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Neomedievalismo. El problema es la libertad ajena

OPINI脫N de Jorge Majfud

Vamos a comenzar repitiendo algo que tiene d茅cadas: la definici贸n de “pro vida” no s贸lo es profundamente hip贸crita sino que asume que los movimientos pro aborto son “anti vida”. Ni aquellos que se definen como “pro aborto” consideran que un aborto es algo bueno o divertido sino, en circunstancias especiales, un mal menor, resultado de problemas estructurales, sociales, culturales e individuales.

En este sentido, podemos decir que la reciente decisi贸n de la Corte Suprema de Estados Unidos contra el derecho al aborto en circunstancias especiales (dejado a discreci贸n de los estados) es s贸lo una parada m谩s en el camino de regreso hacia el Medioevo. No se trata solo de un cambio cultural (muy probablemente, una reacci贸n a un movimiento progresivo de mayor escala hist贸rica, hacia la expansi贸n de la “igual libertad”) sino, como siempre, parte de una estrategia que protege las micro minor铆as econ贸micas, las que en alg煤n momento ser谩n el centro de conflictos y reivindicaciones de las nuevas generaciones. Ellos lo saben y necesitan distraer el problema creando combos pol铆ticos donde sus programas pol铆tico-econ贸micos vayan de la mano de alg煤n dios popular o de alg煤n fanatismo de moral privada, arraigado en la sociedad. En el mundo anglosaj贸n, protestante, ese elemento debe tener algo de sexual y de puritanismo. Las cruzadas b茅licas que dejan millones de muertos en nombre del amor cristiano, est谩n bien.

El a帽o pasado, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, principal aspirante a la Casa Blanca en 2024, ocup贸 los titulares con la decisi贸n de prohibir libros de historia y de matem谩tica que hicieran referencia a la Teor铆a cr铆tica de la raza y a cualquier otro cuestionamiento o revelaci贸n sobre el racismo end茅mico de su pa铆s en las escuelas primarias y secundarias. De la misma forma, logr贸 que se aprobara la ley conocida como “No digas gay”, seg煤n la cual los j贸venes de este pa铆s pueden hablar de guerras, drogas y violaciones, pero no de la mera existencia de gente extra帽a, un poquito diferente a nosotros. Como ellos, los raros, no se meten en nuestras vidas privadas, nosotros nos metemos y legislamos sobre las suyas convirti茅ndolos en tab煤es que no s贸lo destroza la psicolog铆a de los j贸venes gays, lesbianas y transexuales sino que vuelve a poner a nuestros hijos heterosexuales en la maldita jaula represiva y temida del machismo t贸xico que sufrimos nosotros.  

En el mismo sentido y direcci贸n se encuentra la Corte Suprema. Aunque nunca se lo reconozca abiertamente, la Suprema Corte es un organismo altamente pol铆tico, raz贸n por la cual cada vez que muere o se retira uno de sus nueve miembros comienza una desesperada batalla en el Congreso para nombrar al nuevo juez seg煤n su orientaci贸n ideol贸gica y en base a disputas sobre su sexualidad o sobre otras distracciones. La mayor铆a de sus miembros (6 en 9) fueron nominados por presidentes conservadores del Partido Republicano. Cinco de ellos elegidos por los presidentes George W. Bush (2) y Donald Trump (3), ambos llegados a la Casa Blanca luego de haber perdido el voto popular en las elecciones generales y gracias a un sistema electoral que fue dise帽ado para proteger el sistema esclavista del escasamente poblado (por blancos) pero poderoso sur en el siglo XIX.

Poderoso por su fanatismo. Ese mismo que en junio de 2020 enfrent贸 con un cuerpo de polic铆a militarizado a una manifestaci贸n pac铆fica de ciudadanos negros que protestaban contra el racismo de la polic铆a y seis meses despu茅s, el 6 de enero de 2021 enfrent贸 con palitos a los neoconfederados blancos, armados hasta los dientes con armas de fuego, otra tradici贸n del temeroso y temido sur esclavista, con el objetivo conocido por el FBI de dar un golpe de Estado asaltando el Congreso e impidiendo la confirmaci贸n del nuevo presidente dem贸crata.

Este poder basado en “derechos especiales” de un grupo que en gran medida est谩 compuesto por los admiradores y auto victimizados confederados y supremacistas blancos, el 煤nico grupo que puso en peligro real la existencia de ese mismo pa铆s que ahora dicen defender como ning煤n otro. Los mismos que se llenan la boca con el patriotismo y estrat茅gicamente acusan a los cr铆ticos, la esencia de cualquier democracia, de ser “antiamericanos”.

Ese poder especial de una minor铆a que asume como un dogma ser mayor铆a, se encontr贸 con una vacante en la Corte Suprema en febrero de 2016, cuando muri贸 el juez liberal (izquierda, en el lenguaje estadounidense) Antonin Scalia. Correspond铆a al presidente dem贸crata Barak Obama nominar un reemplazo el que, obviamente, ser铆a de su l铆nea pol铆tica. Los republicanos bloquearon esta nominaci贸n por casi un a帽o hasta que el nuevo presidente republicano, Donald Trump, estuvo en la Casa Blanca y pudo nominar al conservador Neil Gorsuch.

El 煤ltimo miembro ingresado a la Corte Suprema confirma este razonamiento. El 18 de setiembre de 2020, a poco m谩s de un mes de las elecciones generales que ganar铆a Joe Biden, muri贸 la jueza liberal Ruth Ginsburg. Los republicanos lograron nominar y aprobar en tiempo r茅cord a su candidata conservadora Amy Coney Barrett, el 27 de octubre de 2020, d铆as antes de las elecciones.

Debido a esta decisi贸n de la Corte (grupo altamente pol铆tico y mayoritariamente compuesto por hombres) el CDC, organismo del gobierno, calcula que las mujeres negras sufrir谩n un incremento del 33 por ciento de muertes relacionadas a sus embarazos. Para miles de mujeres, un embarazo significar谩 una sentencia de muerte.

¿Qu茅 sigue en este camino hacia el Medioevo? Uno de los miembros de la Corte Suprema, el juez ultraconservador Clarence Thomas, lo dej贸 claro por escrito: “En casos futuros, debemos reconsiderar todos los precedentes sustantivos del debido proceso de este tribunal, incluidos Griswold [1965, por el uso de anticonceptivos], Lawrence [2003, contra la criminalizaci贸n de la homosexualidad] y Obergefell [2015, en favor del matrimonio igualitario]”.

En otras palabras, el veterano conservador de la Superma Corte afirm贸 que los pr贸ximos pasos hacia este neomedievalismo ser谩 prohibir los matrimonios del mismo sexo, criminalizar las opciones sexuales diferentes y el uso de pastillas anticonceptivas.

Si continuamos por esta l铆nea de regresi贸n hist贸rica, nos encontraremos que el pr贸ximo paso ser铆a la prohibici贸n del divorcio y el matrimonio interracial, el cual fue ilegal hasta que la Suprema Corte levant贸 su prohibici贸n en 1967, cuando el juez Thomas ten铆a 19 a帽os.

Claro que este objetivo de savonarola converso podr铆a encontrar un obst谩culo. El juez, h茅roe de los conservadores protestantes, cat贸licos y supremacistas blancos, es un hombre negro (o “afroamericano”, aunque en los hechos sea menos afroamericano que el blanco Elon Musk) y est谩 casado, en segundas nupcias, con la activista conservadora Ginni Lamp, una mujer rubia, miembro del Tea Party y fundadora del Liberty Central y del Liberty Consulting.

Ahhh… la palabra liberty es tan bonita. Siempre y cuando no se trate de la libertad ajena, claro.




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