OPINIÓN de Sergio Rodríguez Gelfenstein.- El pasado domingo 1 de junio asistí a la toma de posesión del nuevo presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén. Estaba con Germán Campos. Al finalizar el protocolar acto, esperábamos para retirarnos del recinto, cuando sin querer, quedamos ubicados en el lugar por donde se retiraban los jefes de Estado y de gobierno que estuvieron presentes en el magno evento. Era imposible abstraerse de la sabiduría del pueblo salvadoreño ya demostrada con sus cánticos y consignas a la llegada de los presidentes, las ovaciones a Rafael Correa y Evo Morales fueron ensordecedoras, al igual que las que le profesó el soberano a los vice presidentes de Cuba Salvador Valdés Mesa, de Argentina Amado Boudou y de Venezuela Jorge Arreaza. Las organizaciones sociales y populares asistentes al acto rompieron todo protocolo y recibieron a Arreaza con exclamaciones de “Chávez, Chávez”. Cuando se escuchó por los parlantes que el presidente de la República Árabe