OPINIÓN de María Florencia Pagliarone, Ecuador .- El 24 de mayo, luego de 10 años de gobierno de Rafael Correa, asumió la presidencia Lenín Moreno. El nuevo presidente enfrenta dos desafíos: en primer lugar, la sucesión luego del liderazgo construido por Correa, quien luego de una década acaba su gestión con una calificación positiva del 62 % de acuerdo con las últimas mediciones de Opinión Pública. En segundo lugar, las consecuencias de una reñida elección: si bien en la primera vuelta la fórmula Moreno – Glas superó con 11 puntos al candidato de la derecha, Guillermo Lasso, en la segunda vuelta la diferencia fue de 2,32 puntos. La estrategia de Moreno para enfrentar estos desafíos implica un cambio de estilo de gobierno y de gestión, según lo dicho en su discurso de posesión “en toda ocasión acudo al diálogo y busco el consenso. Ese es mi estilo: dialogar, no debatir. Para concretar el diálogo se requiere de liderazgo. El mío tiene su propio estilo”.