y está perdiendo la juventud y parte de la inteligencia que es fundamental para el futuro. La actual transición empieza muy tarde, se verá en peligro por el colapso de Venezuela y posiblemente terminará en el capitalismo del siglo XXI, después de la muerte de Fidel y Raúl Castro. Cuba ha escrito una gloriosa página en la historia de la rebelión de los pueblos contra la sociedad de clase, pero la correlación de fuerzas internacionales y algunos errores estratégicos internos, no le han permitido llegar más lejos. —Noticias Aliadas.






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