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El estadio de las utopías

OPINIÓN de Emilio Cafassi.- Este fin de semana el FA celebrará algo más que un rito y cumplirá mucho más que una formalidad, a pesar de practicarlo con regular tradición. Dará fin a un largo proceso de elaboración colectiva del puntilloso programa de gobierno para el quinquenio que se sucederá a la elección presidencial del año entrante. Algo muy infrecuente -aunque no inédito- en las experiencias históricas de izquierdas y progresismos. Más de un millar de congresales desbrozarán en el Palacio Peñarol las 6.000 líneas de texto impresas en 140 páginas de formato tabloide que compilan el trabajo de 33 comisiones temáticas dando cuenta de la magnitud del desafío. Pero no es midiendo espesores como podría justipreciarse el complejo dispositivo procedimental de igualación de condiciones de intervención e influencia de los participantes, aunque la degradación creciente de la política (como asunto de la polis) mediante la seductora captura publicitaria de irresponsabilidad mandataria de las élites políticas se acreciente en el mundo mediante el marketing y la mediación audiovisual con consecuente desestimulo para estas prácticas. Si ya no resulta despreciable el borrador original, menos aún su complemento de enmiendas y rectificaciones que será sometido palabra por palabra a la consideración de los delegados en comisiones y posterior plenario. En última instancia, una nueva experiencia de elaboración colectiva y de participación igualitaria le opondrá terca resistencia a las tendencias a la burocratización, el esclerosamiento y la abulia que independizan a los representantes de sus representados.

No es que en el FA se pueda prescindir de liderazgos o diferenciaciones subjetivas. También en él se erigen dirigentes, líderes o referentes cuya dinámica no desmiente tendencias hacia la personalización de la actividad política y hasta el culto a la personalidad. Pero como mínimo, dada su diversidad, son muchos y están bastante más distribuidos que en otras experiencias inclusive izquierdistas o de pretensión renovadora. No es un agrupamiento de caudillos o grandes personalidades exclusivamente, sino un colectivo militante más amplio que hasta logra reflexionar sobre la miseria y envejecimiento de alguna de sus prácticas intentando precaverse de sus consecuencias y desarrollar -hasta donde le sea posible- una autorregulación de las peores ruinas endémicas de la esfera política bajo la pervivencia del capitalismo.

Durante este fin de semana, el más modesto de los militantes tendrá derecho a intervenir e influir con idéntico y acotado límite de tiempo que el más reconocido de los referentes. Del mismo modo en que las propias intervenciones y las enmiendas y reelaboraciones al documento original pudieron ser elaboradas con tiempo, redactadas y distribuidas con antelación a los participantes. En consecuencia sus contribuciones no se encuentran tan condicionadas por capacidades personales, trayectorias o capacidad oratoria, reduciendo así la manipulación de las “mociones imprevistas”, los llamados manijazos, a los que suele apelar el asambleísmo espontaneísta. Sería tan impracticable, cuanto indeseable, que todo un estadio acometa una tarea tan compleja de elaboración sin secuencias previas, e inclusive sin negociaciones, consensos y acumulación de voluntades. Pasadas tales instancias, la responsabilidad resulta colectiva por acción u omisión.

Llegado a este punto de la redacción en el que el lector probablemente esté cargando sobre quien suscribe ingenuidades laudatorias por desatención de los posibles disciplinamientos corporativos, las chicanas, los arreglos inconfesos a espaldas del colectivo, entre varias otras obliteraciones de la distribución del poder decisional, deberé contraponer que ellas no se eluden estrechando la potestad propositiva ni reflexiva. No se me escapa que el congreso también oficializará las 4 precandidaturas presidenciales que deberán regirse por el único programa reelaborado allí, ni que aspiraciones personales, narcisimos e intereses sectoriales broten de la fertilidad e irrigación que la ausencia de límites estatutarios les proveen.

En tal sentido, el modesto comité de base porteño que me encomienda la defensa de 45 pequeñas contribuciones al programa, el “Fernando Morroni”, intenta concentrarse particularmente en el énfasis sobre los riesgos del personalismo, de la irresponsabilidad jurídica de la representación fiduciaria y, en última instancia, de la caracterización de una democracia sin adjetivaciones como si no existiera otra arquitectura política que la vigente. O como si ésta fuera un mecánico reflejo del imperio del capital. Al igual que en el congreso precedente, en el que se vio frustrada por delegación en instancias más ceñidas la iniciativa de una reforma constitucional, recrearemos la intención de someter a discusión la necesidad de una transformación radical de la soberanía ciudadana y las instituciones, comenzando por el propio FA. El estadio permitirá ver en que “estadio” del propósito nos encontramos.

Aun desestimando las proposiciones, siempre será mejor decidirlo en un estadio que en una oficina. Siempre mejor entre miles que entre decenas, siempre mejor de forma pública que entre corrillos. Siempre mejor compartiendo sueños que intereses inmediatos.

Siempre entre compañer@s.




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