OPINI脫N de Emilio Cafassi.- La heterogeneidad y complejidad de la coyuntura pol铆tica latinoamericana, no impide trazar algunas coordenadas anal铆ticas groseras, a煤n con las desigualdades que cada pa铆s experimenta. Particularmente en lo que a la ofensiva derechista respecta. Tres grandes lineamientos ideol贸gicos componen el tr铆pode sobre el que asientan sus adaptaciones ret贸ricas y 茅nfasis a cada circunstancia y latitud. El primero refiere a la recesi贸n o directamente la ausencia de desarrollo capitalista y el consecuente deterioro social. El segundo apela a la inseguridad y por 煤ltimo sobresale la recurrente denuncia de corrupci贸n. Todas variables que en diversa proporci贸n y magnitud pueden reconocerse en la discursividad hegem贸nica de la totalidad de los pa铆ses, donde la maniobra ilusionista consiste en desvincularse de la propia responsabilidad en los problemas expuestos, atribuy茅ndoselos a las alternativas progresistas o de izquierda all铆 donde alcanzaron o mantienen el poder pol铆tico o, en su defecto, proyectando la expansi贸n de estos flagelos donde tendr铆an chances de disputarlo.
En todos los casos del giro progresista, ya se sustenten o hayan intentado mayor o menor radicalizaci贸n de sus acciones, el l铆mite siempre estuvo y estar谩 demarcado por la regulaci贸n del capitalismo, cada vez m谩s global e interdependiente, lo que impide la mitigaci贸n inmediata o de corto plazo de los dos primeros problemas sociales end茅micos aludidos. Resulta imposible una dr谩stica reducci贸n capitalista de la inequidad, tanto como de la llamada inseguridad, es decir la violencia f铆sica para la apropiaci贸n individual de alguna forma de riqueza ajena. Sin embargo, ni deben soslayarse los avances en la reducci贸n de la pobreza, o de inclusi贸n con derechos sociales que permiten mitigar parcialmente la barbarie explotadora, ni menos a煤n expandir la b煤squeda de pol铆ticas que atiendan las m谩s graves situaciones de abandono y deterioro. S贸lo intento subrayar que ser谩 necesaria fuerza y lucidez suficiente para remar contra una barrosa corriente descendente, cuyo torrente se acrecienta donde mayor sea la concentraci贸n de los medios de comunicaci贸n de masas y recurrencia de los mensajes porque no s贸lo adoptando medidas se alteran las relaciones de fuerza, sino tambi茅n comunic谩ndolas pedag贸gicamente.
En otros t茅rminos, si no se despliega una lucha contrahegem贸nica en la esfera ideol贸gica y cultural, con precisos medios de comunicaci贸n y claros mensajes, el desgaste ciudadano ser谩 inevitable, por imposibilidad de diferenciaci贸n. Al modo del estructuralismo m谩s duro y determinista, casi althusseriano, las derechas aludir谩n a leyes inexorables del devenir capitalista, present谩ndose luego como los m谩s eficientes operadores sobre ellas. Su objetivo 煤ltimo es poder instaurar un sentido com煤n de la linealidad hist贸rica y de sus capacidades gerenciales alineadoras. Sin embargo, la ofensiva no concluye all铆, sino que su desembocadura 煤ltima es la extensi贸n de la igualaci贸n hacia el plano moral, deteriorando la propia pol铆tica como instrumento de regulaci贸n de la vida social.
Sin duda las empresas en general apoyar谩n y estimular谩n el desarrollo de las opciones pol铆ticas conservadoras, en virtud de las garant铆as de continuidad que ellas ofrecen a sus intereses. Pero en lo concerniente a los mass-media, que son parte constitutiva de la industria cultural capitalista, la relaci贸n entre discursividad y ganancia se potencia adquiriendo el car谩cter de alianza. El esc谩ndalo, la violencia, la miseria humana, material, simb贸lica y moral, multiplican su masa de plusval铆a, tanto como la demanda solvente en el resto de las ramas industriales. Mucho m谩s a煤n cuando tales denuncias y exhibiciones cuentan con verosimilitud y hasta encarnadura, como en buena parte de Am茅rica Latina.
La asunci贸n de Macri en la presidencia argentina, resulta inseparable de la corrupci贸n indisimulable del movimiento peronista en general y del kirchnerismo en particular, aunque el primero no logre por ello disimular su propio involucramiento en la corrupci贸n estructural. Del mismo modo, la maniobra de impeachment que expuls贸 a Rousseff del Palacio de Planalto, no podr铆a haber resultado sin previa revelaci贸n, por caso, del “mensal茫o” que involucr贸 no s贸lo al Partido de los Trabajadores sino tambi茅n a varios de sus aliados y que junto a otros episodios degradantes fue minando la credibilidad pol铆tica no s贸lo de la fuerza progresista sino del cojunto. Que tanto Lula como Dilma est茅n exentos de pruebas sobre posible enriquecimiento o usufructo personal (a diferencia de los l铆deres argentinos) no contiene ni menos a煤n supera el grave deterioro e indiferenciaci贸n 茅tica del progresismo brasilero.
Justamente la asociaci贸n entre progresismo y corrupci贸n, erosiona toda credibilidad en las posibilidades de cambio, cualquiera sea su profundidad. E induce a la pr谩ctica del “voto castigo”, ilusi贸n sancionatoria carente de otro contenido pol铆tico que la mera negatividad, a la saz贸n continuista del r茅gimen. Vecino ideol贸gico, a su vez, de la pretensi贸n de votar “pol铆ticos honestos” que perpet煤a la 铆ndole del sistema pol铆tico, cuando no sienta un nuevo corrupto en el sill贸n presidencial como lo viene mostrando la historia argentina desde el menemismo hasta nuestros d铆as.
No debe extra帽ar entonces que en un pa铆s como Uruguay, con escas铆simos sino nulos antecedentes de corrupci贸n, haya aparecido en el principal semanario de la derecha una denuncia sobre el vicepresidente Sendic que describe la utilizaci贸n personal de una tarjeta de cr茅dito corporativa, de su per铆odo previo al frente de la empresa petrolera estatal. Aunque por monto irrelevante, se induce a la sospecha de dolo y provecho indebido que es a la vez, advertencia y oportunidad. Advertencia de la estrategia de la derecha uruguaya en sinton铆a con los ejes se帽alados aqu铆, pero a la vez oportunidad, ya sea para probar con todo detalle, transparencia e inmediatez la falsedad de lo publicado -no s贸lo en sede judicial sino ante la opini贸n p煤blica y sus compa帽eros de militancia- tanto como para que la fuerza pol铆tica ajuste su scanner de honestidad para anticipar cualquier posible actitud inmoral en cualquiera de los 谩mbitos de intervenci贸n. Si alg煤n acto de corrupci贸n, por m铆nimo que fuera, es descubierto por la prensa, la oposici贸n, o la sociedad civil, antes que por el propio Frente Amplio (FA), la lesi贸n de credibilidad que sufrir谩, ser谩 inevitable. Nadie deber铆a estar m谩s atento que el propio FA a cualquier posible desviaci贸n moral. Considero que la legitimidad frentista no depende tanto de la recomendaci贸n concreta que el tribunal de conducta pol铆tica pueda emitir ante un posible acto innoble, sino de qui茅n propicia su llegada a esa instancia.
Descreo que resulte casualidad que el mismo d铆a de la publicaci贸n contra el vicepresidente, circul贸 por varios grupos uruguayos de whatsapp un mensaje proponiendo iniciativas de reducci贸n de privilegios de los parlamentarios totalmente superados precisamente por las reformas impulsadas desde el progresismo. Y fue reproducido por militantes frentistas diversos. Probablemente tuviera origen argentino, dado que en estos d铆as los legisladores se autoincrementaron las dietas. Afortunadamente en los grupos en los que participo hab铆a legisladores que inmediatamente aclararon la real situaci贸n de los representantes, pero su difusi贸n puede volverse viral y requerir谩 desmentidas m谩s amplias que en los estrechos c铆rculos virtuales. De conjunto, estos mensajes van limitando las posibilidades de la pol铆tica, hasta de pensarse y reformarse a s铆 misma.
Esta ofensiva puntual del semanario posa la mirada sobre un integrante gubernamental, reforzando la personalizaci贸n de la pol铆tica. De este modo, opaca la posible visualizaci贸n de las razones estructurales por las que los comportamientos pol铆ticos pueden eventualmente contrariar la 茅tica. Verdadero c铆rculo vicioso, donde cada vez que el ciudadano percibe en los pol铆ticos profesionales conductas desleales o abusos de poder o corrupci贸n, es inducido a juzgar s贸lo a las personas que los protagonizan y no a las estructuras que los posibilitan.
Tal vez sea hora de pensar en ellas.
En todos los casos del giro progresista, ya se sustenten o hayan intentado mayor o menor radicalizaci贸n de sus acciones, el l铆mite siempre estuvo y estar谩 demarcado por la regulaci贸n del capitalismo, cada vez m谩s global e interdependiente, lo que impide la mitigaci贸n inmediata o de corto plazo de los dos primeros problemas sociales end茅micos aludidos. Resulta imposible una dr谩stica reducci贸n capitalista de la inequidad, tanto como de la llamada inseguridad, es decir la violencia f铆sica para la apropiaci贸n individual de alguna forma de riqueza ajena. Sin embargo, ni deben soslayarse los avances en la reducci贸n de la pobreza, o de inclusi贸n con derechos sociales que permiten mitigar parcialmente la barbarie explotadora, ni menos a煤n expandir la b煤squeda de pol铆ticas que atiendan las m谩s graves situaciones de abandono y deterioro. S贸lo intento subrayar que ser谩 necesaria fuerza y lucidez suficiente para remar contra una barrosa corriente descendente, cuyo torrente se acrecienta donde mayor sea la concentraci贸n de los medios de comunicaci贸n de masas y recurrencia de los mensajes porque no s贸lo adoptando medidas se alteran las relaciones de fuerza, sino tambi茅n comunic谩ndolas pedag贸gicamente.
En otros t茅rminos, si no se despliega una lucha contrahegem贸nica en la esfera ideol贸gica y cultural, con precisos medios de comunicaci贸n y claros mensajes, el desgaste ciudadano ser谩 inevitable, por imposibilidad de diferenciaci贸n. Al modo del estructuralismo m谩s duro y determinista, casi althusseriano, las derechas aludir谩n a leyes inexorables del devenir capitalista, present谩ndose luego como los m谩s eficientes operadores sobre ellas. Su objetivo 煤ltimo es poder instaurar un sentido com煤n de la linealidad hist贸rica y de sus capacidades gerenciales alineadoras. Sin embargo, la ofensiva no concluye all铆, sino que su desembocadura 煤ltima es la extensi贸n de la igualaci贸n hacia el plano moral, deteriorando la propia pol铆tica como instrumento de regulaci贸n de la vida social.
Sin duda las empresas en general apoyar谩n y estimular谩n el desarrollo de las opciones pol铆ticas conservadoras, en virtud de las garant铆as de continuidad que ellas ofrecen a sus intereses. Pero en lo concerniente a los mass-media, que son parte constitutiva de la industria cultural capitalista, la relaci贸n entre discursividad y ganancia se potencia adquiriendo el car谩cter de alianza. El esc谩ndalo, la violencia, la miseria humana, material, simb贸lica y moral, multiplican su masa de plusval铆a, tanto como la demanda solvente en el resto de las ramas industriales. Mucho m谩s a煤n cuando tales denuncias y exhibiciones cuentan con verosimilitud y hasta encarnadura, como en buena parte de Am茅rica Latina.
La asunci贸n de Macri en la presidencia argentina, resulta inseparable de la corrupci贸n indisimulable del movimiento peronista en general y del kirchnerismo en particular, aunque el primero no logre por ello disimular su propio involucramiento en la corrupci贸n estructural. Del mismo modo, la maniobra de impeachment que expuls贸 a Rousseff del Palacio de Planalto, no podr铆a haber resultado sin previa revelaci贸n, por caso, del “mensal茫o” que involucr贸 no s贸lo al Partido de los Trabajadores sino tambi茅n a varios de sus aliados y que junto a otros episodios degradantes fue minando la credibilidad pol铆tica no s贸lo de la fuerza progresista sino del cojunto. Que tanto Lula como Dilma est茅n exentos de pruebas sobre posible enriquecimiento o usufructo personal (a diferencia de los l铆deres argentinos) no contiene ni menos a煤n supera el grave deterioro e indiferenciaci贸n 茅tica del progresismo brasilero.
Justamente la asociaci贸n entre progresismo y corrupci贸n, erosiona toda credibilidad en las posibilidades de cambio, cualquiera sea su profundidad. E induce a la pr谩ctica del “voto castigo”, ilusi贸n sancionatoria carente de otro contenido pol铆tico que la mera negatividad, a la saz贸n continuista del r茅gimen. Vecino ideol贸gico, a su vez, de la pretensi贸n de votar “pol铆ticos honestos” que perpet煤a la 铆ndole del sistema pol铆tico, cuando no sienta un nuevo corrupto en el sill贸n presidencial como lo viene mostrando la historia argentina desde el menemismo hasta nuestros d铆as.
No debe extra帽ar entonces que en un pa铆s como Uruguay, con escas铆simos sino nulos antecedentes de corrupci贸n, haya aparecido en el principal semanario de la derecha una denuncia sobre el vicepresidente Sendic que describe la utilizaci贸n personal de una tarjeta de cr茅dito corporativa, de su per铆odo previo al frente de la empresa petrolera estatal. Aunque por monto irrelevante, se induce a la sospecha de dolo y provecho indebido que es a la vez, advertencia y oportunidad. Advertencia de la estrategia de la derecha uruguaya en sinton铆a con los ejes se帽alados aqu铆, pero a la vez oportunidad, ya sea para probar con todo detalle, transparencia e inmediatez la falsedad de lo publicado -no s贸lo en sede judicial sino ante la opini贸n p煤blica y sus compa帽eros de militancia- tanto como para que la fuerza pol铆tica ajuste su scanner de honestidad para anticipar cualquier posible actitud inmoral en cualquiera de los 谩mbitos de intervenci贸n. Si alg煤n acto de corrupci贸n, por m铆nimo que fuera, es descubierto por la prensa, la oposici贸n, o la sociedad civil, antes que por el propio Frente Amplio (FA), la lesi贸n de credibilidad que sufrir谩, ser谩 inevitable. Nadie deber铆a estar m谩s atento que el propio FA a cualquier posible desviaci贸n moral. Considero que la legitimidad frentista no depende tanto de la recomendaci贸n concreta que el tribunal de conducta pol铆tica pueda emitir ante un posible acto innoble, sino de qui茅n propicia su llegada a esa instancia.
Descreo que resulte casualidad que el mismo d铆a de la publicaci贸n contra el vicepresidente, circul贸 por varios grupos uruguayos de whatsapp un mensaje proponiendo iniciativas de reducci贸n de privilegios de los parlamentarios totalmente superados precisamente por las reformas impulsadas desde el progresismo. Y fue reproducido por militantes frentistas diversos. Probablemente tuviera origen argentino, dado que en estos d铆as los legisladores se autoincrementaron las dietas. Afortunadamente en los grupos en los que participo hab铆a legisladores que inmediatamente aclararon la real situaci贸n de los representantes, pero su difusi贸n puede volverse viral y requerir谩 desmentidas m谩s amplias que en los estrechos c铆rculos virtuales. De conjunto, estos mensajes van limitando las posibilidades de la pol铆tica, hasta de pensarse y reformarse a s铆 misma.
Esta ofensiva puntual del semanario posa la mirada sobre un integrante gubernamental, reforzando la personalizaci贸n de la pol铆tica. De este modo, opaca la posible visualizaci贸n de las razones estructurales por las que los comportamientos pol铆ticos pueden eventualmente contrariar la 茅tica. Verdadero c铆rculo vicioso, donde cada vez que el ciudadano percibe en los pol铆ticos profesionales conductas desleales o abusos de poder o corrupci贸n, es inducido a juzgar s贸lo a las personas que los protagonizan y no a las estructuras que los posibilitan.
Tal vez sea hora de pensar en ellas.