Jos茅 Saramago 13-02-2010 En Portugal, en la aldea medieval de Monsaraz, hay un fresco aleg贸rico de finales del siglo XV que representa al Buen Juez y al Mal Juez, el primero con una expresi贸n grave y digna en el rostro y sosteniendo en la mano la recta vara de la justicia, el segundo con dos caras y la vara de la justicia quebrada. Por no se sabe qu茅 razones, estas pinturas estuvieron escondidas tras un tabique de ladrillos durante siglos y solo en 1958 pudieron ver la luz del d铆a y ser apreciadas por los amantes del arte y de la justicia. De la justicia, digo bien, porque la lecci贸n c铆vica que esas antiguas figuras nos transmiten es clara e ilustrativa. Hay jueces buenos y justos a quienes se agradece que existan, hay otros que, proclam谩ndose a s铆 mismos justos, de buenos tienen poco, y, finalmente, adem谩s de injustos, no son, dicho con otras palabras, a la luz de los m谩s simples criterios 茅ticos, buena gente. Nunca hubo una edad de oro para la justicia. Hoy, ni oro, ni plata,...