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Agua para ganadería

Rosa Más*

Las causas últimas de la falta de disponibilidad de agua potable hay que buscarlas en la prolongada sequía y en el despilfarro de este recurso.  Si bien la carencia de lluvias es un fenómeno cíclico en las tierras valencianas, los períodos secos están aumentando en frecuencia, duración y severidad debido a la alteración climática provocada por la acción humana: el exceso de emisiones de gases de efecto invernadero aumenta la temperatura, lo que, a su vez, modifica los patrones de precipitación y evaporación.


El sistema alimentario es un agujero negro en cuanto al consumo de agua. La agricultura de regadío, basada en productos químicos de síntesis, ya sea industrial o familiar, consume cantidades ingentes de agua.

Los monocultivos y el uso de agrotóxicos requieren mayor aporte hídrico porque agotan la tierra al forzar una mayor productividad. Además, se han transformado cultivos tradicionalmente de secano, como olivos, algarrobos o almendros en regadíos con el fin de aumentar  el beneficio económico.  

Tradicionalmente, estas especies botánicas  se cultivaban en  terrazas, que prevenían el corrimiento y la erosión de la tierra, así como la escorrentía, favoreciendo la recarga de los acuíferos, conservando la humedad y la esponjosidad del suelo. Las huertas de secano conformaban la transición entre los campos de hortalizas y frutales y el espacio forestal. 

De hecho, los bosques de algarrobos y olivos constituyen uno de los ecosistemas protegidos de la Directiva Habitats, que es el catálogo europeo de áreas singulares  merecedoras de  atención especial  por su singularidad y vulnerabilidad. 

Todo esto se ha perdido con el delirante cambio al sistema de regadío. Frente a esta obsesión por optimizar beneficios por encima de cualquier otra consideración existen prácticas agrícolas de mínimo impacto, que se integran en los ecosistemas silvestres en lugar de devastarlos, huyendo de los monocultivos y del uso de productos químicos de síntesis, independientemente de la extensión o de la titularidad  de los cultivos, ya que, a efectos medioambientales, genera el mismo impacto un gran latifundio que muchas parcelas pequeñas si se están llevando a cabo los mismos procedimientos.

De igual modo, la industria alimentaria basada en la explotación animal es uno de los factores más decisivos en la pérdida de la disponibilidad de agua potable. La deforestación, necesaria para crear y mantener pastos, reduce la capacidad de almacenamiento de agua de la tierra pues no hay un sistema radicular consistente  y profundo en el subsuelo que pueda retener las precipitaciones.  

Los animales que acaban en los mataderos necesitan beber, lo que también supone un derroche considerable de agua  que después se pierde en forma de purines, contribuyendo a la contaminación ambiental y alterando considerablemente el ciclo hídrico.

Las cifras son contundentes: La producción de un  litro de leche de vaca requiere de 628,2 litros de agua frente a los 48,24 litros necesarios para obtener un litro de leche de avena.  En general, el consumo de alimentos cárnicos trae consigo un uso mucho mayor de agua que el de los vegetales. Por ejemplo, la producción de un kg de carne vacuna implica de media la utilización de 15.400 litros de agua según datos del estudio “El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2020”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La carne de oveja y cabra, supone unos 8.800 litros por kg.

En cambio y a gran distancia se encuentran las frutas y hortalizas, para cuya elaboración son necesarios 960 y 320 litros de agua, respectivamente, por kg.  A la vista de estos datos la conclusión no deja lugar a dudas; una transición a un sistema alimentario libre de productos de origen animal y de agrotóxicos, basado en frutas, hortalizas, hongos, cereales y legumbres locales y de temporada, supondrían un enorme ahorro de agua potable y también contribuiría a liberar territorio, ahora ocupado por pastos y biológicamente pobres, para un mayor desarrollo de ecosistemas silvestres,  resilientes,  que albergan una mucha mayor biodiversidad y que podrían recuperar el perdido equilibrio en el ciclo del agua.

El hecho de que la Conselleria de Agricultura destine 7 millones de litros de agua a diversas explotaciones ganaderas no se trata de salvar a los animales, cuyo destino es el matadero, sino de mantener un negocio que es una de las principales causas de esa falta de agua y que ahora demanda un mayor consumo del líquido elemento, retroalimentando el problema. No es el sector ganadero el afectado gravemente por la falta de agua; por el contrario, es la disponibilidad de agua potable lo que está gravemente afectado por la industria alimentaria de la explotación animal.

*Rosa Más, bióloga de Rebeldes Indignadas
















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