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El país de los mineros

OPINIÓN de Raúl Wiener   

En el Perú ya se está camino a comprometer la quinta parte del territorio nacional con actividades mineras, la mayor parte de las cuales abarcan amplios territorios y el conjunto de recursos naturales conectados a dicha actividad. ¿Quién podría negar que somos un país minero a la luz de esta realidad imponente?

Más aún si se considera que el 60% de las exportaciones, y el grueso de la recaudación fiscal procede de esta fuente. La pregunta es, sin embargo, si eso equivale a progreso o inclusión y que si seguimos avanzando en las concesiones y megaproyectos vamos a salir alguna vez de pobres, con la misma estructura productiva esencialmente extractiva que viene desde la colonia y con la cual el Estado y el país viven del oro y del cobre que se le extrae a algunas regiones.

Claro, la primera duda viene de saber que Cajamarca, que alberga la segunda mina de oro más rica del mundo y que lleva 18 años de gran minería, sigue estando colocado entre los cinco departamentos más pobres del Perú. La cantidad de sus pueblos sin energía eléctrica y agua potable, el déficit educativo y de salud de su multitud de caseríos en el sitio de las minas, demuestra que las ganancias de los empresarios mineros con la onza de oro bordeando los 2 mil dólares, corre paralelo con una persistente miseria cajamarquina.

Eso lo sabe el presidente: pero él cree que está inventando la fórmula para que la minería ya no beneficie solamente a unos pocos, es decir una minería para la “gran transformación”. ¿Y, cuál es? Aunque no lo ha dicho muy claro parece habernos querido explicar que sus programas sociales de campaña han concluido mineralizándose, es decir pasando a depender del dinero que se extrae de esta actividad. No importa ahí que la Conga no vaya a dar frutos durante el actual gobierno, ya que su maduración es de por lo menos cinco años, sino que no sobrevenga una etapa de desinversión que lo ponga en dificultades.

Después del acuerdo por el gravamen minero no encontramos una presidencia más fuerte frente a la minería, como habíamos supuesto, sino una que confiesa estar chantajeada por el poder económico al que dijo que nunca se sometería. No, no es verdad que estemos ante la rebelión de los antimineros que quieren retraernos a la edad de piedra. Todo lo contrario, lo que quieren las comunidades, las regiones y muchísimos peruanos que votaron por Humala, es un país diverso, que intensifica el uso de sus recursos naturales dotándoles de valor agregado y no realizando cada vez más hoyos en la tierra para sacar riqueza para los exportadores. En otras palabras, dejar de ser precisamente un vendedor de piedras metálicas en los mercados del mundo.

Nadie pide que se cierren las minas, sino que se la controle mucho más de lo que se hace, y que se establezcan límites sobre las cosas que la minería no puede arrasar, por ejemplo las lagunas de Bambamarca y Celendín que están sobre el oro de Cionga. El discurso del presidente del último miércoles que los diarios de derecha han definido como su ruptura con la izquierda, es realmente una decepción para quienes ya sabemos que cuando nos recuerdan que este es un país minero, y nada más que eso, en realidad nos están diciendo que es de los mineros. Y que, contra ello, nada puede hacerse.




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