OPINIÓN de José María Gómez Vallejo .- Inmaculada tenía decido que quería que la desconectaran del respirador que la mantenía con vida. Llevaba veinte años postrada en la cama a causa de una distrofia muscular que la dejó tetrapléjica. Tuvo que cambiar de hospital, ya que en el que estaba ingresada le negaban su voluntad. Tras meses de trabas e impedimentos, pudo cumplir su deseo y puso fin a su sufrimiento. Gracias a la lucha de personas como Inmaculada, la asamblea de Madrid ha aprobado un proyecto de ley que garantiza a los pacientes una serie de derechos que les permiten morir con dignidad.