OPINIÓN de Roberto Cataldi .- En los años 70, los sábados por la mañana, aprovechando que no debía concurrir como becario al hospital, asistía a un curso de lógica que se dictaba frente al Retiro de Madrid. El profesor, un viejo jesuita que de joven había sido profesor durante dos años de Fidel Castro en la escuela secundaria, en la Habana, no parecía recordarlo con estima.