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¿Qué hay detrás de la obsesión de Trump con aplastar a México?

OPINIÓN de Laura Carlsen.- Mientras los equipos negociadores de Donald Trump y Enrique Peña Nieto se preparan para renegociar el Tratado de Libre Comercio, las relaciones entre los dos países siguen en uno de los momentos más bajos de la historia debido a los frecuentes ataques del nuevo presidente de EEUU.




Después de una serie de desencuentros, el primer encuentro entre los presidentes Donald Trump y Enrique Peña Nieto en el marco del G20 fue otro fracaso. Trump utilizó a los medios internacionales para lo que parece ser su deporte favorito – insultar públicamente a México. Mientras los dos presidentes hablaban a la prensa, una reportera soltó la pregunta: “Sr. Trump, ¿aún quiere que México pague por el muro?”.

Trump respondió de inmediato –“Absolutamente”– y la reportera logró su nota. Como se ve en un videoclip de CNN, Peña Nieto quedó mudo a su lado.

El recurrente tema del muro—y quién paga- es un torpedo dirigido directamente a la relación binacional. No porque la lucha por el muro sea lo que más importa en la tormentosa diplomacia entre los dos vecinos, después de todo, gran parte del muro ya está construido y el resto no es probable que ocurra en el corto plazo. Pero el muro fronterizo es el eje para las habituales humillaciones desde Washington a Los Pinos. Es parte del espectáculo del bully y el adulador que la prensa de ambos lados de la frontera busca con anticipación mórbida.

En el breve video del encuentro en Hamburgo, vemos a Trump sentado en la típica postura machista-rodillas separadas, mandíbula apretada. Peña Nieto parece manso a su lado. Todo sobre la conducta de Trump, desde el lenguaje corporal hasta su evidente actitud de “preferiría no estar aquí”, tiene como objetivo menospreciar a su contraparte mexicana.

Trump comienza diciendo que “es estupendo estar con mi amigo, el presidente de México”, a quien nunca mira, y que los dos países estarán renegociando el TLCAN, agregando un casi amenazante, “veremos cómo resulta todo esto”. Enseguida, le ofrece a Peña Nieto la palabra como si fuera un acto de generosidad de su parte. Mientras Peña Nieto habla, Trump se menea impacientemente. Las declaraciones formales terminan con un apretón de manos y una sonrisa forzada. La pregunta sobre el muro se grita desde la prensa y en su respuesta Trump vuelve a clavar la daga.

Después de que el “Absolutely” había dado la vuelta al mundo, el canciller Luis Videgaray, que estaba sentado junto a Peña Nieto, dijo que no escucharon el comentario de Trump. Para los mexicanos, el intercambio causó la indignación habitual que provocan los insultos de Trump hacia México y un frenesí en redes sociales contra Peña Nieto. Utilizando el hashtag “#absolutamente”, la gente criticó al presidente mexicano por actuar como si los intereses del país fueran mejor servidos al doblarse para aplacar a un oponente hostil.

Historia de golpes

El comentario sobre el muro y el lenguaje corporal de Trump no fueron los únicos desaires. El mismo día que esto sucedía en el G20, Trump lanzó un video en el que declaraba el mes de julio como el mes de “Hecho en América”. En el corto video, reiteró su amenaza de retirarse del TLCAN e hizo declaraciones sobre “los empleos arrancados de las comunidades EEUU”, y “las naciones extranjeras que se hicieron ricas a costa de los estadounidenses”.

“… Estamos llevando a cabo una renegociación total del TLCAN”, decía en un discurso pre grabado, mientras que el verdadero Donald Trump se sentaba con Peña Nieto y otros líderes del G20 en Hamburgo, “y si no lo conseguimos, terminará, es decir, finalizará el TLCAN para siempre “. CHECK Eso es lo que tiene a Peña Nieto en total sumisión.

El no es la primera vez que Trump ha utilizado un diálogo diplomático de alto perfil para denigrar a México y humillar a su presidente. Y no es la primera vez que el presidente mexicano no ha defendido la nación o a su oficina. De hecho, esto ha sucedido cada vez que la relación bilateral se aborda formalmente.

Veamos la cronología de los momentos más importantes de la crisis diplomática en curso:

16 de junio de 2015 a noviembre de 2016, La Campaña: Ir contra México y los mexicanos no fue una ocurrencia o un capricho personal de Donald J. Trump. Construir a México como el villano en su imaginación fue una pieza central de la campaña desde el inicio. En su primer discurso cuando anunció su candidatura a la presidencia comenzó: “Créanme, México no es nuestro amigo”, dijo a sus aficionados. A continuación, agregó su infame comentario: “Están trayendo drogas. Traen delincuencia. Son violadores. Y algunos, supongo, son buenas personas”. Esto continuó a lo largo de la campaña, mientras el canto “construir el muro” se convirtió en un grito de protesta, con casi toda la población mexicana indignada, la negativa del presidente Peña Nieto a defender activamente al país contra la ofensiva verbal se convirtió en un factor en el hundimiento de su nivel de aprobación.

31 de agosto de 2016, la visita a México: Hambriento de más abuso, en agosto Peña Nieto invitó al entonces candidato Donald Trump a México. El viaje fue un desastre para el presidente mexicano. Peña Nieto no sólo sacó la alfombra roja, sino que se puso a él mismo de tapete. Donald Trump como candidato en una elección extranjera en términos diplomáticos estaba muy por debajo de la talla presidencial de Peña, pero le dieron el podio como un igual y mangoneó al presidente mexicano a su antojo. Así Trump obtuvo la pátina de un hombre de estado cuando mucha gente en los Estados Unidos todavía ni lo tomaba en serio, y Peña Nieto recibió una burla universal. Como si fuera poco, Trump voló directamente a Arizona donde dio su discurso más anti-inmigrante de la campaña.

El 25 de enero de 2017, se cancela la reunión bilateral: Después de que el Colegio Electoral hiciera Presidente a Donald Trump, el gobierno mexicano subió su apuesta por la estrategia conciliatoria, programando una reunión bilateral para el 31 de enero. El 25 de enero, el ministro de Relaciones Exteriores Luis Videgaray llegó a Washington para planear la reunión. El mismo día Trump lanzó dos órdenes ejecutivas: una para construir el muro y la otra para poner en marcha un plan para la deportación masiva. Peña Nieto canceló la reunión. En una llamada de seguimiento supuestamente para arreglar las cosas, Trump dijo que no necesitaba a México y que enviaría al ejército de EE. UU. ‘si las fuerzas armadas mexicanas no pudieran controlar al crimen organizado.

¿Psicología o estrategia?

Es difícil determinar cuánto de la compulsión de Trump de usar México como una bolsa de boxeo es visceral y cuánto es estratégico. Durante la campaña, proyectar imágenes negativas de México y los inmigrantes mexicanos fue claramente el tema detonante que ayudó a movilizar a una base racista identificada desde hace mucho tiempo en el Partido Republicano. Pero ahora, como presidente, la agresividad hacia México ya no es truco de campaña, sino política pública. Eso da miedo porque aunque México casi nunca se le ha considerado como una prioridad en la política exterior, es posible que sea la relación bilateral que más afecta la vida cotidiana en los EE.UU.

Todavía hay una lógica política allí. Insultar a México juega un papel crítico en mantener el núcleo de Trump movilizado y distraído de su fracaso en las políticas internas y del daño que Trumpcare podría ocasionar. También refuerza el apoyo a su acelerado programa de deportación.

En la renegociación del TLCAN, Trump tiene que buscar un punto de equilibrio entre los bandos pro-corporativos y los anti-globalistas y proteccionistas de su círculo más íntimo, mientras que al mismo tiempo mantiene una apariencia de defensor de los intereses de los trabajadores estadounidenses. No será capaz de hacer todo esto, pero mínimamente tendrá que buscar una forma de presentar los resultados de las negociaciones como una tremenda victoria para America-First y una sana paliza a México. Mantener los ataques a México de antemano ayuda a preparar el escenario. Trump ve todas las relaciones internacionales como una pelea de lucha libre, pero sobre todo cuando se trata de México. El bluff verbal es una cortina de humo crucial en la ausencia de una política que pueda realmente convertir al TLCAN en un acuerdo que beneficie a las y los trabajadores de ambos países.

Dicho esto, no podemos descartar el factor psicológico. Los tuits obsesivos anti-México de Trump y el sabotear la relación bilateral no siempre siguen un plan. Realmente parece que odia a México – su desdén personal por Peña, México y los migrantes es evidente cada vez que menciona el tema, que es a menudo y con una especie de sarcasmo alegre. Al parecer, ejercer un abrumador dominio económico y militar estadounidense no es suficiente para él. Trump tiene un profundo apego a ser el alfa en esta relación. Esto es personal.

En cuanto a México, el incidente es otro ejemplo de la fútil política de Peña de tratar de caer en la gracia de Trump. Si hay una cosa que sabemos ahora, Trump nunca es gracioso. Y su disgusto profundamente arraigado es un muro infranqueable.

No es que el gobierno de Trump no tenga ningún uso para su vecino del sur. El General John Kelly en Homeland Security se ha concentrado en desarrollar un nuevo papel para México con viajes continuos a México y reuniones con autoridades mexicanas. Kelly espera que México patrulle su frontera sur para detener a las personas migrantes centroamericanos, continuar la guerra contra la militarización de las drogas que ha matado a más de 150,000 personas y ha provocado un enorme aumento en la violencia este año. También se le ha pedido a México que actúe como un representante de los Estados Unidos en foros internacionales, como en el reciente voto de censura de Venezuela en la OEA.

Videgaray declaró después de la reunión presidencial que los líderes confirmaron que la renegociación del TLC comenzará el 16 de agosto y también se ocupará de la guerra contra las drogas, de América Central, de un posible programa temporal de trabajadores invitados para la agricultura estadounidense y de la reducción de la demanda de drogas en Estados Unidos. Esta es una agenda de Estados Unidos, no es mexicana y ni siquiera compartida. El enfoque estadounidense de estas cuestiones, a través de la gran expansión de su presencia en México desde la Iniciativa Mérida 2008, ha empeorado en lugar de mejorar la seguridad y el bienestar de México.

La agenda del G20 bajo la anfitriona Angela Merkel trató de desarrollar respuestas colaborativas a la migración mundial masiva forzada, al libre comercio y al cambio climático. Las opiniones de Trump lo convirtieron en un factor aislado en estas cuestiones. La declaración final del G-20 esboza una agenda que contrarresta explícitamente la agenda de Trump (sobre cambio climático) e implícitamente (sobre los compromisos de “combatir el proteccionismo”, “apoyar a los países que deciden desarrollar vías para la migración” y subrayar la cooperación).

Más naciones buscan marginar a Estados Unidos bajo Trump, diplomáticamente y económicamente. El Tratado de Libre Comercio entre el Reino Unido y Japón es sólo un ejemplo y es probable que veamos muchos más. Peña Nieto fácilmente podría haber usado esta tendencia para construir nuevas coaliciones y adoptar una postura fuerte junto a otras naciones en contra del ahora distanciado gobierno de Estados Unidos. Debió haberlo hecho y no lo hizo.

A pesar de hablar de diversificar los lazos económicos, México sigue apostando por los Estados Unidos. Literalmente. El país depende de los Estados Unidos para el comercio y la inversión, y la élite gobernante mexicana está entrelazada con los intereses de Estados Unidos – desde el imperio financiero de miles de millones de dólares de Carlos Slim hasta el ex presidente y poderoso imperio político de Carlos Salinas.

No es de extrañar que la administración Peña no se aleje de su abusador. Pero si la relación continúa en este curso de colisión, puede que no tenga otra opción.



29 de agosto de 2017
https://www.americas.org/es/archives/20037




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