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La resistencia a las reformas en Lima

OPINIÓN de Raúl Wiener, Perú.- En el tema del cierre de La Parada como en el de la reforma del transporte, se sabía desde un inicio que la resistencia sería fuerte. No por gusto se produjo una abierta alianza entre la lideresa de los que no querían salir del viejo mercado de La Victoria, Ida Ávila, y el capitán de los transportistas que saboteaban las licitaciones, Julio Rau Rau, para revocar a la alcaldesa el 2013.

Lo interesante es que en ambos casos el discurso contra el Municipio se basaba en una oposición entre “lo popular” y los supuestos afanes de la gestión de izquierda en Lima Metropolitana de beneficiar a grupos privados, incluso a extranjeros. En La Parada se ha usado mucho el tema de los chilenos que supuestamente invertirían en supermercados y en transporte público de que las concesiones se habían amarrado con colombianos y otras empresas de fuera.

En las marchas callejeras hemos visto carteles que señalan a Susana Villarán como “asesina”, otros que la declaran “chavista” y ataúdes que pretenden enterrar a la alcaldesa y a la izquierda. En un editorial de El Comercio se llega a decir como correlato de todo esto que la izquierda está aprendiendo que a veces hay que usar la fuerza contra sectores empobrecidos que resisten al progreso, probablemente pensando en Conga y otros similares. Con su ora mano además el grupo de la gran concentración estaba pidiendo al mismo tiempo la vacancia de la alcaldesa por tomar un préstamo de la Caja Municipal y reembolsarlo regularmente.

Pero, mucho cuidado, es verdad que en La Parada hay gente de bajos ingresos que se gana la vida como puede, y que los micros y combis son manejados por muchos choferes que perdieron sus trabajos antes de convertirse en transportistas. Podría decirse realmente que las reformas municipales están pensando en ellos, como se constata en el mercado de Santa Anita, y se verá cuando entren los nuevos buses y los que los manejan tengan un salario y derechos laborales.

Pero es verdad que hay los que temen al cambio y que están bajo la presión de las mafias que dominaron los viejos sistemas. Uno ve marchar a mujeres empobrecidas que vendían en la parada sin ser dueñas de puestos por mecanismos de subarriendo a los grandes comercializadores de alimentos, que saben que no tienen títulos para reclamar un lugar en el nuevo mercado. También choferes y cobradores que no son dueños de vehículos ni de rutas y que están sometidos a las mafias del transporte.

Las articulaciones entre el Perú informal y el del gran dinero, y los entramados creados por la economía neoliberal que abolió las regulaciones creando escenarios explosivos, están ahora tratando de impedir las reformas de Susana, pero felizmente estas van abrir un futuro no solo a los negocios sino a mucha gente emergente, y sin una sola gota de sangre.




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