MUJERES SABIAS Y BRUJAS
Teresa Mollá Castells
Hace un tiempo que se definió el término INCEL como la abreviatura de la expresión inglesa involuntary celibate ('celibato involuntario'), y que es una subcultura que consiste en comunidades virtuales de personas que dicen ser incapaces de tener relaciones sexuales con una pareja, a pesar de tener ganas. Los que se identifican como incels son casi exclusivamente hombres heterosexuales.
Suelen defender valores relacionados con la extrema derecha, es decir misoginia, lucha acérrima contra el feminismo, contra la justicia social y son defensores del supremacismo blanco y de todo tipo de violencias contra las mujeres. Unas joyitas, vamos…
Por lo que he podido leer, suelen ser hombres (como ya he dicho) con fuertes frustraciones y fuertemente narcisistas y que creen que el mundo está en deuda con ellos por no poder tener acceso al sexo no pagado, por supuesto, con la frecuencia con la que ellos lo desearían.
Entienden las relaciones sexuales como un producto de primera necesidad básico y, por tanto, hay que buscar mecanismos para proveer de sexo a esos hombres, en demasiadas ocasiones, poco agraciados. Para ello no dudan en exigir en algunos foros y, también en algunos espacios públicos, que se les provea de robots o novias robots para que puedan cubrir sus necesidades sexuales.
Como defensora del feminismo histórico y radical, el que va a la raíz de los problemas, rechazo de plano estas exigencias por considerarlas atentatorias contra los derechos de las mujeres. Derechos que, por cierto, les importan muy poco puesto que solo nos ven como meros objetos sexuales desprovistas de dignidad y de cualquier posibilidad de libertad propia.
Consideran que, en las relaciones entre mujeres y hombres, el feminismo ha dado la vuelta radical a esas relaciones y que ahora son ellos los oprimidos y las mujeres las opresoras y las que ostentamos el poder en todas las esferas, robándoles su protagonismo histórico. Y lo llevan mal.
No reconocen al patriarcado como sistema opresor, más bien lo consideran el orden natural de las cosas: el hombre exige y la mujer satisface sin rechistar.
Así las cosas, lo mejor que podemos hacer las mujeres para autoprotegernos de estos seres tóxicos para nosotras es identificarlos, alejarnos de ellos y avisar al resto de mujeres de nuestras vidas para que, a su vez, también se puedan proteger.
Hace muchos años, muchos, un viejo amigo que ya adulto estaba estudiando a distancia la carrera de humanidades, me recomendó un libro. Se trataba de una comedia que, tiempo después descubrí que se trataba del principal referente de la vieja comedia griega clásica. Se trata de “Lisístrata” de Aristófanes y hoy la he recordado con una sonrisa, porque viene al pelo con lo que estoy escribiendo. Es muy fácil de leer, con su punto divertido, y que coloca a las mujeres como únicas dueñas de su cuerpo, de su sexo y de su placer. Ni que decir tiene que la película que se hizo está completamente desvirtuada.
Para los incels, Lisístrata y su legión de mujeres seguidoras, serían una especie de mujeres perversas o brujas malas que no quieren anteponer los deseos sexuales de ellos, a las propias exigencias o necesidades de ellas.
Y ya de las mujeres lesbianas, ni hablamos. Que esas mujeres prefieran estar con otras mujeres antes que con ellos es para ellos, inimaginable, impensable, bochornoso, pecaminoso y un largo etc. de calificativos.
En fin, que nos toca protegernos de estos “seres de luz maligna” que sólo nos ven como meros objetos a su servicio y placer. Creo que con esto está todo dicho.
Ben cordialment!
Teresa Mollá Castells
Hace un tiempo que se definió el término INCEL como la abreviatura de la expresión inglesa involuntary celibate ('celibato involuntario'), y que es una subcultura que consiste en comunidades virtuales de personas que dicen ser incapaces de tener relaciones sexuales con una pareja, a pesar de tener ganas. Los que se identifican como incels son casi exclusivamente hombres heterosexuales.
Suelen defender valores relacionados con la extrema derecha, es decir misoginia, lucha acérrima contra el feminismo, contra la justicia social y son defensores del supremacismo blanco y de todo tipo de violencias contra las mujeres. Unas joyitas, vamos…
Por lo que he podido leer, suelen ser hombres (como ya he dicho) con fuertes frustraciones y fuertemente narcisistas y que creen que el mundo está en deuda con ellos por no poder tener acceso al sexo no pagado, por supuesto, con la frecuencia con la que ellos lo desearían.
Entienden las relaciones sexuales como un producto de primera necesidad básico y, por tanto, hay que buscar mecanismos para proveer de sexo a esos hombres, en demasiadas ocasiones, poco agraciados. Para ello no dudan en exigir en algunos foros y, también en algunos espacios públicos, que se les provea de robots o novias robots para que puedan cubrir sus necesidades sexuales.
Como defensora del feminismo histórico y radical, el que va a la raíz de los problemas, rechazo de plano estas exigencias por considerarlas atentatorias contra los derechos de las mujeres. Derechos que, por cierto, les importan muy poco puesto que solo nos ven como meros objetos sexuales desprovistas de dignidad y de cualquier posibilidad de libertad propia.
Consideran que, en las relaciones entre mujeres y hombres, el feminismo ha dado la vuelta radical a esas relaciones y que ahora son ellos los oprimidos y las mujeres las opresoras y las que ostentamos el poder en todas las esferas, robándoles su protagonismo histórico. Y lo llevan mal.
No reconocen al patriarcado como sistema opresor, más bien lo consideran el orden natural de las cosas: el hombre exige y la mujer satisface sin rechistar.
Así las cosas, lo mejor que podemos hacer las mujeres para autoprotegernos de estos seres tóxicos para nosotras es identificarlos, alejarnos de ellos y avisar al resto de mujeres de nuestras vidas para que, a su vez, también se puedan proteger.
Hace muchos años, muchos, un viejo amigo que ya adulto estaba estudiando a distancia la carrera de humanidades, me recomendó un libro. Se trataba de una comedia que, tiempo después descubrí que se trataba del principal referente de la vieja comedia griega clásica. Se trata de “Lisístrata” de Aristófanes y hoy la he recordado con una sonrisa, porque viene al pelo con lo que estoy escribiendo. Es muy fácil de leer, con su punto divertido, y que coloca a las mujeres como únicas dueñas de su cuerpo, de su sexo y de su placer. Ni que decir tiene que la película que se hizo está completamente desvirtuada.
Para los incels, Lisístrata y su legión de mujeres seguidoras, serían una especie de mujeres perversas o brujas malas que no quieren anteponer los deseos sexuales de ellos, a las propias exigencias o necesidades de ellas.
Y ya de las mujeres lesbianas, ni hablamos. Que esas mujeres prefieran estar con otras mujeres antes que con ellos es para ellos, inimaginable, impensable, bochornoso, pecaminoso y un largo etc. de calificativos.
En fin, que nos toca protegernos de estos “seres de luz maligna” que sólo nos ven como meros objetos a su servicio y placer. Creo que con esto está todo dicho.
Ben cordialment!