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“Quiero llorar. Recuerdo esa época tan dura. Íbamos en tren, pero ellos van andando. Tantos niños pequeños…"

Miles de personas refugiadas pasan por Croacia y desatan tristes recuerdos de un pasado reciente •elmercuriodigital ▫ Mark Turner. OPATOVAC, Croacia, (ACNUR) - En grupos de miles brotan del antiguo puesto fronterizo croata de Bapcek, ahora reabierto: afganos, sirios e iraquíes huyen de la guerra en Oriente Medio hacia un país donde los recuerdos del conflicto ocurrido a principios de los noventa aún son duros y vívidos.

© ACNUR/ I.Pavicevic



Durante horas anduvieron por una larga carretera salpicada por iglesias agujereadas y edificios en ruina, monumentos de una época en la que los croatas también eran refugiados. Y, a lo largo de todo el camino, la gente que recordaba demasiado bien la punzada de amargura del desplazamiento se reunió para ofrecer té, pan, uvas y algunas palabras amables.

Katerina Jurina, de 82 años, vestida con una bufanda negra y un vestido de lunares, lloraba silenciosamente al recordar su terrible experiencia (que ocurrió no hace mucho tiempo, teniendo en cuenta su larga vida), cuando la retuvieron en un tren durante dos semanas, antes de mandarla a salvo a la costa. Katerina dice: “Quiero llorar. Recuerdo esa época tan dura. Íbamos en tren, pero ellos van andando. Tantos niños pequeños… Dios nos ayude”.

Anton Papac, que repartía uvas en un banco y llamaba a los refugiados exhaustos y agobiados para que se tomasen un descanso, declaró: “Todos éramos refugiados durante la guerra. La empatía es normal. Hay tantos niños… y Siria está muy lejos”.


Los refugiados vinieron atraídos por promesas de seguridad, por una oportunidad para empezar de nuevo y criar a sus hijos lejos de las bombas y de las balas. Pero su viaje ha sido largo y terrible y ha estado lleno de peligros.
Amin Karimi, de 32 años y proveniente de Afganistán, lleva a su hijo Ahmad de seis meses en un portabebés y relata: “Pasamos por pueblos en Irán con grandes perros que atacaron a mi mujer y a mi hijo. Y el viaje en barco fue muy peligroso. Estoy feliz de haber llegado aquí”.

En el centro de tránsito croata de Opatovac, su terrible experiencia aún no había acabado. Cientos de ellos empujaban contra las vallas fuera de las puertas de entrada, esperando su turno para un proceso de registro penosamente lento. Dentro, la relativa calma de ayer comenzaba a desvanecerse a medida que el campo se abarrotaba de gente.

El lunes por la noche se permitió a 1.500 personas continuar su viaje, pero el flujo se detuvo durante el día, y la gente temió tener que quedarse allí. El suelo cerca de las puertas del centro estaba cenagoso por el barro, mientras que la muchedumbre presionaba con la esperanza de obtener alguna novedad y los lugares con más sombra bajo los pinos estaban abarrotados de hombres, mujeres y niños intentando dormir para ahuyentar el estrés.

Gomana Ghonime, en silla de ruedas y madre de dos niños, relata fuera del área de juego de los niños: “Tememos que nos retengan aquí. Hizo mucho frío anoche. Solo teníamos dos mantas para los cuatro”.

El personal de ACNUR pasó el día ayudando a reunir a familias que habían sido separadas e identificando a los más vulnerables para darles apoyo e información. La Cruz Roja de Croacia declaró que las distribuciones de comida cada vez eran más complicadas y que ahora tenían que ser apoyadas por la policía. Aunque la situación estaba bajo control, hubo una clara sensación de creciente presión a lo largo del día.

Sin embargo, Barbara, una fisioterapeuta de 24 años que vive en la ciudad cercana de Osijek y que emplea su tiempo libre como voluntaria en la Cruz Roja, no tiene ninguna duda de que está lo correcto. Barbara declaró: “Soy una hija de la guerra. En aquella época, mi madre estuvo conmigo dos meses en Austria. Simplemente siento que tengo que ayudarlos”.

Mark Turner en Opatovac, Croacia.

Gracias a la Voluntaria en Línea Ana Ledesma Claros por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.




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