Gisela Baños .- Creer en los marcianos a finales del siglo XIX —y prácticamente hasta que la Mariner 4 envió las primeras imágenes de la superficie del planeta rojo— era lo normal. Así que, realmente, que Nikola Tesla creyera en ellos no era algo tan excéntrico como pudiera parecer. Los descubrimientos de Schiaparelli y la mala traducción de Lowell de la palabra canali solo contribuyeron a disparar una imaginación colectiva que ya estaba, de por sí, bastante disparada en aquel entonces. La investigación moderna ha revelado el hecho de que hay otros mundos, ubicados de forma muy similar al nuestro, y que la vida orgánica acaba por desarrollarse dondequiera que haya calor, luz y humedad. Ahora sabemos que esas condiciones existen en innumerables cuerpos celestes. En el sistema solar, dos de esos son especialmente llamativos: Venus y Marte. […] [Marte] se puede observar con facilidad y sus cambios periódicos, que han sido estudiados exhaustivamente...
