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Estados Unidos es el imperialismo a la máxima potencia



OPINIÓN de Sergio Ortiz

EL IMPERIO DE LAS MENTIRAS

El 7 de abril pasado participé de un panel internacional organizado por la Fundación Segundo Paso de Nuestra América y la Universidad Bolivariana de Venezuela, junto a otros intelectuales antiimperialistas de varios países. El tema era “Derechos Humanos, Crisis conceptual y Hegemonía Estadounidense”. Yo lo abordé desde el punto de vista político y práctico de que Estados Unidos es el imperialismo y, en materia de DD.HH., el imperialismo de las mentiras y la violación de los mencionados derechos.

El mismo día de aquellas exposiciones, la realidad nos dio un elemento más para abonar nuestras tesis. En la Asamblea General de la ONU, Washington logró que 93 países votaran su iniciativa para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra, alegando violaciones a esos derechos por su “operativo militar especial” en Ucrania comenzado el 24 de febrero pasado.

Para formar esa lamentable mayoría, la representación norteamericana pudo juntar a la mayoría de sus 27 súbditos de la Unión Europea y otros países que orbitan alrededor suyo, como el Reino Unido. En América Latina nos interesa destacar que Chile, Perú y Argentina, en forma muy rastrera, se acoplaron a la moción yanqui. No contaron con una investigación judicial previa que diera certezas a las acusaciones contra Moscú, ni pruebas fehacientes ni el elemental derecho a la defensa del gobierno de Vladimir Putin.

Muchos de esos adherentes comen de la mano de EEUU y del FMI, como el gobierno argentino. Su presidente Alberto Fernández le decía a Putin el 3 de febrero pasado en Moscú, en el marco de su visita oficial, que Argentina quería ser “la puerta de entrada de Rusia a América Latina”. Y el 8 de abril, dándose vuelta, le dio el voto a Yanquilandia en la ONU.

En el medio, el 25 de marzo pasado, el gobernante Frente de Todos se arrastró hasta el escritorio del FMI para firmar una refinanciación onerosa de la deuda de 45.000 millones de dólares contraída en forma fraudulenta en 2018 por el gobierno neoliberal de Mauricio Macri.

Volviendo a la votación en Nueva York, 24 países, entre ellos algunos muy importantes como China, votaron en contra de tamaña maniobra imperial; otros 58 se abstuvieron, lo que sonó a una defensa indirecta de la postura de lo actuado por Putin.

Un dato a tener en cuenta. La Asamblea General de la ONU había votado una resolución condenatoria similar en 2011 contra el gobierno de Libia de Muammar Khadafy, víctima de una invasión militar y agresión imperial de la OTAN liderada por EE UU. Khadafy fue finalmente linchado y asesinado aquel año, su país colonizado y dividido, y sus recursos petroleros saqueados.

Esto replantea un debate para el Tercer Mundo y a nivel global: es hora de un cambio total de la ONU, de fondo y en sus sistemas y funcionamiento. Y hasta un cambio de sede para ubicarla en alguna nación no alineada, como alguna vez propuso el ex presidente de Bolivia, Evo Morales. Esta entidad que hoy condena a Rusia y antes a Libia, no lo hizo con EEUU y sus aliados atlánticos por la guerra de destrucción de la República Federativa Socialista de Yugoslavia entre 1990 y 1999, disfrazada tras una supuesta “misión humanitaria”.

Tampoco condenó a Washington por los centenares de miles de muertos en Irak luego de la invasión norteamericana y de la OTAN e 2003. Un estudio en el terreno de la Universidad Johns Hopkins publicada en 2006 por la revista británica The Lancet sostuvo que los muertos en Irak fueron 665.000, otras publicaciones aseguran que fueron más de un millón. La ONU tampoco sancionó a a EE UU por sus 65 agresiones militares en el siglo XX y el actual, sufridas primordialmente por países de Asia, África y América Latina, y que hoy se expresan en el bloqueo y sanciones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Los argentinos antiimperialistas repudiamos la conducta claudicante del gobierno de Fernández-Fernández-Massa porque en Ucrania la verdadera agresión es de EEUU, la OTAN y el gobierno de Volodimir Zelenski y los neonazis. Es la misma alianza atlántica que secundó en 1982 a Londres en su agresión bélica a Malvinas, donde instalaron hasta hoy una base militar en Monte Agradable, con 1.500 efectivos y armas ofensivas. Usurpan la soberanía argentina y saquean sus recursos ictícolas, petroleros, etc.

Y del otro lado, opuesto, en esa votación del 7 de abril pasado en la ONU estaba Rusia, que fue solidaria con Argentina por Malvinas en 1982 y nuevamente dio una gran mano al país durante la pandemia de COVID-19 con la provisión de millones de vacunas Sputnik de primera y segunda dosis que salvaron tantas vidas.

ES UNA PLUTOCRACIA

En Washington y buena parte del mundo políticamente analfabeto, diría Bertolt Brecht, la consideran la mayor democracia del mundo. No lo es. Fidel Castro la llamó “plutocracia”, el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos.

Y el comandante daba en la tecla. Esa democracia bipartidista, de demócratas y republicanos alternándose en la Casa Blanca y el Capitolio, sin mayores diferencias entre sí (ayer Donald Trump y hoy Joe Biden, antes George W. Bush y luego Barack Obama, etc), está hecha por y para gente de fortuna. En el Senado el 58 por ciento de sus miembros son millonarios y en la Cámara de Representantes el 44 por ciento. A nivel de la sociedad sólo el 1 por ciento tiene más de un millón de dólares, pero entre los del Capitolio esos porcentajes suben de la manera alevosa, y tienen sumas millonarias cada uno de ellos.

Su sistema electoral deja mucho que desear. Ya van dos comicios donde el que saca mayor cantidad de votos no gana la presidencia porque el segundo, con menos votos, tuvo más delegados en los consejos electorales.

Ese sistema plutocrático tiene el centro político en Washington, el músculo militar en el Pentágono y el poder económico y financiero en Wall Street, la meca del capital financiero, la especulación, las crisis y los negocios. La revista Forbes publicó la lista de los multimillonarios. La mayoría son estadounidenses como Elon Musk (autos eléctricos Tesla y posible comprador de Twitter), Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Facebook), Warren Buffet y otros. Según Forbes, 2.268 súper millonarios tienen una fortuna de 12,7 billones de dólares.

Mientras esos grandes capitalistas y CEOs de trasnacionales ganan fortunas, en EE UU hay medio millón de personas que duermen en la calle, altos índices de pobreza y poca cobertura de salud. La situación siempre es más grave para los trabajadores, afroamericanos y latinos, sobre todo inmigrantes, a los que se trata de frenar con el Muro de México, milicianos armados y guardias fronterizos deteniendo inmigrantes, separando familias y expulsándolos. De los últimos gobiernos el récord de expulsiones lo tiene Barack Obama.

En la web de Human Rights Watch, el 2 de marzo de 2021, se publicó: “Desde el inicio de la pandemia, 74,7 millones de personas han perdido su trabajo, y la mayoría de los empleos se perdieron en sectores que pagan salarios inferiores a la media. Muchas de las personas que perdieron su trabajo y sus ingresos se están quedando sin dinero y ahorros. En el mes de enero, aproximadamente 24 millones de adultos informaron que se encontraban en situación de hambre y más de seis millones manifestaron que temían sufrir un desalojo o la ejecución de sus hipotecas en los dos meses siguientes, por no poder cumplir con los pagos relacionados con la vivienda. En contraposición con ello, las personas de ingresos más altos no han sufrido un perjuicio económico grave. Pese a estar atravesando la peor contracción económica desde la Gran Depresión, la riqueza conjunta de los 651 milmillonarios de EE. UU. ha aumentado en más de USD 1 billón desde el inicio de la pandemia, lo cual representa un salto del 36 %”. Y eso no lo dice el Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba...

El aparato policial es profundamente racista, por eso los afroamericanos tienen muchas más probabilidades de ir presos y de ser asesinados. El fascista Ku Klux Klan no ha desaparecido del todo. De allí la aparición del movimiento popular Black Lives Matter (Vidas Negras Importan), en 2015, tras el enésimo crimen de personas de ese origen étnico, de piel oscura, a los que quieren desaparecer como a los “pieles rojas” indígenas. Esos crímenes quedan casi siempre sin castigo: entre 2013 y 2020 el 98.3 por ciento de los policías que ultimaron a miles de personas quedó impune.

El 24 de mayo pasado hubo una matanza de 21 personas, entre ellos 19 alumnos y 2 profesores en un colegio de Uvalde (Texas), a cargo de un joven blanco supremacista que portaba dos armas largas y de grueso calibre. Según la CNN, antes de ese caso ya se habían producido en el año 39 tiroteos en colegios, institutos y universidades, con diez muertos y 51 heridos. Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), 45.222 norteamericanos murieron por lesiones relacionadas con las armas de fuego en 2020. Se sabe que en lo que va de 2022 murieron por tiroteos 7.297 personas en EE UU. En los primeros cinco meses del año en curso, en 34 estados del país hubo 204 tiroteos, que dejaron un saldo de 221 muertos.

Esas masacres son en gran medida consecuencia de la Enmienda II de la Constitución norteamericana que data de 1791, que autoriza a armarse por cuenta propia. Son fomentadas por la Asociación Nacional del Rifle, que recibió a Donald Trump en su última conferencia. Si bien todas esas muertes son dolorosas, lo son en mayor medida aún las de los niños y niñas que pierden la vida, que ya eran 119 en 2022 a los que hay que sumar los 19 asesinados en Uvalde.

En ese país hay un promedio de 120 armas por cada 100 personas y más del 80% de la población tiene una o más en su poder. Los mismos fabricantes de armas son los que esponsorean a la Asociación Nacional del Rifle, con peso en los dos partidos del sistema yanqui, aunque con el mayor en el Republicano.

Con el 5 por ciento de la población mundial, EE UU tiene el 25 por ciento de la población carcelaria del mundo, que vive en condiciones deplorables. Y ni qué hablar en el caso de los presos políticos, como los 5 cubanos que pasaron detenidos desde 1999 hasta 2014; el ex Pantera Negra Mumia Abu Jamal, preso ya durante 40 años; el boricua Oscar López Rivera, preso político 36 años, desde 1981 hasta 2017, y al igual que los anteriores, durante muchísimos años en celdas de total aislamiento.

Julian Assange, fundador de WikiLeaks, cometió el “horrible delito” de publicar los centenares de miles de cables secretos que daban cuenta de los crímenes de guerra de EEUU en Irak. Está detenido hace años en una cárcel de seguridad en el Reino Unido y afronta un juicio de extradición a EEUU donde se lo quiere condenar a 175 años de cárcel. La injusticia británica le viene fallando en contra al detenido y es cómplice de la maniobra de extradición, que bien puede significar la muerte, por el estado de salud de Assange.

Así se confirma que estamos hablando del imperialismo de la mentira, la muerte y la represión.

EL GENDARME MUNDIAL

Aunque en la reciente asamblea de la ONU se puso la careta “humanitaria”, la misma que se calzó la OTAN durante la guerra contra Yugoslavia, la esencia y la forma imperialista son indisimulables.

EE UU tiene 1.450.000 soldados, reforzados por 225.000 mercenarios de empresas contratistas, que se dividen el trabajo más sucio con los primeros, para llevar a cabo las agresiones en el mundo.

Según algunas estadísticas, hay 625 bases militares estadounidenses en todo el planeta, que otros autores elevan a 872 (77 en América Latina y el Caribe). En el libro de Atilio Borón (“América Latina en la Geopolítica del Imperialismo”, 2012) cita a un periodista especializado del Tom Dispatch, asegurando que son 1.180. Allí se alojan entre 175.000 y 220.000 soldados norteamericanos de las diversas fuerzas, con la misión de invadir países y asegurar los intereses de sus multinacionales, en busca de adueñarse de petróleo, agua, minerales y posiciones geopolíticas favorables.

Todo ese despliegue militar se facilita con un abultado presupuesto de “Defensa” (en realidad Ataque). Para el año fiscal 2023 la administración Biden tendrá una partida militar de 813.000 millones de dólares. Sumando otros rubros, como el destinado a financiar la salud de los militares retirados y otros programas de investigación de armas, supera el billón (millón de millones) de dólares. Tal cantidad es muy superior a lo que gastan los principales países de ejércitos numerosos o importantes. Los dispositivos estadounidenses apuntan estratégicamente contra China y la región Asia-Pacífico, así como la expansión de la OTAN hacia el Este procuró cercar a Rusia y provocó la actual guerra en Ucrania.

Esas bases militares cumplen papeles invasivos y antidemocráticos, como la de Palanquero en Colombia, utilizada en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en abril de2002 (en Colombia son siete las bases yanquis). La de Honduras fue empleada en 2009 para el golpe contra Manuel Zelaya.

Y está la de Guantánamo, que ilustra perfectamente el doble carácter criminal del imperialismo. Por un lado supone la continua profanación de la soberanía cubana, desde la Enmienda Platt (1902), cuando se adjudicó esa zona de Guantánamo a perpetuidad por un canon miserable y ofensivo de sólo 4.085 dólares anuales que rechazó y denunció Fidel.

Y por el otro, en Guantánamo hay cárceles donde se llevó y torturó a secuestrados en Afganistán, Irak y otros “oscuros rincones del planeta”, diría Bush. Fueron alojados ilegalmente allí, sin causa judicial ni abogados un total de 779 presos políticos sometidos a esas torturas (9 se suicidaron) y aún quedan 39. Barack Obama prometió en 2009 que cerraría Guantánamo en un año y le dieron el Premio Nobel de la Paz. Guantánamo sigue abierta y esos crímenes no se olvidan, como los de la cárcel de Abu Ghraib en Irak y tantos otros centros de secuestros, torturas, violaciones y asesinatos en otros países.

En particular los latinoamericanos no olvidamos que los militares norteamericanos enseñaron a 83.000 militares de la región a convertirse en golpistas, dictadores y represores de sus pueblos, cursando en la “Escuela de las Américas” primero en Fuerte Gulick en la Zona del Canal usurpado a Panamá y luego en Fort Benning, Georgia. Tampoco olvidamos el apoyo norteamericano al “Plan Cóndor” y la represión ilegal de las dictaduras del Cono Sur en los ‘70 y ‘80.

Obama no merecía el Nobel. Quienes merecieron ese premio son otros. “Durante la pandemia del coronavirus, más de 50 destacamentos médicos del contingente Henry Reeve han colaborado en unos 40 países y territorios que solicitaron el auxilio cubano para hacer frente a la COVID-19”, afirmó Telesur el 20 de octubre de 2021.

Los médicos y médicas de la Brigada Internacional “Henry Reeve”, de Cuba, merecían el Nobel de la Paz, porque ellos y ellas trabajaron antes, durante y después de los picos de pandemia por la salud de la humanidad.

Cuba envía médicos o “ejércitos de batas blancas” adonde se lo solicitan. El imperio manda misiles, soldados y mercenarios para agredir, invadir y ocupar otros pueblos aunque no se lo pidan.




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