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Ya deja de pensar

OPINIÓN de Jorge Majfud

Volví al médico para discutir los resultados de mis MRIs (imágenes cerebrales por resonancia magnética nuclear). Según él, la causa de la misteriosa y dolorosa migraña de los últimos cinco meses se debe a que pienso demasiado.

You are too smart. Stop thinking”, me insistió, al menos, tres veces. Cuando mi esposa lo supo me dijo que debía cambiar de médico.

“¿Qué pare de pensar? Es la primera vez que escucho algo parecido”.

“Usted es demasiado listo y no le da descanso a su cerebro”, insistió el Dr. W-L.

“Pero, doctor” repliqué, “el mes pasado estuve dos semanas en Uruguay con actividades intensas y no me dolió la cabeza ni un solo minuto. Apenas vuelvo a Florida y me caigo de dolor, como antes. ¿Cómo explica eso?”

“Es que su cerebro no para. Ya deje de pensar sobre tantas cosas.”

“¿Qué cosas?”

“Bueno, sobre todo lo que está mal en el mundo. Usted es profesor en Jaccksonville University, ¿verdad? Su problema es como los conflictos en Medio Oriente, no tienen final… Quiero decir, no es nada grave, pero no es algo que tenga cura.”

“Nunca antes tuve migrañas. Por otra parte, supongo que sabrá que el caos en Medio Oriente tiene casusas bien concretas…”

Well, si quiere le voy a prescribir algo para relajarse; va a estar listo en una hora en su farmacia de Mxxx Boulevard…”

La última vez, el mismo doctor me mandó a una nurse, una de mis exestudiantes (difícil estar completamente seguro cuando todas usan máscaras), quien me dio dos inyecciones en cada nalga, por lo cual esta vez una droga más no me pareció tan violento.

De vuelta a casa, recubrí mi estudio con papel aluminio para evitar un posible “Síndrome de la Habana”, algo que, como siempre, lleva el nombre de los supuestos enemigos, no de sus inventores. No quiero ser malpensado. Menos paranoico. Mis vecinos son buena gente. Uno todavía flamea los harapos de una bandera de «Trump 2020» frente a su casa, seguramente esperando el regreso del Mesías; el otro es un marine muy simpático él y su familia, como todos los marines, los tres o cuatro que han alquilado esa casa desde 2016. Ninguna razón para sospechar nada raro.

Milagrosamente, ya no me duele la cabeza. Por ahora. Así que puedo trabajar tranquilo. Mientras no me muera de dolor, mantendré los remedios (drogas) lejos y bajo llave.

Lo pongo aquí, por escrito, por consejo de Glenn Greenwald, según lo comprobó con la persecución de su amiga Laura Poitras: cuanto más haces público ese tipo de problemas, menos lo sufres.

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