OPINIÓN de Michael Roberts Esta semana, la crème de la crème de la élite más rica del mundo volvio a reunirse, tras el interregno del COVID-19, de manera presencial en el Foro Económico Mundial (WEF). Los principales líderes políticos y empresariales volaron con sus jets privados para debatir sobre el cambio climático y el calentamiento global, así como sobre la inminente recesión económica mundial, la crisis producto del aumento del costo de la vida y la guerra de Ucrania. Aparentemente, su estado de ánimo es pesimista. Dos tercios de los economistas jefe encuestados por la propia WEF creen que es probable que se produzca una recesión mundial en 2023, mientras que casi uno de cada cinco afirma que es muy probable que ocurra. Los líderes empresariales también están preocupados: el 73% de los directores ejecutivos de todo el mundo consideran que el crecimiento económico mundial disminuirá en los próximos 12 meses. Se trata de la perspectiva más pesimista desde que se realizó la primera