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Exégesis e incertidumbres

Por Franco Gamboa Rocabado

¿Podemos sospechar aquello que está en la mente de Dios para responder a las interrogantes de nuestra existencia? Es como si fuera un ejercicio sin sentido porque constituiría una suerte de arrogancia intelectual, desafío pagano desde el punto de vista de algunos, e inclusive un intento doloroso por la posibilidad de encontrar explicaciones y respuestas únicamente imperfectas, es decir, humanas.

La lectura de la biblia plantea la necesidad de poseer conocimientos históricos y teológicos, aunque representa una experiencia única porque actualmente estamos lejos de cualquier interpretación oficial, o al margen de recibir imposiciones institucionales que destruyen toda espiritualidad. Acercarnos a las escrituras, firmes y con el propósito de dialogar desde lo más profundo de uno mismo, es un esfuerzo para reconciliar a la divinidad y los anhelos terrenales por preservar aquello que denominamos fe. Ésta es otro nombre para expresar las pugnas psicológicas del ser humano que se debaten entre la exégesis y las incertidumbres en torno a Dios.

Leer libremente la biblia abre una serie de respuestas antropológicas y políticas para repensar la ética y el existencialismo. El primer episodio es romper con el temor de no entender la palabra de Dios, o encerrarse en la derrota de creer que existe algo totalmente inescrutable en cualquier texto bíblico. Si hubiera algo impenetrable, entonces el hombre no podría comprender, ni su naturaleza ni la de Dios; por lo tanto, interpretar la biblia ayuda a pensar nuestra existencia y la fe en términos antropomorfos, lo cual significa mirar la biblia como un producto, simultáneamente sagrado, literario y humano.

Toda lectura honesta de la biblia que se proponga conducir nuestra vida espiritual, obliga a que los hombres borren la frontera entre el horizonte cognitivo para comprender los mensajes de Dios y aquello que no sería posible entender. En el fondo, cualquier mensaje bíblico puede ser aprehendido dado el impulso existencial de toda persona para vislumbrar los rumbos de dónde viene y hacia dónde va.

Las historias más interesantes, son precisamente aquellas contenidas en los evangelios donde se describe la vida, pasión y muerte de Jesucristo, quien es al mismo tiempo un ser humano extraordinario y divino. A diferencia de otras religiones, el cristianismo marcó una inmensa huella en la historia, al mostrar de forma violenta e impresionante la manera cómo Dios envió a su único hijo, sabiendo que sería sacrificado por medio de una muerte tormentosa.

La lección es sorprendente porque el verdadero rey, es decir, el hijo de Dios, es reducido a un hombre sencillo, humilde, sufrido y sobrenatural que predicó una política donde todo poder en la tierra es relativo y débil al final de cuentas, pues los últimos serán los primeros y los privilegios deberán convertirse en su opuesto: el servicio y sacrificio con lo cual Jesús invitó a todos a seguirlo.

¿La vida de Jesús es un llamamiento existencial a ser como él? ¿Podemos alcanzar este desafío, o los evangelios son una metáfora que instruye angustiosamente sobre los extremos hasta donde llega la maldad humana? La biblia tiene varios núcleos utópicos, relacionados con la probabilidad de cambiar lo más hondo de nuestra identidad, junto a la promesa de seguir vivos después de la muerte.

La oferta del más allá es una figura política que visualiza un nuevo orden pero desconocido. Leer la biblia implica caminar con confianza hacia una exégesis sincera, reconociendo las incertidumbres sobre cómo imitar el ejemplo de Cristo, pues esto exige subvertir cualquier orden injusto y destruir toda forma terrenal de poder.




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