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Otro aniversario del mayor acto terrorista de la historia

Jorge Majfud

El n煤mero de Time del 13 de agosto de 1945 cita a Truman: “hace diecis茅is horas un avi贸n estadounidense lanz贸 una bomba sobre Hiroshima, una importante base del ej茅rcito japon茅s. Esa bomba ten铆a m谩s poder que 20.000 toneladas de TNT… Es una bomba at贸mica. Es un beneficio del poder b谩sico del universo; lo que se ha hecho es el mayor logro de la ciencia en su historia… […] ahora estamos preparados para destruir m谩s r谩pida y completamente todas las empresas productivas que los japoneses tienen sobre su suelo… si no aceptan nuestros t茅rminos, pueden esperar otra lluvia de fuego, como nunca se ha visto en esta tierra”. En Londres, Winston Churchill tambi茅n se refiri贸 a estas proezas de la ciencia: “debemos orar para que este horror conduzca a la paz entre las naciones y que, en lugar de causar estragos inconmensurables en todo el mundo, se conviertan en la fuente perenne de la prosperidad mundial”.[i]




En su portada del 20 de agosto la misma revista recib铆a al lector con un gran disco rojo con fondo blanco y una X que tachaba el disco. No era la primera bomba at贸mica de la historia arrojada sobre una poblaci贸n de seres humanos sino el sol o la bandera de Jap贸n. En la p谩gina 29, un art铆culo bajo el t铆tulo de “Awful Responsability” (“Una responsabilidad terrible”) el presidente Truman trazaba las l铆neas de lo que iba a ser m谩s tarde el pasado. Como un buen hombre de fe siempre que es colocado por Dios en el poder, Truman reconoci贸: “Le damos gracias a Dios porque esto haya llegado a nosotros antes que a nuestros enemigos. Y rezamos para que 脡l nos pueda guiar para usar esto seg煤n Su forma y Sus prop贸sitos”.[ii] En la inversi贸n sem谩ntica de sujeto-objeto, por “esto” se refiere a la bomba at贸mica que “nos ha llegado”; por “nuestros enemigos”, obviamente, se refiere Hitler e Hirohito; por “nosotros”, a nosotros, los protegidos de Dios.AD

El general LeMay hab铆a sido el cerebro que planific贸 el bombardeo de varias ciudades de Jap贸n, como Nagoya, Osaka, Yokohama y Kobe, entre febrero y mayo de 1945, tres meses antes de las bombas at贸micas de Hiroshima y Nagasaki.

En la noche del 10 de marzo, LeMay orden贸 arrojar sobre Tokio 1500 toneladas de explosivos desde 300 bombarderos B-29. 500.000 bombas llovieron desde la 1:30 hasta las 3:00 de la madrugada. 100.000 hombres, mujeres y ni帽os murieron en pocas horas y un mill贸n de otras personas quedaron gravemente heridas. Un precedente de las bombas de Napalm, unas gelatinas de fuego que se pegaban a las casas y a la carne humana fueron probadas con 茅xito. “Las mujeres corr铆an con sus beb茅s como antorchas de fuego en sus espaldas” recordar谩 Nihei, una sobreviviente. “No me preocupa matar japoneses”, hab铆a dicho el general LeMay.

Cuando la guerra estaba decidida y acabada, una semana despu茅s de las bombas at贸micas, cientos de aviones estadounidenses regaron con otras decenas de miles de bombas diferentes ciudades de Jap贸n dejando otro tendal de miles de v铆ctimas prontas para el olvido. El general Carl Spaatz, euf贸rico, propuso arrojar una tercera bomba at贸mica sobre Tokio. La propuesta no prosper贸 porque Tokio ya hab铆a sido reducida a escombros mucho tiempo atr谩s y s贸lo quedaba en los mapas como una ciudad importante.

El Jap贸n imperial tambi茅n hab铆a matado decenas de miles de chinos en bombardeos a茅reos, pero no eran los chinos lo que importaban ahora. De hecho, nunca importaron y hasta fueron prohibidos en Estados Unidos por la ley de 1882. El mismo general Curtis LeMay repetir谩 esta estrategia de masacre indiscriminada y a conveniente distancia en Corea del Norte y en Vietnam, las que dejar谩n millones de muertos civiles como si fuesen hormigas. Todo por una buena causa.

Poco despu茅s de los incontables bombardeos sobre civiles inocentes e indefensos, el heroico general LeMay reconocer铆a: “si hubi茅semos perdido la guerra, yo hubiese sido condenado como criminal de guerra”. Por el contrario, al igual que el rey Leopoldo II de B茅lgica, LeMay tambi茅n fue condecorado m煤ltiples veces por sus servicios a la civilizaci贸n, entre las que se cuentan la L茅gion d’honneur, conferida por Francia y la Orden del Sol Naciente conferida por el gobierno de Jap贸n en 1964.

La narratura de los hechos no es s贸lo para consumo nacional. Se exporta. En el puerto de Shimoda, un busto del capit谩n Matthew Perry recuerda y recordar谩, por los siglos por venir, el lugar y la fecha en que el capit谩n americano liber贸 el comercio de Jap贸n en el siglo XIX a fuerza de ca帽贸n e hizo posible la voluntad del dios de esos cristianos tan particulares. Un siglo despu茅s, en 1964, el gobierno de Jap贸n le otorg贸 la Orden del Sol Naciente al general Curtis LeMay por sus servicios a la civilizaci贸n. El general LeMay innov贸 las t谩cticas militares durante la Segunda Guerra mundial bombardeando de forma indiscriminada media docena de grandes ciudades japonesas en 1945. Meses antes de las c茅lebres bombas at贸micas sobre Hiroshima y Nagasaki, s贸lo en una noche murieron cien mil civiles en Tokio bajo una lluvia de otras bombas estadunidenses. LeMay reconoci贸: “No me molesta matar japoneses”.

Claro que no todo fue a su gusto. A帽os despu茅s, mismo general Curtis LeMay le recomendar谩 al presidente Kennedy lanzar algunas bombas at贸micas sobre La Habana como forma de prevenir un mal mayor. Kennedy no estuvo de acuerdo. Un par de d茅cadas m谩s tarde, en una de las primeras conversaciones sobre el tema Cuba, Alexander Haig, nuevo Secretario de Estado, le dijo al presidente Ronald Reagan: “S贸lo deme la orden y convertir茅 esa isla de mierda en un estacionamiento vac铆o”.

Luego del mayor acto terrorista de la historia, los gobiernos de Jap贸n no ahorrar谩n en pedidos de perd贸n por el crimen de haber sido bombardeados en todas las formas posibles y sin piedad. En 1968, el general LeMay ser谩 el candidato a la vicepresidencia por el partido racista y segregacionista llamado Partido Independiente de Estados Unidos.

Si de algo no pecan los mayores criminales de la historia es en alguna forma de incoherencia. No de sus acciones con sus pr茅dicas sino de sus acciones por un lado y de sus predicas por el otro.

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