OPINIÓN de Emilio Cafassi.- Una creciente proporción de las calles latinoamericanas se viene poblando de protestas y luchas. Expresan de modo particular diversas exigencias de la ciudadanía que no encuentran representación, y menos aún satisfacción, en los formales e interdependientes poderes del Estado. Se suceden casi cotidianamente en Argentina, Brasil y Venezuela, aunque no pueda trazarse denominador común ni convergencias entre las estratificaciones sociales protagónicas, los intereses que portan, ni menos aún entre estas manifestaciones y las que también se desarrollan en el resto de los países con desigual frecuencia. Resultan una voz capilarmente asordinada, hasta que su emergencia en las calles la vuelve atronadora, como por caso se experimentó paradójicamente el sábado 20 de mayo en Uruguay en la monumental marcha anual “del silencio”. Pero para modificar la realidad no sólo hacen falta voces sino también oídos que las procesen con voluntad transformadora.