Por Juan Tom谩s Frutos.- Sales a la calle. Te das una vuelta, y observas en estado puro las mejores lecciones posibles. Muchas son repetidas, pero no por ello est谩n aprendidas en tono y suficiencia. Una de las primeras cosas que advertimos es el ritmo con el que nos movemos. No todos constatamos con los mismos ojos: hay quien tiene prisa, hay quien no ve al de al lado, pero, en paralelo, hallamos igualmente a quienes intentan darse un ba帽o con las sensaciones del entorno y, obviamente, lo primero que perciben es al vecino de enfrente.
Esas gentes ben茅volas nos salvan. No importa su n煤mero, o s铆, mas lo que nos debe proporcionar dicha es que todav铆a nos demuestran que el itinerario cotidiano vale la pena. Constituyen un ant铆doto enorme.
Por eso, pese a la generalizada ignorancia doliente respecto de quien duerme en un banco, que a煤n protagonizamos, disfrutamos tambi茅n del que ofrece un bocadillo o incluso una taza de leche caliente. No importa para ellos y ellas la hora cuando hace falta algo en el est贸mago.
No desde帽emos los afectos, los fines subjetivos y esa ternura que nos quita malos aromas y nos llena de coraje. Los sentimientos curan, como se indica en los viejos manuales m茅dicos de hace varios miles de a帽os. En el fondo y en la forma no ha cambiado lo esencial. Si el coraz贸n marcha, lo f铆sico funciona.
As铆 es. Te das un paseo y registras la tipolog铆a que caracteriza al ser humano. Ciertamente, el que miremos a unos u otros, el que tomemos como ejemplos o modelos a los buenos o los malos nos brinda serenidad o bien todo lo contrario.
Fundamentalmente, la postura dicta que estemos en un lado u otro de una fuerza global, pero con dimensiones diversas y hasta dispersas. El compromiso, como dijo Shakespeare, nos remedia m谩s de lo que pensamos.
Salgamos a la calle con ojos de infancia, por favor; y seguro que degustaremos los genuinos destellos.
Esas gentes ben茅volas nos salvan. No importa su n煤mero, o s铆, mas lo que nos debe proporcionar dicha es que todav铆a nos demuestran que el itinerario cotidiano vale la pena. Constituyen un ant铆doto enorme.
Por eso, pese a la generalizada ignorancia doliente respecto de quien duerme en un banco, que a煤n protagonizamos, disfrutamos tambi茅n del que ofrece un bocadillo o incluso una taza de leche caliente. No importa para ellos y ellas la hora cuando hace falta algo en el est贸mago.
No desde帽emos los afectos, los fines subjetivos y esa ternura que nos quita malos aromas y nos llena de coraje. Los sentimientos curan, como se indica en los viejos manuales m茅dicos de hace varios miles de a帽os. En el fondo y en la forma no ha cambiado lo esencial. Si el coraz贸n marcha, lo f铆sico funciona.
As铆 es. Te das un paseo y registras la tipolog铆a que caracteriza al ser humano. Ciertamente, el que miremos a unos u otros, el que tomemos como ejemplos o modelos a los buenos o los malos nos brinda serenidad o bien todo lo contrario.
Fundamentalmente, la postura dicta que estemos en un lado u otro de una fuerza global, pero con dimensiones diversas y hasta dispersas. El compromiso, como dijo Shakespeare, nos remedia m谩s de lo que pensamos.
Salgamos a la calle con ojos de infancia, por favor; y seguro que degustaremos los genuinos destellos.